De los cinco años de reinado de Felipe VI, la hora más difícil empezó a las nueve de la noche del 3 de octubre de 2017, martes de otoño. No era precisamente una noche buena para el Jefe del Estado. Se jugó la Corona. Puso al Estado encima de la mesa anunciando su respaldo a las instituciones que iban a responder al golpe a la Constitución, perpetrado en Cataluña durante las semanas anteriores, y que 48 horas antes del discurso del Rey, tuvo su momento crítico con la celebración de un referéndum ilegal que el Gobierno no pudo evitar ni con un mandato judicial.
En aquellas cruciales horas, y hasta la víspera, como ha reconocido el ex número 2 de Interior, José Antonio Nieto, en el juicio celebrado en el Tribunal Supremo, se ofreció al independentismo realizar un acto similar a una consulta en parques y jardines en vez de en los colegios electorales. El pacto del disimulo. Se vota pero se mira para otro lado. Toda España era un clamor. Las banderas constitucionales se desplegaron por los balcones y las ventanas. El llamamiento generalizado no era solo para defender la democracia del 78, sino para pedirle al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que hiciera algo por evitar todo aquello.
Con el precedente del 9 de noviembre de 2014 se veía venir el regate y la burla desde muy lejos. Como el tiempo ha demostrado, el Gobierno llegó tarde y mal con la Policía y la Guardia Civil. Después, al límite del plazo, el Consejo de Ministros adoptó la decisión más grave en una democracia europea desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial. El Gobierno autonómico fue destituido y el Parlamento catalán cerrado hasta las siguientes elecciones. El mes de octubre comenzó con el Rey saliendo a frenar al independentismo y terminó con una medida gubernamental que llegaba dos meses tarde. El independentismo vive en la excepción permanente. Aquellas horas fueron las más difíciles de un reinado que ahora cumple cinco años de éxito. El Rey ha regenerado la institución monárquica asumiendo la noche del 3 de octubre de 2017 el mayor riesgo desde el 23 de febrero de 1981.
A pesar de todo, el Rey, que asumió la noche del 3 de octubre de 2017 el mayor riesgo desde el 23 de febrero de 1981, ha sabido regenerar la institución monárquica
El Rey frenó la excepción con la que el independentismo trató de darle la vuelta al marco constitucional. Felipe VI llegó tan lejos como sus competencias le permiten. La aplicación del 155 para restaurar la legalidad en Cataluña vino después. No sabemos si se hubiera aplicado igual sin la aparición del Rey, pero a día de hoy nadie duda del papel decisivo de la Corona en los meses de septiembre y octubre de 2017.
Esa excepcionalidad, en la que les gusta chapotear a los independentistas, ha continuado hasta esta misma semana con la presencia en el Congreso de los abogados de los prófugos de la justicia. Puigdemont en su fuga y Junqueras desde su celda han competido en la desestabilización general del sistema político español. A pesar de lo ocurrido, un golpe de Estado según la Fiscalía, el 1 de junio de 2018 la moción de censura de Sánchez contra Rajoy contó con los independentistas como si nada hubiera ocurrido. De hecho, los meses de Sánchez en el Gobierno, hasta las elecciones del 28 de abril, no se prolongaron por la pelea que mantienen Puigdemont y Junqueras.
La próxima investidura de Sánchez está condicionada de nuevo por el independentismo. Por acción u omisión, el separatismo catalán aparece en escena. La presión que se va a ejercer sobre Albert Rivera para que su partido se abstenga va a ir cada vez a más. Sánchez no se está trabajando una mayoría parlamentaria -que ese es el encargo del Rey-, sino que espera a que los hechos se resuelvan solos. Como hacía Rajoy, aunque ya sabemos cómo acabó todo.
Durante los cinco años de reinado ha habido ya tres elecciones generales, tres investiduras -dos de ellas fallidas- y una moción de censura. La fragmentación política tiene paralizado el país. No se adopta una decisión de calado desde la aprobación de las reformas financiera y laboral (2012-2013) con España al borde del rescate. Como si no pasara nada o no hubiera asuntos pendientes, no hay manera de conseguir un gobierno a la europea con socialdemócratas y liberales. Los primeros porque solo quiere los votos de los segundos para la investidura, evitando a los independentistas en ese trance; y los segundos porque tienen vetado al candidato Sánchez por haber negociado con el independentismo. Por si algo faltaba, Rivera aspira a sustituir al PP de Casado aunque sea ya liderando una futura coalición electoral. El Rey ha sostenido el sistema estos cinco años con gran temple y convicción. Ahora solo falta que la clase política madure y le corresponda. Lo de estar a su altura política mejor que ni lo intenten, aunque nunca hay que perder la esperanza.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación