Sé que este artículo no va a resultar del agrado de muchas almas cándidas (quizá demasiadas) que de verdad creen aún que, tras las revueltas, manifestaciones y arengas antirracistas, antifascistas y anticolonialistas subyace una genuina preocupación social por estas tres causas. La verdad es que, a quienes están detrás de estos movimientos, política y financieramente hablando, la vida de los negros y el fascismo les importan un bledo. No son más que marionetas a las que usan para imponer su agenda anticapitalista de corte marxista. Y si hay que aprovechar la muerte de un hombre negro a manos de un policía, pues se aprovecha. La instrumentalización del dolor y de la muerte se ha revelado como el mejor catalizador para el cambio revolucionario, por encima de la propia política. Son el arma perfecta para subvertir el sistema desde dentro, con la sumisa aquiescencia de sus principales actores.
"Marxistas entrenados"
No hace falta ser un avezado investigador para dar con el trasfondo ideológico del Black Lives Matter (BLM). En 2015, el dictador venezolano Nicolás Maduro (porque eso es lo que es) asistió a un acto en el Black National Theather en Harlem, acampado por personalidades del partido demócrata como el senador Bill Perkins. Sus alabanzas a la figura de Fidel Castro eran de vez en cuando interrumpidas por el público, que coreaba: "¡Chávez! ¡Chávez! ¡Chávez!". Una de las que no sólo se unió al cántico, sino que además intervino como ponente y hasta posó orgullosa en una foto junto a Maduro fue la cofundadora del BLM, Opal Tometi. Luego está lo de Patrisse Cullors, otra de las fundadoras, que también ese año (2015) se grabó a sí misma reconociendo que su movimiento tiene un importante componente ideológico dado que son “marxistas entrenados”.
Y qué decir de los llamados 'Antifa', que también han aprovechado la muerte de George Floyd a manos de un policía en Minneapolis para sacar la revolución a pasear. Éstos presumen de ser un movimiento anárquico, que operan desde una estructura en la que no existe un liderazgo centralizado, surgido de manera espontánea para reivindicar una sociedad inclusiva y pacifista. Pero bastan un poco de curiosidad y ciertas habilidades con el buscador de Google para dar con quienes se agazapan en la sombra. Ya saben el viejo dicho: dime quién te financia y te diré quién eres.
Si se molestan en navegar por la web de Action Network, no tardarán en percatarse de sus manifiestas simpatías por los regímenes comunistas cubano y venezolano
Un ejemplo es la Action Network Fund, un ente sin ánimo de lucro que se dedica a ayudar a organizaciones progresistas para poner en marcha y gestionar estrategias de movilización digitales y de tratamiento de datos para construir un “poder progresista”. Su empresa 'hermana' es Action Network, que gestiona el fondo 'International anti-fascist Defence' (defensa internacional antifascista). Éstos presumen de haber financiado durante sus primeros tres años a alrededor de 400 grupos antirracistas y antifascistas en 80 países, y a la que se puede donar lo que uno considere menester. Bueno, pues detrás de estas “Social Warriors corporations” está Brian Young, que fue persona de máxima confianza y director de estrategia digital del excandidato demócrata a la presidencia de los Estados Unidos John Kerry. Si se molestan en navegar por la web de Action Network, no tardarán en percatarse de sus manifiestas simpatías por los regímenes comunistas cubano y venezolano.
Estatuas y tradiciones
Y es que la Cuba de Fidel Castro no es ajena al movimiento Antifa: ya en 2003 el comandante en jefe intervino en una reunión de la UNEAC (Consejo Nacional de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba) cuyo orden del día era sentar las bases para construir junto a sus colegas del mundo el Frente Antifascista de la Cultura y de las Ideas. Y por si no lo tienen claro, esas ideas no son otras que las de que la hegemonía no sólo es política, sino también cultural. Por eso les molestan las estatuas, las costumbres y las tradiciones vigentes: porque para ellos son un mecanismo de opresión de la clase dirigente para con el pueblo. Y para llegar al poder y afianzarse en él no queda otra que reemplazarlas y sustituirlas por unas afines al movimiento revolucionario. La desmemoria colectiva es el paso previo para asentar una memoria social nueva que ensalce figuras y acontecimientos que justifiquen su asalto al poder absoluto, mediante la parasitación de lo público y, con el tiempo, también de lo privado.
Pues a pesar de todo esto, todavía hay quien dice que son movimientos surgidos espontáneamente de la sociedad civil para luchar contra no sé qué opresión capitalista, esclavista y racista: ¡ja!
No crean a quienes pretenden convencerles sobre la necesidad de mirar con buenos ojos a estos movimientos para no convertirse en un racista o en un fascista. Es una falsa dicotomía. Al racismo y al fascismo se les combate con el Estado liberal y democrático de derecho, cuyo surgimiento está íntimamente ligado a la división de poderes en lo político, al respeto de los derechos humanos en lo social, y a la economía de mercado en lo económico. Tres pilares que irritan profundamente a quienes agitan el movimiento Antifa o el BLM, porque chocan frontalmente con el comunismo, un régimen en el que sus derechos no le pertenecen a usted, sino al Estado, representado en el líder y en el partido único. La respuesta a un totalitarismo no es otro de corte distinto, sino la libertad.