Los independentistas no son mayoría en Cataluña, pero mantienen poder y terquedad en contra de todo principio democrático. Si ya se han apropiado del Parlamento con los votos telemáticos prohibidos por el Constitucional, qué no harán para extender su ambición y lograr sus propósitos.
Las lenguas se mueven para ayudar a sus usuarios. Las que tienen limitadas las posibilidades de servir para todo tipo de comunicación se hermanan con otra mejor posicionada que cubre mejor la cultura, el comercio y la comunicación internacional.
Lo grotesco es todo aquello que, por su rareza o extravagancia, puede mover a la risa, como ese cómico que opta por expresarse en bretón ante una audiencia mayoritariamente francófona.
La lengua de los húngaros es comparable al catalán en número de hablantes y en temperamento nacionalista. Me decía con toda tranquilidad un amigo de allí, también lingüista, que en unas generaciones puede a desaparecer. Lo comentaba de manera hiperbólica, es verdad, pero no sin fundamento. Los húngaros cubren con su lengua las conversaciones familiares y de tipo social en primer grado, pero como no les sirve para el desarrollo cultural, ni para el comercial, ni para el internacional, se sirven del inglés para cubrir las carencias.
La sociedad húngara culturalmente integrada es también anglófona, y los comerciantes, incluso las vendedoras de hortalizas y los panaderos. Durante la época soviética fue el ruso la lengua complemento, pero como carecía de transmisión familiar ha sido fácil cambiarlo por el inglés, herramienta gratuita al alcance de todos. Aunque el gobierno vela por mantener y propiciar la tradición magiar, no pone trabas cuando se introduce en colegios, en universidades, entre los comerciantes y entre las profesiones científicas y humanísticas. Y nadie vulnera la cortesía y usa el húngaro como un bufón cuando se impone utilizar el inglés.
En Barcelona seis de cada diez vecinos tienen al español como lengua de todos los días, algunos como única, y los demás dicen ser sobre todo catalanófonos, ciertamente, pero hablan, entienden, leen y escriben perfectamente en español
En Cataluña, una cosa es el programa nacionalista de inmersión, otra la implantación del castellano y otra lo grotesco, un uso espurio y forzado de la lengua catalana. A diferencia de Hungría, el castellano no puede ser abandonado porque es la lengua mayoritaria de transmisión familiar. Por eso el catalán sigue retrocediendo. Según informe del Ayuntamiento capitalino, en Barcelona seis de cada diez vecinos tienen al español como lengua de todos los días, algunos como única, y los demás dicen ser sobre todo catalanófonos, ciertamente, pero hablan, entienden, leen y escriben perfectamente en español, sin cuya destreza no podrían cubrir sus contactos vitales. Dice la misma fuente que el catalán se habla más que el español en solo uno de los diez distritos de Barcelona, Gràcia, y donde menos catalán se practica es en Nou Barris, lengua habitual del 17,7 %.
Claro que solo el 55% de los barceloneses ha nacido en Cataluña, el 31% lo ha hecho en el extranjero, pero habla español, y el 14% en el resto de España. Un tanto crueles serían los padres que hablen en catalán a sus hijos y les impidan conocer la segunda lengua del mundo.
Convencer a los jóvenes
El PSC, Junts, ERC y Comunes son favorables a fomentar la lengua condicionada en el ámbito digital, pero no quieren saber que las lenguas se mueven en función de las necesidades, y la necesidad en lo digital exige al inglés, y después al español. Donde lo tienen mucho más difícil es en convencer a los jóvenes para que lo usen en sus encuentros. Ellos se rigen por principios naturales y no condicionan sus conductas. Lo que les va, y es indestructible, es el castellano, y así se lo hacen saber a las autoridades académicas. PP y Vox ven, sin embargo, el fracaso de las políticas lingüísticas, la inutilidad del esfuerzo y el gasto inútil de los últimos 40 años. La imposición de una lengua crea, irremisiblemente, el rechazo.
Volverá el catalán a sus cauces cuando recupere su condición de lengua querida por todos y deje de ser el idioma antipático de la escuela, el arma ideológica de los políticos y las algaradas grotescas de los independentistas cuando se dirigen a quienes no lo quieren oír.
Suecia no tiene política lingüística. Saben los ciudadanos que fuera del ámbito familiar es mejor hablar inglés. En la India se sienten los hablantes de hindi, una de las cuatro lenguas más habladas del mundo, orgullosos de ser ambilingües con el inglés, que es la lengua que les facilita el acceso a la cultura, el comercio y la internacionalización. Ni los húngaros, ni los suecos ni los hindúes se rasgan las vestiduras porque, inspirados en la razón, saben que las lenguas se mueven solas en función de las necesidades de los hablantes.
Las lenguas pueden servir para todo, pero no todas sirven para todo en todo momento.
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