Opinión

Quitarse la corbata y bañarse en un barreño para vencer a Putin

La boutade de la corbata servirá para aliviar el malestar porque el próximo invierno haya que pasar frío como consecuencia de una serie de políticas desastrosas

Las terminales mediáticas que tratan de derribar al Gobierno por intereses políticos y empresariales -esto lo dijo el presidente- se apresuraron el viernes a ridiculizar la nueva medida que ha propuesto Pedro Sánchez, que consiste en renunciar a vestir con corbata para poder subir la temperatura del aire acondicionado de los edificios públicos. 

El objetivo de esta audaz decisión política es “ahorrar energía” y evitar que se recrudezca la grave emergencia climática que afecta al planeta y a sus especies. A todas, desde el lagarto de collar oriental hasta los humanos invertebrados, que reptan como la culebra y dejan cierta sustancia pegajosa a su paso, como el caracol... o como algún que otro periodista que ha establecido una relación de mutualismo con Moncloa.

Alguien podría sospechar que la última propuesta de Sánchez es rematadamente estúpida, pero se equivocaría, dado que los grandes objetivos vitales se consiguen a partir de pequeñas acciones cotidianas. Los cambios profundos se inician en el subsuelo y desde ahí se extienden por toda la biosfera. Las revoluciones comienzan por uno mismo. Por eso, renunciar a la corbata puede parecer poco, pero en realidad puede ser el inicio de algo grande… planetario. Ya cuando esto tome impulso y crezca, podrá el presidente considerar que para viajar a Valladolid o asistir a un concierto no hace falta utilizar el Falcon. Pero eso será dentro de un tiempo.

Consejos útiles

Sánchez no está solo en su cruzada contra el Apocalipsis. La ministra Teresa Ribera apareció hace unos días en La Sexta para advertir de la necesidad de apagar las luces de casa cada vez que desocupemos una estancia. Lo hizo con el tono aleccionador que necesita el pueblo en momentos de complejidad geoestratégica máxima. Después, se emitió una pieza informativa en la que se mostraron distintas formas para desperdiciar menos litros de agua en el hogar.

Además, la contención en el gasto siempre viene bien. Para conseguirlo, no tire usted de la cadena del inodoro cuando haga aguas menores y vigile usted que antes de salir de casa haya apagado la bombilla del baño. Abel Caballero hará bien en diciembre en desplegar cien mil millones de bombillas en Vigo. No se alarme ni se deje manipular. No es una contradicción. Es, simplemente, que la estrategia consiste en empezar 'la lucha climática' por lo pequeño y terminar por lo grande. De la corbata y el interruptor al Falcon y la pesadilla navideña gallega.

Cuando alguien tiene los redaños suficientes como para anunciar ante las cámaras que la renuncia a vestir con una prenda determinada ayudará a ahorrar energía… significa que esa persona ha descubierto que todo vale. Que cualquier cosa puede colar. Y, sobre todo, que la prensa aduladora le va a comprar cualquier mercancía que venda.

Para muestra, un botón. Tan solo unas horas antes de que Sánchez recomendara la citada medida estética, la portada de la edición digital de El País intentaba minimizar el incremento de la inflación en 10,8 puntos. ¿Cómo? El artículo estaba rodeado por otro que decía que la gasolina está más barata que antes de que comenzara a aplicarse el descuento de 20 céntimos en las gasolineras. Al lado, había una noticia que insistía en que España creció el 1,1% en el segundo trimestre; y, debajo, una pieza informativa que advertía de que las empresas energéticas y los bancos acudirán a los tribunales “para esquivar los nuevos impuestos”. Los malos no quieren apoquinar para que puedan construirse carreteras, colegios y hospitales.

¿Llamó alguien de Moncloa a Pepa Bueno para advertirle de la necesidad de tomar esa decisión editorial? Apuesto a que no. Seguramente, tampoco le recomendaron la publicación de un tema en el que definía como “negacionista” a todo aquel que cuestionara el alarmismo meteorológico que ha sido omnipresente durante la ola de calor.

Sánchez se saca la corbata en público porque sabe que los altavoces mediáticos que suenan a un mayor volumen en este país apoyarán cualquier medida que ponga sobre la mesa. Se llamen indultos por razones parlamentarias, parricidios de partido, gasto público imprudente, afrentas a Argelia o los saharauis; o ataques chulescos a la oposición, a los empresarios o al poder judicial.

Por otra parte, el presidente es consciente de que las tertulias televisivas 'amigas' -en las que algunos buscan sentarse con estrategias repugnantes- conversarán largo y tendido sobre la necesidad de llevar corbata, lo que hará menos visible el debate acerca de las restricciones que impondrá el Ejecutivo sobre el uso de aire acondicionado y la calefacción. Que son las propias de un país subdesarrollado o con carencias. Y que podrían llevar a los ciudadanos a preguntarse si, en realidad, el bienestar que predica Sánchez es cierto o no. O, peor, a cuestionarse acerca de la decisión de romper con Argelia.

Mejor hablar de la última idiotez del presidente que de la enésima limitación de los derechos de los ciudadanos. La boutade de la corbata servirá para aliviar el malestar porque el próximo invierno haya que pasar frío como consecuencia de una serie de políticas desastrosas. Es una acción de comunicación burda, pero efectiva.

Los medios aliados de Moncloa no abundarán mucho al respecto. ¡Qué panorama desolador!

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