A raíz de las elecciones en Argentina he recordado una viñeta de Quino que descubrí en mi infancia, sin entenderla. En ella aparece en mitad de una pendiente un grupo numeroso de desharrapados mirando asustados hacia arriba, a un lugar fuera de foco del que, consecuentemente, lo ignoramos todo; tan sólo vemos las caras de terror de la panda de indigentes suplicando repetidas veces "¡Por favor, no! ¡No lo hagan! ¡Aquí no hay más espacio!". Acaba cayendo sobre ellos, cual bola de nieve imparable y arrolladora, otro grupo numeroso de personas. En la última viñeta se ve a todos juntos, jodidos y revueltos. Escuchamos lamentarse a uno de la estúpida costumbre de la clase media de acabar inevitablemente junto a lo más lumpen de Argentina.
Imagino que cuando llegó la viñeta a España, además de una sonrisa, arrancaría también a nuestros compatriotas orgullo y serenidad por saber que su nación iba en dirección contraria: el milagro del desarrollo económico español. Al volver a encontrarme con ella en mi adolescencia me pareció completamente ajena: ¿qué era eso de la existencia numerosa de pobres de necesidad? Por aquella época los malotes consumían hip hop anglosajón, más concretamente a Eminem. El rapero gozaba su máximo esplender después de haber ganado un óscar a la mejor canción por Lose yourself, todo un himno de los de mi generación. La pieza la compuso durante el rodaje de 8 millas, película inspirada en la vida del cantante: un joven blanco de clase obrera que trata de ganarse el respeto de los raperos de color…negro. Este momento supuso la ruptura de una barrera racial importante: el reconocimiento afroamericano de los "White trash", basura blanca, proletariado "no racializado", como dirían los oligofrénicos de ahora. Tanto Eminem como sus pares trabajaban con esmero las letras de sus canciones, transmitían en ellas las durísimas condiciones sociales, laborales y familiares que padecían por entonces.
Hoy es el día en que a la policía que está atendiendo las riadas de inmigrantes ilegales en las Islas Canarias no se le proporciona mayor protección ante estas enfermedades que unas mascarillas
Aquí es cuando despotrico de mi generación entera, especialmente de quienes se creían rebeldes sin causa por escuchar este tipo de música o (por irnos a lo hispano) a grupos mexicanos como Molotov. Personas que, por aquel entonces, disfrutaban de oportunidades para tenerlo todo (de hecho, así se "autopercibían"), no en vano se nos agasajaba con acrónimos como JASP (jóvenes aunque sobradamente preparados), que debería mutar ahora en ASIM (adultescente sobradamente idiotizado y moralista). Sufren ahora en sus carnes las carencias económicas con las que fantaseaban imitando a Eminem, sufren también la censura o directamente la ejercen contra artistas que antes admiraban, como Sabina, por haber dejado de ser rojo de pro. Irónico, ellos tienen de socialdemócratas lo que yo de orondo obispo, a la escasez de huelgas por el hundimiento económico que sufrimos me remito.
Estamos al tanto de que ya no se estila lo de rojo o comunista, todo es progresista. De admirar a negros duros que rapeaban y se daban de golpes hasta matarse si hacía falta, andamos ahora como un elefante en una cristalería al tratar con o sobre ellos, no sea que alguien vaya a ofenderse. No me extrañaría que en breve se llame sexo seguro a que un africano viole a una chiquilla de dieciséis años atendida pre y post violación por psicólogos y médicos a sueldo del estado. Al galán se le sugerirá que use condón, pero sólo de forma opcional; de la sarna y la tuberculosis no hablaremos, pues hoy es el día en que a la policía que está atendiendo las riadas de inmigrantes ilegales en las Islas Canarias no se le proporciona mayor protección ante estas enfermedades que unas mascarillas, ¿por qué iban a cambiar de criterio más adelante?
¡Que vienen los fachas!
Nos quejamos del reguetón que triunfa entre quienes son jóvenes ahora, pero al menos ellos no son niños ricos (o potencialmente ricos) jugando a ser jóvenes gángsters. Carecen de horizontes de sentido, empezando por el más elemental: el económico. Sólo les queda el hedonismo más primario, el del restriego ardiente de los cuerpos en la discoteca como ritual de apareamiento que no irá más allá del encuentro furtivo de una noche. A los menos agraciados y a los más torpes siempre les quedará todo lo que puede ofrecerles una pantalla. Quizá en su pasividad radique nuestra esperanza. Llegará un momento, no muy lejano, en el que no podrán seguir viviendo de sus mayores. Entonces no habrá ministerios de Igualdad o un "¡que vienen los fachas!" que valgan: todos seremos lumpen como en la viñeta de Quino a los que no nos quedará nada que perder.
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