Opinión

Real Madrid 14, Mbappé y Catar, 0

El Madrí, el de las mocitas madrileñas, el de la saeta, ese que está por encima de todo y de todos en el mundo del fútbol, lo ha vuelto a hacer. En París, el Real Madrid ha vuelto a demostrar en estos tiempos de emires y repúblicas, <

El Madrí, el de las mocitas madrileñas, el de la saeta, ese que está por encima de todo y de todos en el mundo del fútbol, lo ha vuelto a hacer. En París, el Real Madrid ha vuelto a demostrar en estos tiempos de emires y repúblicas, quién es el verdadero Rey de Europa. El mejor club del siglo XX -según la UEFA y las estadísticas- que sigue dominando con puño de hierro y botas de seda el primer cuarto de este siglo.

El Madrí, así, terminado en í, se trae a Cibeles la catorce orejona y deja con dos palmos de narices a un Salah sediento de venganza -como Boabdil, ha vuelto a llorar lo que no supo defender-. En París se queda el emir de Qatar y su PSG construido, como el City de Guardiola -es mejor ganar la Premier que la Champions, verdad Pep- a golpe de petrodólares y con el respaldo de todo un estado detrás que, una vez más, tiene que pasarse por el museo del Bernabéu si quiere ver de cerca una Copa de Campeones.

Allí en París quedan también los restos del que fue mejor jugador del mundo, compartiendo millones y vestuario con Kilian Mbappé, un chico tan pobre, tan pobre, tan pobre que solo tiene dinero. La gloria, de momento, deberá esperar; la gloria, otra vez, llega a la capital de España que, un día más, vuelve a ser la capital de todos los amantes del fútbol.

El Madrí ha demostrado que en este fútbol de los petrodólares, de los equipos Estado, de los jugadores con primas y sueldos mayores que los PIB de muchos países del mundo, sigue ganando

El Madrí, así, sin d, conquista en París -se dice pronto- la octava final que disputa en 24 años. Yo tenía 16 años la última vez que vi perder, allá por 1981, también en París y también con el Liverpool, la única final que acabó con derrota. Pero aquello fue otro milagro: llegar a una final con el equipo de los García -García Remón, García Navajas, García Cortés, Pérez García, García Hernández-. Perdimos por 1-0 y aún pudo Camacho empatar con una vaselina casi desde medio campo. Desde entonces, 8 Champions nos contemplan. Hay generaciones enteras que -como con el gran Rafa Nadal en París- no saben lo que es ver perder al Real Madrid en Europa.

Como bien recordaba este sábado Víctor Lenore, un culé que entiende de fútbol, el Real Madrid es el verdadero equipo del pueblo. Nadie, en este país donde la envidia es el deporte nacional, es capaz de ser la diana de las miserias de los demás. De aquellos que son capaces de celebrar en Canaletas que Mbappé no viene a Madrid como si fuera un título. Este año deben conformarse con el nadaplete y la Xavineta. O de aquellos otros que presumen de ser la mejor afición del mundo y que, por dos veces, se estrellaron con la historia blanca en Oporto y en Milán.

El Madrí ha vuelto a hacer felices a millones de personas en todo el mundo (si pueden, no dejen de ver los vídeos estos días de cómo se ha seguido la final desde Dakar a Tokio, desde Buenos Aires a Toronto). Un club que está por encima de presidentes y de jugadores. Hay que recordar a los jugadores que se creen por encima del bien y del mal que del Bernabéu -ese estadio que, por cierto, va a ser el mejor del mundo y se ha reconstruido mientras se han seguido ganando títulos- han sido despedidos Di Stéfano, Raúl, Casillas o Cristiano Ronaldo, cuatro de los mejores jugadores del mundo. Y el Madrí, ha seguido ganando.

El Madrí, además, ha demostrado que en este fútbol de los petrodólares, de los equipos Estado, de los jugadores con primas y sueldos mayores que los PIB de muchos países del mundo, sigue ganando. ¿Hasta cuándo? Probablemente, el milagro no se repetirá muchas veces. Pero esta noche, de momento, hemos vuelto a hacer el sueño realidad. Siempre nos quedará París.

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