Opinión

La realidad sobre el tope al gas

El mecanismo de compensación a las centrales de ciclos llamado “tope al gas” para reducir la factura final de los hogares acogidos al PVPC ha podido ser un éxito pues hay pocas dudas de que haya reducido la factura

La semana pasada ponía como ejemplo de intervenciones y consecuencias no deseadas a la subvención de los veinte céntimos a los combustibles en las estaciones de servicio. Como explicaba entonces, aunque la medida sea siempre bienintencionada, puede generar efectos no esperados, ya sea porque las leyes de la economía entran en juego o porque en el diseño se escapen detalles que puedan tornarse importantes en el futuro. Hoy hago similar revisión de otra de las medidas estrella del Gobierno en estos últimos meses como ha sido el tope al gas.

Primero, se me antoja necesario explicar en qué consiste la medida, ya que es bastante común entenderla mal o, directamente, no comprenderla. Así, muy esquemáticamente, el “tope al gas” consiste en establecer una referencia para el precio del gas inferior al fijado por el mercado, influyendo con ello, al suponer menores costes de producción de la tecnología más cara (ciclos combinados), en el precio de negociación del Mwh. Con ello se logra limitar la retribución a tecnologías diferentes y más baratas. A cambio, se remunera con una compensación a las instalaciones de generación de electricidad que utilizan como fuente de energía aquellas de origen fósil aunque, teóricamente, esta compensación no sería superior al ahorro que supone no retribuir de forma extraordinaria al resto de tecnologías, por lo que se abarata el precio de la electricidad para el consumidor final.

Estos mecanismos generan incentivos positivos, de ahí la defensa de este tipo de mercados, pues lanza un mensaje a las demás empresas menos eficientes

El tope al gas no es un control de precios. La medida trata de “jugar” con el mismo diseño marginalista que caracteriza al mercado mayorista de la luz para reducir la factura final de los consumidores. Para entendernos, en un mercado marginalista las empresas que entran a producir son aquellas que encuentran rentable ofrecer el producto (costes medios inferiores al precio). En este tipo de mercado, es la última unidad ofertada por la última empresa participante la que marca el precio, es decir, es la empresa menos eficiente la que determina el precio final. En este caso, las demás, aquellas más eficientes, obtienen un “beneficio extraordinario” por el mero hecho de ser eso, más eficientes. Estos mecanismos generan incentivos positivos, de ahí la defensa de este tipo de mercados, pues lanza un mensaje a las demás empresas menos eficientes: “Si quieres tener beneficios extraordinarios debes ser mejor”. Finalmente, esto provoca una carrera hacia la eficiencia, mejoras tecnológicas, crecimiento y, a largo plazo, menores precios.

El problema, como ya he escrito en otra ocasión, es que en el mercado eléctrico las tecnologías usadas para producir un mismo producto son muy diferentes. Por esta razón, este supuesto mecanismo incentivador de los mercados de competencia donde todas las empresas corren hacia la eficiencia no es inmediato. La razón de esta imposibilidad es que hay tecnologías cuya ampliación no es factible -por la propia orografía del país (hidráulica) o por razones legales o de plazos (nuclear)-. Este es el motivo por el que, en situaciones de elevados precios del gas (usado por la tecnología más cara) los beneficios extraordinarios no juegan con el papel esperado y se convierten en una mera extracción de rentas de los consumidores.

La idea del tope es “vaciar” precisamente y parcialmente esos beneficios (excedentes del productor) para, con una parte de lo ahorrado, compensar a las empresas que usan gas y evitar que tengan que cerrar. Dicho de otra manera, se le paga menos a las más eficientes y, con parte de lo que dejo de pagar, se compensa a las más caras aunque en ese caso se mantenga un ahorro en la factura.

Sin el tope al gas, los precios de la electricidad en España habrían sido un 24% mayores a los que tuvo el país entre el 15 de junio y el 31 de agosto

¿Ha sido realmente este el caso? Lo que nos dicen nuestras estimaciones es que no hay duda de ello, ya que indican que el tope al gas ha sido un éxito si nos centramos en en el efecto que ha tenido sobre el precio final pagado por los consumidores. Haciendo un análisis de causalidad sobre la evolución del precio PVPC, encontramos que sin el tope al gas, los precios de la electricidad en España habrían sido un 24% mayores a los que tuvo el país entre el 15 de junio y el 31 de agosto. Podemos así, confirmar, que el objetivo central de la medida se logró con creces.

Dicho esto, vamos con las distorsiones. Estas se agrupan en dos. La primera de ellas es la posible sustitución de la producción de otras tecnologías a favor de los ciclos combinados, lo que ha podido suponer un mayor uso del gas en un escenario de transición y ahorro que exige todo lo contrario. En segundo lugar, una mayor exportación a Francia dados unos precios artificialmente más bajos que han situado a nuestro MWh en una posición de clara ventaja competitiva con una aportación adicional de tecnologías que usan el gas. Vamos por partes.

Respecto a la primera, detectamos un aumento evidente en el uso de las centrales de ciclos combinados a cambio de un menor uso de las centrales de cogeneración, más eficientes en la quema de gas, y de las hidroeléctricas. Si bien respecto a la primera se entiende que es una consecuencia directa del diseño de la medida (al quedar estas, al inicio, parcialmente excluidas del mecanismo), respecto a las segunda existen dudas de que el mayor uso de ciclos no responda más a una mera sustitución derivada de un verano donde las reservas hídricas están bajo mínimos. En todo caso, y sin descartar una mayor explotación de los ciclos motivado por una reducción de la incertidumbre que provoca una medida que asegura unos ingresos mínimos, las razones antes citadas han podido suponer una mayor quema de gas, obviamente una consecuencia no deseada.

Aumento a las exportaciones

En cuanto a las exportaciones, nuestro análisis fue valorar si, efectivamente, el tope introdujo mecanismos que las incentivaran. Lo que detectamos es que los precios que hubiéramos observado en el mercado spot del Mwh en España sin mecanismo habrían sido igualmente inferiores durante buena parte de este período al precio francés. Si esto es así, el aumento de las exportaciones, que podría derivarse en parte del mismo mecanismo, se habría producido igualmente sin su existencia. No obstante, no podemos descartar, por razones obvias, una cierta influencia.

En resumen, el mecanismo de compensación a las centrales de ciclos llamado “tope al gas” para reducir la factura final de los hogares españoles acogidos al PVPC ha podido ser un éxito pues hay pocas dudas de que haya reducido la factura. Sin embargo, los incentivos a usar de forma más intensa estas centrales frente a otras más eficientes, o incluso renovables, como es la hidráulica, ha podido jugar en contra del beneficio total de la medida. Como siempre, en economía, meter la mano en el mercado supone llevarse algún mordisco.

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