No es seguro, ni siquiera probable, que el presidente del gobierno conozca lo que sucedió allá por el mes de agosto de 1935 en el Palacio de los Nobles de Moscú con motivo de la celebración del VII Congreso de la Internacional Comunista – Komintern-, aunque los comunistas más ilustrados con los que está aliado lo saben de sobra; otra cosa es que se lo hayan contado.
El caso es que ochenta y ocho años después, los socialistas han venido a resucitar en España una obediencia a Stalin que había sido felizmente abandonada por completo por el PSOE de Felipe González y que, jamás, socialismo civilizado alguno ha asumido prácticamente nunca y menos aún desde la 2ª Guerra Mundial hasta ahora.
Según narra muy documentadamente Stephen Koch en su imprescindible libro El fin de la inocencia (1994), Gueorgui Dimitrov (estalinista búlgaro, alto dirigente del Komintern y acusado de incendiar el Reichstag) anunció durante el citado congreso: El Frente Popular como la alianza antifascista del Komintern con la izquierda no estalinista. En su presentación del nuevo dogma estalinista, Dimitrov señaló: “Camaradas, recordaréis la antigua historia de la guerra de Troya. El ejército atacante no logró la victoria sin recurrir al famoso caballo de Troya. Entonces pudo penetrar en el mismo corazón del campo enemigo”.
Es muy probable que la amnistía de Sánchez sea la única de la historia -española y mundial– que, en vez de ser reconciliadora, es frentista
Sobre el mismo tema, Babette Gross escribió una biografía política de su pareja Willi Münzenberg (1967), en la que señala al Frente Popular como una acción conjunta que consideraba “ a la totalidad de campos no comunistas como fascistas”.
El caballo de Troya, en el que Sánchez ha metido a todos los que están en contra del Estado de Derecho, de nuestra Constitución, y una buena parte, de España, para derrotar desde dentro el magnífico legado institucional de la Transición, está demasiado a la vista como para que pueda tener éxito. Es muy probable que la amnistía de Sánchez sea la única de la historia -española y mundial– que, en vez de ser reconciliadora, es frentista y tiene en contra a la mayoría de la población. Además, las más significativas instituciones públicas y ciudadanas están manifestando su abierta y pública disconformidad. ¿Pueden los socialistas y sus aliados esgrimir que alguna amnistía a lo largo de la historia haya encontrado tanta legítima oposición?.
Sería un hazmereir, si no estuviéramos ante un drama, que el argumento central del nuevo gobierno amnistiador lo dictara Stalin hace ochenta y ocho años. Y que tal dictamen consista en descalificar como fascistas a Felipe González, Alfonso Guerra y un importante etcétera socialista, a numerosos exdiputados de todos los partidos políticos, significados sindicalistas, la judicatura, los más eminentes juristas, las más diversas y prestigiosas instituciones y la ciudadanía más ilustrada, amén de a todos los españoles -la gran mayoría– que defienden el Estado de Derecho y su constitución,… es un disparate único en la historia…..de los países civilizados.
Sustituir un programa de gobierno -de imposible confección entre catorce intereses políticos en juego enfrentados entre si- por una descalificación del PP como partido fascista, con un “muro” por medio, es completamente absurdo; y ridículo que los seguidores de las consignas estalinistas -algunos aparentemente ilustrados– la repiquen también.
Puesto que el PP ha gobernado España, ¿podrían citar los progresistas alguna acción política fascista durante sus largos años de gobierno? ¿Verdad que no? E incluso, de Vox, que no ha gobernado, ¿qué declaraciones de sus dirigentes pueden interpretarse como fascistas? Mientras tales preguntas no tengan -es imposible- respuesta, seguiremos estando ante una cortina de humo tejida en la URRS estalinista y desempolvada ahora por Sánchez para ocultar tres grupos de hechos, contrastables e indubitables:
- En el orden moral, el abandono de sus eternos principios civilizadores. La mentira y el engaño se han adueñado del discurso progresista. La confianza, en tanto que virtud social básica para explicar la prosperidad de las naciones, ha desaparecido de la escena política socialista. Y la integridad personal -pensar, decir y hacer lo mismo- ha sido desterrada por completo de la cultura progre.
- En la esfera política, el socialismo del siglo XXI se ha declarado públicamente enemigo del Estado de Derecho, para adoptar un modelo -procedente de la fracasada Revolución Francesa– democráticamente totalitario, bolivariano y por tanto tercermundista.
- En el ámbito económico, los desastres económicos de Zapatero y Sánchez están tan a la vista como sus descaradamente falsas interpretaciones de la realidad. La España de Zapatero sufrió un decrecimiento de su renta per cápita del 6% y con Sánchez creció -en cinco años- menos de un 1%; nueve veces menos que la UE. En desempleo somos líderes indiscutibles a nivel mundial. La deuda pública durante ambos gobiernos creció más que nunca y en ningún país civilizado.
La realidad pone de manifiesto que cuando gobernó el PP, el orden moral no se deterioró, en la esfera política -como buenos conservadores, según Chesterton- asimilaron -pudiendo haberlos restaurado- los desvaríos progresistas, como la politización del Consejo General del Poder Judicial, y en el ámbito económico registraron datos de creciente económico, empleo y deuda pública en las antípodas socialistas.
Para que la democracia funcione
Llegados a este punto, merece la pena citar a un gran sabio de la filosofía política, Giovani Sartori -un fascista para Sánchez, aunque seguramente no sabrá quién fue´– que al final de su vida sostenía que para que la democracia funcione, la segunda vuelta para designar un claro ganador de las elecciones es fundamental, así como la prohibición de coaliciones postelectorales.
¡Qué pena que no estén prohibidas las coaliciones en España y no haya cuanto antes una segunda vuelta electoral que permita aclarar si la amnistía y otras concesiones independentistas es lo que quiere, de verdad, España!
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