En el nuevo Gobierno de Sánchez no se ha valorado -salvo excepciones-, el cambio que se está apuntando dentro de los equilibrios del poder de nuestro sistema político-constitucional. Los partidos de la oposición, en especial el PP, siguen viendo en el Gobierno de Sánchez las tópicas y desfasadas construcciones ideológicas del José María Aznar de los años anteriores a su llegada a La Moncloa. La fundación de Aznar hizo un comunicado, nada más conocerse la composición del Gobierno de Sánchez, en el que desvelaba a sus lectores, pero especialmente a Casado y su partido, el peligro del “armazón político del Gobierno, la materia de la que está hecho, más allá de los perfiles concretos de algunos de sus miembros cuyo prestigio es de lamentar que será utilizado como coartada para aparentar la moderación y el rigor que están ausentes del proyecto que anima a esta coalición.”
Se equivoca Aznar y el PP señalando que la “moderación y el rigor” de los ministros elegidos por Sánchez es una “coartada” para gobernar con un programa radical o extremista. Todos los elegidos, desde las dos nuevas vicepresidentas, Nadia Calviño y Teresa Ribera, o los nuevos ministros, Arancha González Laya (A. Exteriores), Juan Carlos Campo (Justicia), José Luis Escrivá (Seguridad Social), Carolina Darias (Política Territorial y Función Pública), José Manuel Rodriguez Uribes (Cultura), y Salvador Illa (Sanidad), hasta los ministros del anterior equipo que siguen en el Gobierno, son perfectamente homologables con sus equivalentes de los gobiernos de los grandes países europeos, por su competencia, su respeto a las normas comunes, y su alejamiento de actitudes políticas extremistas.
El nombramiento de José Luis Escrivá, ministro de Seguridad Social, Inclusión y Migraciones, es un ejemplo de esas constantes político-profesionales de la gran mayoría de los ministros: José Luis Escrivá ha sido recientemente “presidente de la Red de Instituciones Fiscales Independientes de la Unión Europea”, una “institución abierta a todos los órganos de supervisión fiscal independientes que operan en la UE”; en otras palabras, Escrivá representa un compromiso militante con el Estado de Derecho y la defensa de los ciudadanos ante los poderes gubernamentales, y los de otra naturaleza.
En la práctica, Iván Redondo posee más competencias (y desde luego, poderes) que un vicepresidente, y parece incluso que más que todas las vicepresidencias juntas
¿Por qué, sin embargo, produce inquietud el Gobierno de Sánchez, incluso entre personas que se declaran afines al PSOE? Porque sus actuaciones políticas como Gobierno no está claro que sean controladas por el Parlamento, el Congreso y el Senado (es significativo que el Senado, como espacio de debate territorial no figura en los acuerdos con ERC).
Se acaba de conocer las normas, recientemente aprobadas, que convierten al director del Gabinete del Presidente del Gobierno, Iván Redondo, en la persona con poderes decisivos en asuntos de alta intensidad política, como por ejemplo, el funcionamiento de la presidencia del Gobierno, la preparación de los Consejos de Ministros, de las comisiones delegadas (que coordinan a varios ministerios), la comunicación nacional e internacional de la Moncloa, los medios de comunicación, incluida RTVE, así como la nueva oficina denominada “Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia a Largo Plazo”.
Fuera de control
En la práctica, el Director Redondo posee más competencias (y desde luego, poderes) que un vicepresidente, y parece incluso que más que todas las vicepresidencias juntas, con la excepción, y habrá que verlo, de la vicepresidenta económica, Nadia Calviño. Redondo no está sometido a control parlamentario, salvo, claro está, que la presidenta del Congreso y su Mesa arbitren normas para extender el control parlamentario a sus actividades. Pero desde la otra perspectiva, el director Redondo acrecienta su control sobre los ministros y ministerios, ya que, por ejemplo, puede decidir la comunicación con el extranjero, subordinando en la práctica al ministerio de Asuntos Exteriores.
La nueva estructura creada en Moncloa, y que dirigirá Iván Redondo, establecerá un Gobierno dual. El presidente del Gobierno podrá dedicarse, prácticamente en exclusiva, a la política interna e internacional que afecta al Estado, y sus competentes ministros se aplicarán a sus tareas ministeriales. Como además, apenas existe la comunicación partidista entre ellos, pues la mayoría no pertenecen al PSOE, su gestión tendrá las características típicas de los responsables europeos, los comisarios por ejemplo, que nunca comentan, enjuician y se interesan por la gestión de los demás comisarios. En la Comisión Europea cada comisario se dedica exclusivamente a sus competencias. ¿Podría este modelo de gestión ser el del Gobierno de Sánchez? Si fuesen otras circunstancias, sería una pregunta casi de interés científico. Pero con el pacto de Sánchez con ERC, ¿pueden los ministros dedicarse sólo a sus tareas administrativas? Cataluña debería incentivar la coordinación y el control gubernamental, y debería estimular el sentido de Estado de los partidos de la oposición, destacadamente el PP.
No hemos hablado del vicepresidente Iglesias y sus compañeros en el Gobierno. Se han visto reducidas sus competencias, y las ejercerán según las autorice Moncloa, y su capacidad de alterar el rumbo gubernamental que decida el presidente del Gobierno parece que será pequeña.
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