Opinión

Reencuentros

Este lunes fue una jornada histórica donde muchos volvieron a verse tras demasiadas semanas alejados. También nos reencontramos con la verdad de los medios rendidos a la propaganda

Este lunes, septuagésimo segundo día de estado de alarma, fue una histórica y bella jornada de reencuentros. En media España, Madrid y Barcelona incluidas, llegaron a la fase 1. Allí se reencontraron muchos abuelos y nietos que llevaban más semanas de las soportables sin verse. Lo más relevante es que se reencontraron los camareros con su clientela en las terrazas abarrotadas y, por ende, los clientes se reencontraron con las cañas y los cafés que tanto ansiaban. 

Los runners, ciclistas y paseadores se reencontraron con sus parques favoritos. Muchos trabajadores y sus jefes se reencontraron en la oficina, si bien todavía unos cuantos siguen inmersos en el teletrabajo porque en sus empresas no se pueden mantenerse las distancias. Por fin se reencontraron los enterradores con las familias de los muertos recientes. Y se reencontraron también los feligreses con sus curas, entre otros reencuentros.   

En los lugares de fase 2, como en el País Vasco donde yo vivo, principalmente nos reencontramos con la libertad de no tener que mirar al reloj para ver qué se puede hacer, porque se acabaron las franjas horarias que nos han traído por la calle de la amargura. También se reencontraron algunos profesores y sus alumnos, pero solo eran una minoría, claro, porque el cisco que hay montado con la educación, ese que apenas sale en la tele, va para largo.

Nos reencontramos con la maravillosa sensación de entrar a una cafetería y sentarnos en una mesa a degustar ese café que sabe a viejo

Nos reencontramos con la maravillosa sensación de entrar a una cafetería y sentarnos en una mesa a degustar ese café que sabe a viejo. También nos reencontramos con la posibilidad de entrar en un centro comercial para fundir la tarjeta de crédito tras tanta frustración acumulada. O en las residencias tan golpeadas durante la pandemia se reencontraron los ancianos y sus familiares.  

En todo el país, esté en la fase que esté, la gente que aún lee los periódicos se reencontró con la verdad de una prensa precaria que tiene que hacer propaganda gubernamental porque los ingresos por publicidad valen más que los principios editoriales. Lo digo porque todos los periódicos de papel llevaban en su portada una campaña publicitaria del Gobierno: #SalimosMásFuertes. Era la misma frase que el propio jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez, pronunció varias veces en su última comparecencia: "Hemos salido, saldremos más fuertes de esta crisis". Todo el mundo sabe que eso no es verdad, pero no importa.

Más allá de la jodienda de la mascarilla, el olor a desinfectante y la distancia, quizás las cosas no vayan a cambiar tanto como nos dijeron. O quizás sí, ya lo veremos

Durante esta "desescalada" a dos velocidades, España se está reencontrando a sí misma. Más allá de la jodienda de la mascarilla, el olor a desinfectante y la distancia, quizás las cosas no vayan a cambiar tanto como nos dijeron. O quizás sí, ya lo veremos. Pero hay cosas que no cambiarán porque no estamos preparados mentalmente para eso. En su discurso optimista, Sánchez decía que "estamos a un paso de la victoria"

La mejor propaganda es la invisible y sibilina. La peor propaganda es aquella demasiado evidente. Burda. Pero en momentos de ilusión colectiva, hasta lo más zafio puede hacer fortuna entre la gente anonada por la esperanza. La victoria se reencontrará con el olvido. Seremos felices con nosotros mismos. Y nadie se acordará de esas colas de gente buscando comida

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