El último episodio de la insensata batalla interna entre García Egea y Ayuso se produjo en Granada, en el Congreso de los populares andaluces. El número dos de Casado, incomprensiblemente, no puede soportar el éxito de la presidenta madrileña que fue quien levantó de la lona a los populares en las elecciones de mayo. Hay algo de cierto en que Ayuso se ha subido a la parra más de lo necesario, pero eso no significa que le esté haciendo la cama a su jefe y mentor como se ha filtrado ya desde la propia sede del PP para regocijo de un Gobierno que ha puesto a trabajar a todas sus terminales mediáticas para desviar la atención hacia los problemas de Casado con su liderazgo, y así intentar bajar unos grados la creciente indignación de los sectores productivos que están hartos de la falta de apoyo gubernamental.
Flaco favor se hacen los habitantes de la todavía sede de la calle Génova que tienen a sus votantes, o a una gran parte de ellos, instalados en la incertidumbre cuando no directamente en la indignación. Casado ha dejado bastante claro que es el momento de capitalizar el descontento ciudadano intentando tomar una calle que históricamente ha sido de la izquierda. Es el momento de la acción y no de las peleas de patio de colegio que, en no pocas ocasiones, ha tirado por tierra los anhelos populares. Si el PP no consigue convertirse en el catalizador del cabreo general, los de Vox estarían en condiciones de comerle la merienda.
El puñetazo se lo puede llevar en su ojo si en las próximas elecciones generales no consigue superar los 130 escaños que le aseguren llegar a Moncloa
Cómo es posible que un hombre de la inteligencia política de Pablo Casado no termine de darse cuenta de que o da un puñetazo en la mesa y pone su casa en orden, o el puñetazo se lo puede llevar en su ojo si en las próximas elecciones generales no consigue superar los 130 escaños que le aseguren llegar a Moncloa con un extintor para intentar apagar el incendio que va dejar como herencia Sánchez. Munición haberla hayla, pero hay que saber usarla para evitar que le salga el tiro por la culata. Hay que vender futuro con propuestas sensatas y factibles frente a un Gobierno empeñado en vivir de un retrovisor donde el pasado remoto se utiliza para denigrar a una derecha que nada tiene hoy de heredera del franquismo. Eso ya lo demostró Aznar, al menos en su primera legislatura cuando consiguió darle la vuelta a la tordilla que le había dejado Felipe González.
Es cierto que la vacunación en la España de lacogobernanza ha sido un éxito, pero bajar la guardia puede hacernos retroceder de forma muy peligrosa
La herencia de González era una broma frente a lo que dejará Sánchez entregado a unos aliados reyes de la ineficacia y la osadía de la ignorancia. Debajo de esa fina capa de presunto progreso que nos vende la propaganda gubernamental, alimentada por la locura de una parte de la ciudadanía que ha decidido entrar en modo desmelene después de los rigores de la pandemia. Una pandemia que no se ha ido y sobre la que hay que tener una vigilancia extrema. Sin miramos a los países de nuestro entorno deberían temblarle a las autoridades sanitarias las canillas. Es cierto que la vacunación en la España de la cogobernanza ha sido un éxito, pero bajar la guardia puede hacernos retroceder de forma muy peligrosa. Por eso el optimismo impostado que exhibe Sánchez en sus comparecencias pública puede terminar en auténtica insensatez si la oposición no actúa como tal con inteligencia y pulso firme.
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