Opinión

El regreso de Rafael Nadal

Regresar bien no es fácil. Lo dijo Andrés Calamaro antes de volver de entre los muertos con aquel disco en directo acompañado por la Bersuit nada original en su título: ‘El regreso’.

Regresar bien no es fácil. Lo dijo Andrés Calamaro antes de volver de entre los muertos con aquel disco en directo acompañado por la Bersuit nada original en su título: ‘El regreso’. Rafael Nadal está de vuelta para un último baile. Se despedirá en las pistas, como quería. “No me merezco retirarme en una rueda de prensa”, dijo al anunciar que jugaría, de momento, un año más.

Nadal podría haber viajado por todo el circuito vestido de civil para recibir el cariño de los aficionados. En lugar de eso, sólo él sabe los sacrificios físicos y mentales que ha afrontado durante este año para darse otra oportunidad en la élite.

El público podrá rendirle el homenaje que merece en cada torneo y cada grand slam como tenista en activo. En la cancha. Así lo ha querido Rafa, y así se será. No es el primer deportista de primer nivel que vuelve cuando parecía haber terminado todo. Otros lo hicieron con distinto éxito. Nadal cumplirá 38 años jugando, Dios mediante, en la tierra sagrada de Roland Garros. La misma tierra que acogerá el torneo de tenis olímpico de París 2024.

Y aquí está la clave de todo. Esta doble cita es la que ha llevado a Rafa a pelear un año más en la creencia de que puede lograrlo. Ha demostrado tantas veces que podía alcanzar esa bola imposible de devolver; que todos queremos creer que es posible. Que puede ganar otra vez. ¿Y un doble español Nadal-Alcaraz en los Juegos? Rafa no quiere renunciar a otro oro olímpico.

Rafael Nadal, el mejor de todos los tiempos

Nadal es el mejor deportista español de todos los tiempos. Su retirada en 2024, tenga el premio de algún título o no, marcará el final de las dos mejores décadas del deporte español. Él ha liderado una generación nacida en los 80 que ha logrado todos los éxitos posibles: mundial de fútbol y eurocopas, mundiales de baloncesto, tenis y tantos otros.

Pero no son solo las victorias, que también. Nadal, Gasol, futbolistas como Torres o Iniesta han sido nuestros primeros grandes íconos del deporte mundial. Ellos son tan o más famosos en el resto de países del mundo que aquí. Ya no nos pertenecen sólo a los españoles. Han sido y son nuestros mejores embajadores en este convulso principio de siglo.

El regreso de Rafael Nadal es el último regalo de este deportista de leyenda, capaz de ganar 22 grandes conviviendo con la mejor generación de tenistas que ha dado la historia de este deporte: Roger Federer (20) y Novak Djkovich (24). Si Nadal es capaz de morder su décimo quinta Copa de los Mosqueteros en París es una incógnita que nadie puede resolver ahora mismo. Si lo hace, su regreso será otra página escrita con letras de oro en la historia del deporte mundial. Y nadie nos va a quitar esa ilusión, al menos hasta que llegue la primavera.

Con Nadal vuelve lo mejor de nosotros mismos en un momento en el que hay pocas ilusiones a las que aferrarse. Con Nadal vuelve el ejemplo de lo que siempre hemos querido transmitir: esfuerzo, calidad, sacrificio, emoción y reconocimiento al rival. Con Nadal vuelven las madrugadas frente al televisor en Melbourne o Nueva York, y las tardes de junio pegados a la tierra de Roland Garros. Con Nadal se va lo mejor de nosotros mismos; se va la sublimación de la picaresca española -el diestro que jugaba con la zurda- y se extingue la era dorada del deporte español a la espera de que otra generación tome el testigo.

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