Opinión

Regenerar la dictadura

El intento de recuperar por vía administrativa el control de la opinión y comunicación expresa la alarma de la oligarquía política y sus empleados serviles

La calidad democrática según Sánchez
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Congreso de los Diputados, imagen de archivo Eduardo Parra / Europa Press

Lo hemos dicho aquí otras veces: cuando hablan de mejorar la democracia lo que intentan es regenerar la dictadura. Sánchez, obsesionado con los huesos de Franco y con regular la historia hasta convertir el pasado en impredecible, ha logrado que su gobierno recuerde cada vez más la dictadura del difunto caudillo.

Algunos análisis, como este de Okdiario, encuentran parecidos más que superficiales entre la anunciada normativa de control de los medios de comunicación, en realidad de financiación de medios obedientes y cancelación de hostiles mediante acoso económico y administrativo, y la Ley de Prensa de 1938, obra de Serrano Suñer, el más pronazi de los ministros de Franco (de ahí el aire goebbelsiano común).

Ambas prevén un “Registro de medios” (autorizados), un “Registro de periodistas” (autorizados), el “control de la propiedad” (autorizado), el control gubernamental del derecho a la rectificación, e incluso la cesión gratuita de espacios de publicidad al Gobierno (además de ayudas especiales para prensa separatista, estas solo de Sánchez). La norma pretende además sustituir la tutela judicial por vías de sanción administrativas controladas, como es obvio, por el Gobierno. Si no es un ataque en toda regla a la libertad de expresión y de empresa, contra la tutela judicial y la igualdad jurídica del Estado de derecho, deberemos admitir que doña Begoña Gómez es catedrática con plena justicia y el hermanísimo un nuevo Von Karajan.

Los críticos, es decir, la totalidad de ciudadanos que no consideran a Sánchez el mejor gobernante de la historia mundial, están de acuerdo en que el casus belli inmediato es la instrucción judicial contra el entorno familiar del presidente por posibles delitos de corrupción. El hecho de que hayan sido mayoritariamente revelados por periodistas de medios digitales independientes confirma que son estos medios, y quienes los escribimos y leemos, la diana del plan de cancelación de medios independientes y dependencia financiera de los medios autorizados. En resumen, es la instauración del ecosistema comunicacional de una dictadura.

Hay otros motivos menos instrumentales a corto plazo que según creo merecen atención. Uno es muy viejo, la pretensión oligárquica de control de la opinión pública, y otro muy nuevo, la forma en que internet ha modificado para siempre el ecosistema y prácticas de la comunicación, y por tanto de la opinión pública.

Lluís Orriols, politólogo del régimen salido de la inagotable cantera catalana, expuso en un reciente informativo de TVE los que, a su juicio, son los problemas más acuciantes de la democracia. Se resumen en dos y un colofón: [1] cada vez más gente se forma sus propias opiniones, y no coinciden (o son antagónicas) con las del gobierno y sus servidores (como él mismo), y [2] esta independencia de criterio coincide con el descrédito y pérdida de confianza en la prensa tradicional que transmitía verticalmente las opiniones oficiales y las críticas autorizadas. Colofón: hay que hacer algo para atajar el primer problema y dar la vuelta al segundo. Y ese algo es el Plan de Regeneración de la Democracia de Sánchez.

La revolución digital y la alarma de la oligarquía

Internet desbarató hace tiempo los planes de los aspirantes al monopolio de la información como el señor Orriols. La razón es, por cierto, puramente material y tecnológica, aunque las consecuencias sean políticas, culturales e incluso metafísicas (si tienen curiosidad se explica al final).

La comunicación moderna de masas consistía en una relación vertical donde periodistas, intelectuales, políticos y empresarios, emitían sus mensajes a millones de receptores forzosamente pasivos, cuya capacidad de crítica se limitaba a la carta al director, la queja con sus conocidos y el cambio de medio o canal. Y eso era todo: por abreviar, el marco comunicacional óptimo para las oligarquías políticas y empresariales del siglo XX. Además, los oligopolios de comunicación y la economía de escala (los medios no son baratos) limitaban mucho el pluralismo informativo real. Cualquier boomer recordará la época no tan remota en que medianas ciudades tenían varios diarios y revistas, y sus propias emisoras de radio. El avance de la sequía informativa está dramáticamente representado por el duopolio de la TV que impuso el PSOE y mantuvo el PP con Atresmedia y Mediaset, más medios públicos cada vez más sectarios y oficialistas.

Y en esto llegó internet con sus blogs, webs, digitales y redes sociales: una revolución semejante a la imprenta de Gutenberg. Las denuncias de los bulos y desinformación que circulan por ellas es pura hipocresía; oligopolios y medios dependientes del gobierno de turno son la verdadera máquina del fango.

Hay pseudodigitales que solo han prescindido del papel prensa, ediciones que de digitales solo tienen el nombre, y falsos expertos e influencers a sueldo de la Rusia de Putin

Internet rompe la barrera entre emisores y receptores, los hace papeles intercambiables y consigue así una información de mucha más calidad, profundidad y pluralismo, siempre y cuando uno se tome la molestia de buscar y encontrar los excelentes periodistas, analistas y verdaderos expertos que, a diferencia de Lluís Orriolls y tantos más, nunca son invitados a mediasaurios. Por supuesto, la tecnología no sustituye al proyecto y práctica de otra clase de periodismo, por eso también hay pseudodigitales que solo han prescindido del papel prensa, ediciones que de digitales solo tienen el nombre, y falsos expertos e influencers a sueldo de la Rusia de Putin y otros poderes tenebrosos.

Y llegamos al cambio metafísico. Fue Platón quien fundó la utopía del Estado perfecto (expuesto en República y Leyes) gobernado por filósofos, es decir, por profesionales del conocimiento. La idea en sí ya era mala entonces, y Aristóteles la desmontó muy bien en su Política. Y no ha dejado de empeorar según el filósofo platónico degeneraba a cosas peores, hasta que Erasmo de Rotterdam calificó la idea de locura peligrosa (y sin conocer a los politólogos de Sánchez y sus socios). La metafísica de la democracia no admite esa división, a pesar de los nuevos problemas creados por la igualdad.

El intento de recuperar por vía administrativa el control de la opinión y comunicación expresa la alarma de la oligarquía política y sus empleados serviles. También es de imposible consecución, excepto en una dictadura al estilo chino o cubano… o si la ciudadanía española se rinde y abandona a los medios independientes, como este donde tengo el honor de escribir. Callar, censurar y mentir sin oposición a los supuestos ignorantes es cosa del pasado, aunque el intento de regenerarla puede aún causar mucho daño.

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