¿Cuántas veces te has emocionado esta última semana? Piénsalo. ¿Cuántas veces, en los últimos siete días, has apretado los labios y sostenido los párpados en un intento por cerrar el paso a cualquier atisbo de lágrima? ¿Cuántas has entrado en casa, después del trabajo, con un nombre, una imagen, un gesto, una palabra tatuada en la piel todavía erizada por el pellizco que provoca la emoción? ¿Cuántas veces has llegado a temblar, desde los pies hasta la cabeza? ¿Cuántas?
Poco hablamos de estas cosas en la sociedad de la prisa. Yo, una vez, el viernes. Durante un viaje en coche, al anochecer, escuchando una conversación. Sólo eso. Todo eso. Ese mismo día, por la tarde, una compañera, Jessica, me pasó una entrevista a través de WhatsApp. “Póntela”, me dijo, “te va a gustar". Así que, en cuanto salí de la tele, me monté en mi Fiat blanco, enchufé el teléfono, le día al play, giré la llave y me embarqué en un viaje al ralentí a través de la escucha. Es sabia siempre la naturaleza que nos colocó dos orejas y una sola boca para que habláramos menos y atendiéramos más.
“Yo una cosa que recomiendo a la gente, a los alumnos, es que estén atentos, que estén atentos a lo que está pasando, porque hay momentos que son extraordinarios. Y tú no te das cuenta". Lo dice una voz pausada, tocada por el paso de los años, 91 en concreto, los que suma Ramón Bayés. Psicólogo, escritor y de esas personas con las que aceptaría charla y vino como quien da el “si quiero” el día de su boda.
Una vida 'de prestado'
“Yo tengo unos tempos distintos del mundo en que vivimos. Estamos viviendo en un mundo WhatsApp y yo tengo unos tempos anteriores al WhatsApp". Y en ese otro tempo, el suyo, más tranquilo y reposado, me sumerjo en el recorrido que hace por lo que ha sido y sigue siendo su historia. “Mi vida ha dado muchos saltos. Quizá la característica que ha permanecido y permanece es la curiosidad. Para mí es, quizá, la semilla de lo que he sido". Él ha ido la guerra, de niño. El peritaje eléctrico, de joven. La carrera de Psicología y la enseñanza, de mayor, aunque siempre presente. (Se licenció con 44 años) Y la familia, en todo su trayecto. “Os he querido, aunque, a veces, probablemente, no lo habéis notado". Se le atascan las palabras a Bayés, en más de una ocasión, a lo largo de los 48 minutos que dura el diálogo. Debe ser complicado -pienso- mirar hacia atrás, consciente de que, hacia delante, apenas queda ya campo de visión porque se estrecha más y más, cada día que pasa, en una vida, como dice, ya de “prestado” pasados los noventa.
Una conversación te puede conmover hasta el tuétano en cuestión de minutos. Una conversación. Sólo eso. Todo eso
Con las manos en el volante y esa voz curtida de fondo, mientras me pierdo a través de montañas verdes y un cielo que se apaga, mi cabeza vuela. Reflexiono sobre la importancia de testimonios como éste. En el poco espacio, por no decir ninguno, que tienen en la televisión de hoy, en la radio de hoy. En que nos llenan los oídos con palabras vacías de políticos sin talento que creen que saben de todo y no saben de nada. Que no entienden. Que no oyen. Tengo la sensación de que escuchar, en este mundo en el que nos movemos, es algo casi revolucionario, rompedor. Y lo cierto es que sólo es necesario tener los oídos bien abiertos y la curiosidad encendida, como repite Bayés. Porque una conversación te puede conmover hasta el tuétano en cuestión de minutos. Una conversación. Sólo eso. Todo eso.
Piel adentro
¿Lo has pensado ya? ¿Te has emocionado, alguna vez, en la última semana? Una canción, la puesta de sol, la mirada cómplice de un hijo, la sonrisa de un desconocido, el gesto amable de la cajera del supermercado, una llamada inesperada, un “te quiero” de esos que escasean… Si en los últimos siete días no has tenido tiempo de pararte a sentir y la respuesta es “no, ninguna”, te recomiendo que hagas tuyo el final del poema, Campanas, del costarricense Jorge Debravo a quien Bayés descubrió gracias a un taxista durante un viaje a ese país: “Caminemos. Olvídate del mundo. Piensa solamente en lo que llevas piel adentro y sabrás qué dulce y qué sabroso es, de pronto, vivir". Porque, ahí, en lo que llevamos piel adentro, está realmente la vida.