El pasado 19 de enero Silicon Valley Bank (SVB) publicó sus resultados a 31 de diciembre de 2022. Los estados ya contaban que el banco, en aplicación correcta de las normas contables, tenía una pérdida no registrada de 15.162 millones de dólares en su cartera de bonos. Igualmente, informaba de que los fondos propios del banco, a la misma fecha, eran de 16.295 millones de dólares, por lo que cualquier lector avezado podía colegir la conclusión de que el banco apenas contaba con poco más de 1.000 millones de fondos propios efectivos. Prácticamente estaba al borde la quiebra. Pero no lo ocultaba ni incumplía las normas contables, que a veces son de difícil comprensión para los que creen todavía que es el principio de prudencia el que informa la metodología contable, cuando no es así desde la adopción de los grandes estándares internacionales que existen: las IFRS o los US-GAAP que, por otro lado, tienden a confluir.
Creer que las normas contables se fundamentan en el principio de prudencia es como creer que el dinero emitido por los bancos centrales tiene algún respaldo: dos verdades del pasado a las que el hombre corriente se aferra ante el horror vacui que le produciría saber que no es así.
La pérdida anterior no se produjo en la cartera de préstamos. Préstamos que apenas representaban el 35% de los activos del banco y que presentaban una muy baja morosidad. Un banco, además, pequeño, con un balance de apenas 212.000 millones de dólares, en el concierto norteamericano y mundial. Bankia, en 2012, cuando afloraron las pérdidas que llevaron al rescate tenía un total de activos de casi 300.000 millones de euros y entonces el euro cotizaba poco por encima de los 1,3 dólares, es decir Bankia tenía un tamaño de casi 400.000 millones de dólares. Las pérdidas acumuladas del bienio horrible de Bankia (2011 y 2012) fueron de 21.000 millones de euros, alrededor de 26.000 millones de dólares. Los sistemas bancario y financiero norteamericanos no son los españoles. Tal vez así, podamos entender la importancia del SVB en términos relativos.
Las pérdidas vinieron provocadas por la subida de los tipos de interés en los mercados de deuda como consecuencia de la política más restrictiva de la FED
La pérdida, que se produjo en la cartera de bonos, mayoritariamente públicos, tampoco se produjo de repente. A 31 de diciembre de 2021 dicha pérdida no registrada, insisto que sin incumplir norma alguna, no llegaba a 1.000 millones de dólares. Al cierre del primer trimestre de 2022 ya era de 7.000 millones de dólares, del segundo: 11.000 millones de dólares, del tercero de 16.000 millones de dólares. En este momento, tercer trimestre de 2022, ya superaba los fondos propios del banco, por lo que no estaba cercano a la quiebra, sino que, técnicamente, estaba quebrado. De hecho, el último trimestre del año le permitió recuperar solvencia al banco y presentar unos fondos propios efectivos, insisto, de poco más de 1.000 millones de dólares.
Cuesta entender cómo se ha gestionado tan mal esta situación. Habría bastado con liquidar la cartera de bonos a 31 de marzo de 2022, aflorar los 7.000 millones de pérdidas, que se habrían llevado por delante, solamente, casi la mitad de los fondos propios de la institución.
Las pérdidas vinieron provocadas por la subida de los tipos de interés en los mercados de deuda como consecuencia de la política más restrictiva de la FED. No sabemos si el banco esperaba que estas subidas revirtieran con posterioridad al cierre del primer trimestre de 2022, pero si es así parece un error de juicio muy grave. Los hechos fueron otros. Los tipos continuaron subiendo e incrementando las pérdidas.
En cualquier caso, no sólo hubo un error de juicio por parte de los gestores del banco, también lo hubo por parte de los supervisores bancarios norteamericanos. A partir del 31 de marzo de 2022, el banco comenzó a desinvertir en bonos para mitigar los efectos adversos que se derivarían de que la subida de tipos de interés siguiera ocasionándole pérdidas, pero a diciembre de 2022 sólo había liquidado el 23% de su exposición máxima, alcanzada en marzo de 2022 y que nunca alcanzó los 100.000 millones de dólares. Una cantidad que el supervisor podría haber forzado a vender deprisa sin colapsar el inmenso mercado estadounidense de bonos públicos, ni causando un grave perjuicio por venta masiva al banco. Perjuicio que siempre sería muy inferior al que se derivó de una venta lentísima en un mercado siempre a la baja, como consecuencia de la subida de tipos de interés.
El banco era fácilmente liquidable puesto que casi el 60% de sus activos era deuda cotizada en los mercados y muchos de los depositantes, al no tener cobertura total de sus depósitos, estaban obligados a absorber las pérdidas
El 8 de marzo de este año, el banco informa al mercado de algunas medidas de venta de su cartera de bonos y de emisión de instrumentos que refuercen su capital, pero ya es muy tarde. El 10 de marzo es absorbido por la Corporación Federal de Seguros de Depósitos.
Los depositantes de los 173.000 millones de dólares que componían su pasivo eran compañías muy ligadas al sector tecnológico, por lo que en muchos casos (el 89%) superaban los 250.000$ que cubría el seguro de depósitos. Así que, en principio, el asegurador estaba en una situación cómoda: no tenía que adelantar muchos fondos, el banco era fácilmente liquidable puesto que casi el 60% de sus activos era deuda cotizada en los mercados y muchos de los depositantes, al no tener cobertura total de sus depósitos, estaban obligados a absorber las pérdidas que se derivasen del proceso de liquidación.
Sin embargo, como siempre pasa en el sector bancario, las autoridades no quisieron correr el riesgo de quiebra de los depositantes (que eran en su mayoría, insisto, compañías del sector tecnológico) ni de que comenzáramos a darnos cuenta de lo peligrosa que es la deuda pública, porque el banco no quebró por los impagos de sus acreditados, así que se comprometieron a pagar la totalidad de los depósitos.
Joe Biden dijo: así funciona el capitalismo. Una verdad a medias, porque una vez más se volvió a demostrar que en materia de quiebras bancarias las autoridades practican el más puro "adoquismo" (de ad hoc, no de adoquín) porque piensan como Miguel Ángel Fernández Ordóñez, el pasado 15 de marzo en el diario independiente de la mañana, que "todas estas y más protecciones y privilegios del Estado a las entidades de depósitos están plenamente justificadas y son necesarias para evitar los colapsos en los flujos de pagos".
Son todas estas protecciones y privilegios del Estado las que han provocado la permanente debilidad del sistema de pagos.
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