La economía global se está desacelerando de manera notoria. Sin embargo, para que se produzca una recesión deberá haber un aumento significativo de la aversión al riesgo en los mercados financieros, que, de nuevo, termine por explotar la enésima burbuja engendrada por los hacedores de política económica. Este es el devenir del ciclo económico planetario desde 1998, donde, definitivamente, se desmelenó sin complejos uno de los rasgos característicos del sistema de gobernanza neoliberal, la financiarización de la economía en su conjunto. Un resultado colateral, los nuevos devoradores del presupuesto público. Nos referimos a la banca sistémica, que actúa bajo el riesgo moral "demasiado grande para quebrar".
El sistema financiero evolucionó desde aquel donde los bancos comerciales estaban estrechamente regulados y supervisados, a otro donde los mercados financieros dominan el sistema. Técnicamente este proceso se denomina "financiarización" de la economía en su conjunto. De ello ya hemos hablado largo y tendido. Fue la consecuencia lógica de los ingentes esfuerzos bipartidistas, en época de Clinton, por y para anular las protecciones establecidas por Franklin Delano Roosevelt que hicieron frente a los días más oscuros de la Gran Depresión.
El sistema financiero ha crecido, en definitiva, exponencialmente en relación al sector no financiero, de manera que en lugar de financiar el capital productivo, se financió asimismo para apostar en el gran casino (burbujas bursátiles, inmobiliarias, de deuda, en materias primas, en bonos corporativos…). Al mismo tiempo, la inversión en capital productivo de la economía sufrió, y sufre, de manera perceptible. Si aplicamos una definición amplia de capital productivo que incluya los avances tecnológicos, el aumento de la productividad del trabajo, la infraestructura pública y privada, las innovaciones y el avance del conocimiento humano, la tasa de expansión del mismo se ha ralentizado.
El triunfo del cortoplacismo
La imagen actual no es simplemente la de unas finanzas fuera de control. Bajo el paradigma de la maximización del valor de la acción, se ha "financiarizado" la economía real. Las grandes corporaciones hace tiempo que dejaron de adoptar un enfoque de largo plazo. Tienen una visión cortoplacista. No se fomenta la inversión a largo plazo, solo la especulativa. Los líderes empresariales han respondido con acciones que pueden ofrecer resultados inmediatos a los accionistas, tales como recompras de acciones o aumentos de dividendos, mientras apenas han invertido nada en innovación, mano de obra especializada o gastos de capital necesarios para sostener el crecimiento a largo plazo.
El efecto de la financiarización sobre las sociedades no financieras ofrece segundas derivadas todavía más retorcidas. Existe un elevado riesgo de ser absorbido por una gran compañía, un fondo de inversión, un capital-riesgo… En un momento donde la rentabilidad ex-ante de la inmensa mayoría de los activos financieros de riesgo es muy baja, sino negativa, negocios de actividad real ofrecen rentabilidades muy atractivas y competitivas.
Estaríamos ante el último efecto perverso de la financiarización: la desmembración y, final desaparición, de negocios de economía real
Tras la Gran Recesión, la financiarización en realidad generó un gran desconcierto. Así, por ejemplo, desde ese momento las Sociedades No Financieras españolas se financian con más capital y menos deuda bancaria, lo cual en principio es bueno. Pero, hay que tener cuidado. Porque, por otro lado, en un entorno de burbujas de activos financieros, se inició un proceso de asalto del capital financiero al ecosistema productivo global, incluido el español.
Como consecuencia se dispararon la solicitud de concentraciones donde el comprador es, o bien un fondo extranjero, o bien una compañía mediana controlada en último término por un fondo de capital-riesgo, generalmente foráneo. Dichos fondos pueden tener una vocación de permanencia, pero en muchos casos el objetivo último es otro, "exprimir, dividir y vender la compañía". Estaríamos ante el último efecto perverso de la financiarización: la desmembración y, final desaparición, de negocios de economía real a manos de a manos de auténticos depredadores sociales.
En lo que nos toca como país, esta dinámica se ha extendido más allá de lo inimaginable, sin control alguno, ya no solo por la penetración de fondos de inversión, sino también de grandes corporaciones de capital extranjero, en las joyas de la corona patria. Desde empresas tecnológicas como Gamesa, negocios del sector agroalimentario y la distribución como Deoleo y Freixenet, hasta compañías tan sensibles a la seguridad nacional como Indra. En definitiva, la recesión global, cuando se produzca, tras una fuerte caída de los activos de riesgo, permitirá contrastar cual serán sus efectos reales sobre estas empresas “asaltadas” por el capital especulativo. Mi hipótesis es que no veremos nada bueno. Pero habrá que esperar.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación