Mariano Rajoy no se va a ir, ni va a promover renovación alguna. Convendría no olvidar que hace unos meses era evidente que estaba dispuesto a continuar la legislatura aun sin presupuestos. Con más razón ahora que los tiene. Cuenta con los números y no necesita más. Hay que entenderlo, Rajoy no necesita credibilidad, le basta el presupuesto.
Que Mariano no haya tenido la más mínima reacción respecto a que el tribunal deje por escrito que no cree en la palabra como testigo del presidente del Gobierno, dice claramente lo que le importa todo esto: nada. Así que para Rajoy nada sustancial ha cambiado.
Ese concepto de Gobierno activo, que toma decisiones políticas, que se adelanta a los acontecimientos, que arriesga y que marca un rumbo al país que gobierna no va con la personalidad de un registrador de la propiedad que ya ha demostrado que es perfectamente capaz de llevar el país al tran tran, durante una legislatura y las que haga falta. Tanto, que hasta en la inconmensurable crisis en Cataluña se ha comportado como si su Gobierno fuese parte de un pleito judicial y nada más que eso.
Es indudable que la sentencia de la Audiencia Nacional ha causado un grandísimo revuelo incluso en el PP, pero más por la enormidad de las penas que porque no se lo esperasen. Si acaso, han aparecido dos preocupaciones nuevas: la posibilidad de que el bombardeo judicial que esperan sea con bombas atómicas, como en esta ocasión, y el miedo de que las personas afectadas, movidas por los prodigios que siempre obra la cárcel, empiecen a cantar.
Es innegable que la moción de censura de Pedro Sánchez trae inestabilidad, pero más arriesgado sería convocar ahora unas elecciones como las que plantea Ciudadanos y que nadie sabe quién las podría ganar
Se ha dicho que la corrupción es un tema amortizado electoralmente por el PP, pero ahora vemos que también está moralmente amortizado. Que les da igual. Martínez-Maíllo ya lo dejó claro el viernes cuando en rueda de prensa dijo, en relación con la sentencia, que su partido respetaba “que los juzgados opinen”. No se puede ser más claro.
El PP y Rajoy se seguirán agarrando a la estabilidad como valor y no les faltará razón; no hay mayor estabilidad que dejar las cosas como están, aun cuando para ello haya que arrinconar conceptos tan anticuados como la decencia y la moralidad. Que una moción de censura como la que promueve Pedro Sánchez trae inestabilidad es innegable, como también la traerían unas elecciones como las que plantea Ciudadanos y que - encima- no se sabe ni quién las podría ganar. ¿Qué mayor inestabilidad puede haber?
Sinceramente resulta imposible evitar la sensación de que en España hay una derecha para la que las elecciones y la democracia misma son incómodos trámites que, en fin, no queda más remedio que soportar.
Después de tan demoledora sentencia a la oposición no le quedaba otro remedio que reaccionar. Sánchez de adelantó con una moción que seguramente no saldrá adelante y Ciudadanos ya no podrá ir con el PP ni a heredar, pero a Rajoy esto, perder el escaso y siempre inestable apoyo de los naranjas, le da igual. Tiene presupuesto al que agarrarse y seguirá encastillado en la torre de la Moncloa, pase lo que pase, vengan las sentencias que vengan. De aquí en adelante el trámite parlamentario puede ser un infierno para Rajoy y España podrá no tener, de hecho, un Gobierno real, pero tendrá quien mande, y con eso le basta.
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