Siempre me asalta la misma pregunta al pasear por la calle del Espíritu Santo, en el barrio madrileño de Malasaña. ¿Qué pensarán los dueños de Pollerías Herrero (desde 1923) cada vez que abre un negocio con una modernez insostenible, cosa que sucede cada pocos días? No hace falta alejarse mucho de este local para encontrar un “hotel-gastro”, que parece la nueva forma de referirse a los negocios de este tipo que tienen restaurante. Después, se halla un bar que ofrece “after-curro” a media tarde; y una tienda de moda en cuya puerta aguarda un maniquí de Adolf Hitler con máscara de gas. A dos calles de ese lugar se desplegó unos días atrás una aberración llamada La Llorería, que era una exposición dedicada a la salud mental y que organizó una empresa que ofrece psicólogos de bajo coste.
Cambia el mundo por la impermanencia, pero también por la acción de unos cuantos iluminados que no nos hacen falta, pero que tienen la capacidad de colarse por las grietas del lugar que habitamos. Esa iniciativa psicológica -cuyo nombre banaliza la enfermedad mental- no hubiera tenido tanto eco mediático si a Íñigo Errejón no se le hubiera ocurrido adoptar como bandera política la falta de estos especialistas en la sanidad pública.
La 'izquierda malasañera' de Más Madrid recurre a este tipo de temas sensacionalistas -y a la legalización de la marihuana o a la jornada de cuatro días- para ganar votos gracias a los titulares, así que es de prever que en su seno habrá grandes cabezas pensantes que se dediquen a buscar historias lacrimógenas con las que medrar; a poder ser, trabajando lo justo. Bien podrían esmerarse en hallar la respuesta a otro tema de interés atemporal, como el misterioso apoyo de Inés Sabanés a la recalificación de los terrenos de la Ciudad Deportiva del Real Madrid. Pero quizás Errejón era muy joven entonces.
Los iluminados tienen la capacidad de ocultar lo importante bajo su montaña de quincalla argumental. El personaje más relevante de entre todos ellos ha sido en los últimos años Iván Redondo, a quien Carlos Alsina retrataba este jueves en una entrevista en la que se ha podido apreciar que, cuando se le ilumina con luz potente, se descubre como un ente hueco y de escaso valor.
Los iluminados salen caros, pues sus objetivos siempre se encuentran por encima del interés general
Escuchar esa conversación resultaba tétrico, pues transmitía la impresión de que quien fuera el principal asesor presidencial durante tres años ha supeditado los intereses de 47 millones de españoles a las majaderías típicas de los politólogos más engreídos. "Nuestra función es tener información y convertirla en conocimiento para el presidente del Gobierno", expuso. A continuación, apuntó a que el análisis de los micro-datos permite concluir que Yolanda Díaz es la líder política más popular entre los menores de 45 años y que gracias a esto se podría encauzar el malestar de una juventud que se dirige hacia otro 15-M.
¿Interés público?
Después de una febril exposición, Alsina le ha trasladado la pregunta del millón: “¿Usted piensa en el bien del país más allá del éxito de sus candidatos?”. Y es evidente que no, como también es obvio que las dinámicas por las que se movió su Secretaría de Estado no han cambiado sustancialmente desde entonces. Porque de sus palabras se puede deducir que las políticas del Ejecutivo están supeditadas a los 'micro-datos' y las 'macro-chorradas', de ahí que se dote un 'bono cultural joven' con 210 millones de euros para tratar de mejorar los resultados demoscópicos entre los menores de 45 años. Aunque sea a costa de sangrar con nuevos impuestos a sectores de población con 'micro-datos' más o menos beneficiosos para Sánchez. Y aunque todo ese gasto genere un déficit que minará la libertad y condicionará el futuro a largo plazo de los menores de 45. Pero, ya se sabe, a los politólogos de palo les importa bien poco lo que ocurra en el futuro menos inmediato.
De todo esto se deduce que los iluminados salen caros, pues sus objetivos siempre se encuentran por encima del interés general. Y sus ocurrencias siempre tienen un reflejo en los ciudadanos, llámese 'La Llorería', el 'bono joven cultural' o el hecho de imprimir un cartel con la navaja que un loco ha enviado a una ministra durante una campaña electoral. Desde este punto de vista, ¿qué diferencia a los Redondo y Errejón de un comercial sin alma de concesionario de coches, que prioriza la venta sobre lo que necesita el cliente? Conviene referirse a cada cual como lo que en realidad es. Y la política se ha convertido en esto.
Maldita la hora en la que estrenaron El ala oeste de la Casa Blanca. Y maldita la hora en la que los representantes políticos decidieron rodearse de mediocres egocéntricos para tratar de enmascarar la evidencia de que son reyes desnudos.
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