Opinión

Racismo y biología: una perspectiva irrefutable

Ser racista es, genéticamente, una estupidez. El racismo es lo más parecido, en términos evolutivos, a apostar por la extinción

Más de una vez he tenido que escuchar argumentos, expuestos supuestamente como científicos, defendiendo la idea de que el racismo no es más que el resultado de llevar a la práctica social el concepto de selección natural. Que es un reflejo biológico, y por tanto asumible y defendible, de la remanida “lucha por la supervivencia” que se da en todas las especies.

No me voy a meter en lo que de ética y/o moralmente reprobable pueda tener este tipo de planteamientos por varios motivos:

  • Profesionalmente, no es mi especialidad.
  • Intelectualmente, me da una pereza tremenda.
  • Políticamente, me aterroriza el uso interesado y maniqueo que puedan hacer de mis palabras los diferentes sectores más radicales del espectro (en el doble sentido del término) social, tanto los de un extremo como los del otro.

En lo que sí voy a entrar a saco es en lo que a los argumentos, presuntamente biológicos, se refiere.

Las especies cambian, se suceden, se extinguen y se diversifican a lo largo del tiempo. Eso es la evolución. Entre otras brillantes aportaciones al conocimiento científico, Darwin propuso una explicación de cómo funcionaba el proceso evolutivo. Aunque antes de la publicación de El Origen de las Especies (su gran obra que habría de cambiar la visión del mundo) ya se sabía que la evolución era un hecho, Darwin tuvo el mérito de plantear, por primera vez, el cómo funcionaba. La idea de selección natural fue su propuesta para explicar el cambio en los caracteres que manifiestan las poblaciones biológicas.

Los individuos que manifiesten variantes genéticas que comprometan su supervivencia o mermen su potencial reproductivo serán cercenados por la guadaña inmisericorde de la selección natural

No les voy a dar aquí una clase de biología evolutiva aunque sería, les aseguro, una de las golosinas más fascinantes que se le puedan ofrecer a un cerebro bien entrenado (como posiblemente, si está leyendo esto, sea el suyo). Voy a ir directamente al grano: las especies sobreviven a lo largo del tiempo porque sus individuos lo hacen, al menos, lo suficiente como para llegar a reproducirse. Por ello, los individuos que manifiesten variantes genéticas que comprometan su supervivencia o mermen su potencial reproductivo serán cercenados por la guadaña inmisericorde de la selección natural.

Habrá, pues, mutaciones positivas (o neutras), que pasarán el filtro de la selección natural, y mutaciones negativas que tendrán que enfrentarse a esta Gestapo biológica por desadaptativas.

Pero ¿qué es bueno y qué es malo, genéticamente hablando? Está claro que lo que impide la reproducción es, desde el punto de vista evolutivo, implícitamente malo. Si un individuo, por mucha genética novedosa que lo haga especialmente fuerte, sano, listo o atractivo, no es fértil, en términos evolutivos será como si no hubiesen existido. Al no poder legar su gloria biológica a una potencial descendencia, sus excelencias no sobrevivirán a su propia existencia y se las llevará a la tumba sin más. Aunque haya sido mejor o superior a nivel de individuo, a nivel de especie no habrá cambiado nada.

Sin embargo, no es igual de fácil y evidente separar las variantes genéticas buenas de las malas cuando nos referimos a su capacidad para afectar a la supervivencia de los individuos ¿Es mejor ser negro o blanco? ¿Pelirrojo o rubio? ¿De ojos verdes o marrones?

Son preguntas que no tienen respuesta biológicamente rotundas. Se pueden poner de banda sonora a la lectura de este artículo el Depende de Jarabe de Palo mientras les explico las tres razones fundamentales:

1.- Lo que es malo para una cosa puede ser buena para otra (o para otras). Por ejemplo, la anemia falciforme es una patología genética de los glóbulos rojos pero que resulta ser una ventaja si vives en zonas tropicales porque los hace más resistentes al plasmodio causante de la malaria.

2.- Lo que hoy es bueno puede que mañana sea desastroso. Así, los mamíferos de pelo abundante y tupido en épocas glaciares disponían de una ventaja adaptativa en relación a la condición más lampiña pero serían claramente desadaptativos en momentos del planeta de calentamiento manifiesto.

3.- Lo que es bueno aquí puede desastroso allí. La pérdida de melanina en la piel de algunas poblaciones humanas no supuso un problema especial en las Islas Británicas pero, en lugares como Sudáfrica, los descendientes de esos anglosajones sí que pagan la factura con intereses en forma de elevadas tasas de cánceres de piel.

Hasta el momento, y a pesar de las expectativas transhumanistas, seguimos sin trascender a un nuevo estado superior a lo puramente biológico

Con todo esto bien sentado, es interesante reflexionar sobre nuestra querida especie y aclarar las siguientes cuestiones:

1.- Aunque nos creamos los reyes del mambo, hasta el momento Homo sapiens sigue siendo una especie biológica. Por muy espectacular y único que sea el desarrollo cultural que hayamos conseguido, el chasis no ha cambiado. Seguimos siendo de carne y hueso, aunque nuestras carnes puedan ser sustancialmente recauchutadas y nuestros huesos, protésicorreemplazados. Hasta el momento, y a pesar de las expectativas transhumanistas, seguimos sin trascender a un nuevo estado superior a lo puramente biológico.

2.- Como tales especies biológicas, los humanos continuamos sometidos a la selección natural. Aunque, afortunada y frecuentemente, el avance de la biomedicina nos libre de su guillotina a los que tenemos la suerte de vivir en el primer mundo (esto lo desarrollaré en otro ensayo), tenemos que continuar luchando por sobrevivir como especie.

3.- Para ello, y al igual que el resto de las especies biológicas, nuestra mejor arma en esta batalla será disponer de una diversidad genética que incluya el mayor número posible de alelos para cada gen. Así conseguiremos incrementar lo que se llama el acervo genético de la especie (y que los cursis llaman el gene pool). Pero no solo nos interesa la diversidad a este nivel. También es fundamental que estos alelos estén combinados de la forma más variada. Dicho de otra forma, conviene que los individuos que configuramos esta extraordinaria especie seamos lo más diferente posible. Así conseguiremos un amplio abanico de posibilidades que ofrecer a la selección natural y, gracias a la supervivencia diferencial según las circunstancias, aumentar las posibilidades de sobrevivir a lo largo del tiempo.

En conclusión y hablando biológicamente:

  • Renta ser diverso.
  • Ser racista es, genéticamente, una estupidez.
  • El racismo es lo más parecido, en términos evolutivos, a apostar por la extinción.

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