Iniciar un periodo de cierta estabilidad política para abordar todos los temas que se han ido abriendo en el debate público empieza a ser urgente. El fin del año 2019 puede dejar atrás uno de los periodos más convulsos e inestables de las últimas décadas; así mismo, el cambio de año y de década propician la posibilidad de cambiar de tercio e iniciar un curso político para abordar todos los debates que un día incendiaron el debate público y que por incomparecencia de la política se extinguieron en el cajón desastre de los deberes perdidos.
Tras varios años de debate político sobre la política, un nuevo año y un nuevo gobierno comportan la esperanza de retomar debates políticos sobre las políticas, sobre los ciudadanos, sobre sus derechos y deberes. Siendo conscientes de que el tiempo es el oro de nuestra era, hemos derrochado demasiado hablando sobre las historias de la política, sobre los propios políticos, sus intrigas, sus pasiones, sus miedos y ambiciones, como si las tertulias de actualidad fueran capítulos de una serie de Netflix. Devolvamos el debate político a quien legítimamente le pertenece: a los gestionados y sus problemas, puede que sea la única manera de recuperar la credibilidad y legitimidad de la muy denostada política.
Donde quedó el debate sobre los aforamientos, un tema que aunaba el posicionamiento de todos los partidos sobre la necesidad de acabar con ellos, todavía pendiente. Éste resulta un ejemplo paradigmático de grandes anuncios que nunca tuvieron continuidad, pero en el cajón de los temas inconclusos este país tiene una gran deuda con algunos fundamentales para su desarrollo: el debate sobre las pensiones, la financiación autonómica y local, la controvertida salida de la crisis, el modelo productivo y la economía digital, la calidad del empleo, el futuro de nuestros jóvenes, un consenso sobre la educación que no cambie cada vez que lo hace el color del gobierno, la eutanasia, la renovación de los órganos de control, el papel del Senado como cámara territorial, las medidas para paliar la crisis climática y la reconversión económica que lleva aparejada, la igualdad real de hombres y mujeres y la lucha contra la violencia machista, la memoria histórica y, por supuesto, el debate territorial o todas las reformas constitucionales que se anunciaron. Están listados algunos de los temas que ocupan las principales prioridades de los administrados, por ello, un día fueron anuncios de candidatos y portadas de la prensa. Pero transcurrido el tiempo sin noticias de su impulso, debate o consideración, pareciera que fueron utilizados como arma arrojadiza contra los otros, de forma momentánea, coyuntural, como una tormenta en forma de trending topic.
Hemos derrochado demasiado hablando sobre las historias de la política, sobre los propios políticos, sus intrigas, sus pasiones, sus miedos y ambiciones"
La historia, como gran lección de los errores cometidos, conmemora un siglo desde que la política se convirtió en el gran problema para el viejo continente y son varios los paralelismos, como la desafección política o el ascenso democrático de los ultras, que nos unen a los años 20 del siglo pasado. No hace falta ser alarmista, solo conocer la historia para no repetir los errores, por ello, la política debe empezar a ser parte de la solución. Quedan un par de días para acabar la primera década del siglo XXI, seguimos con gobierno en funciones y con los retos pendientes, pero nada nos impide aprovechar este cambio en el calendario para reivindicar una política de los hechos, que supere la política sobre la política. No es un cambio sencillo, pero ¿para qué están los años nuevos? Feliz 2020.
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