Pioneros continentales europeos del constitucionalismo liberal, en 1812, con nuestra constitución fechada en Cádiz el día de San José -famosa “Pepa” por ello- que legó al mundo la palabra liberal y estableció políticamente la “igualdad de todos los ciudadanos ante la ley”, andamos ahora los españoles de vuelta atrás de nuestros mejores logros históricos para regresar a pasados deleznables.
Poco duró la Pepa, apenas 25 años, para ser sustituida en 1837 por otra aún más efímera que dio paso a la de 1845, para 24 años después ser reemplazada por la de 1869 que apenas duró 7 años, seguida de la republicana de 1973. A esta le sucedió la de 1876, la más longeva que hemos disfrutado hasta ahora, relevada por la republicana de 1931, que pereció ocho años después. La actual, de 1978, la mejor de todas, al cabo de 45 años de vigencia comienza a estar seriamente acechada por sus enemigos de siempre en España: una irredenta izquierda -la de principios del siglo XX y comienzos del XXI- y sus socios, los separatistas de nuevo cuño.
Los enemigos de la España constitucional forman una aleación – indisoluble, a diferencia de una coalición- sustentada en dos principios fundacionales: la negación del sagrado principio de “la igualdad ante la ley” y la inexistencia de la nación española, la más antigua del mundo según Julián Marías. Principios que habían consagrado todas nuestras constituciones hasta ahora, incluida la fallida -por progresista- de 1931.
Viene al caso, para iluminar el presente desde una perspectiva histórica, que la fallida aventura republicana de 1931 -precedida de la dictadura de Primo de Rivera– ya surgió de una falsa interpretación del sistema democrático de entonces, una monarquía parlamentaria perfectamente alineada con las mejores europeas, debida a una estrambótica alianza: los mismos enemigos de ahora, juntos entonces con el anarquismo, las juntas militares …..y asombrosamente por los intelectuales de la época.
¿Cómo se llegó así a la dictadura de Primo de Rivera y luego a la fracasada experiencia de la 2ª República? Claramente contrariando en ambos casos el voto ciudadano
La sociedad española, muy mayoritariamente según acreditan las elecciones celebradas en aquel tiempo, y la monarquía parlamentaria tuvieron un comportamiento perfectamente razonable y coherente con sus equivalentes europeos. Aquella crítica, despectiva y muy ignorante visión de España, estuvo acompañada de un pensamiento político totalitario, derivado de la democracia rusoniana según la cual la volonté général todo lo podía, despreciando así la imprescindible división de poderes de la democracia liberal, el respeto de las minorías, de la ley y la libertad.
Frente a aquella simpar y esperpéntica -como cierto teatro de la época- alianza, todo lo que quedaba enfrente era la otra España: la monarquía parlamentaria, las fuerzas políticas liberales y conservadoras y los ciudadanos españoles que en las dos elecciones -tan concurridas como limpias- municipales de 1917 y parlamentarias de 1918 votaron muy mayoritariamente. Las izquierdas, el nacionalismo, sus intelectuales y militares fueron barridos de las urnas.
En las elecciones municipales de 1917 las candidaturas monárquicas obtuvieron casi 2.500 ediles por 431 de la Alianza de Izquierdas; un triunfo monárquico que más que quintuplicaba a su oposición. En las generales de 1918 al Congreso de Diputados los liberales junto a los conservadores obtuvieron el 73% de los votos y 334 escaños frente al 22,6% de los votos y 61 diputados de la Alianza de Izquierdas y los nacionalistas.
¿Cómo se llegó así a la dictadura de Primo de Rivera y luego a la fracasada experiencia de la 2ª República? Claramente contrariando en ambos casos el voto ciudadano e imponiendo -ante la blandura de la monarquía- un nuevo sistema político que lejos de resolver los problemas de entonces los acrecentó.
Ahora por fortuna, los anarquistas y los militares han desaparecido de la escena política y los intelectuales, como el Colegio Libre de Eméritos con su reciente manifiesto España, democracia menguante, no son compañeros de viaje, sino opositores, de la operación política en marcha: no la sustitución -carecen de votos para ello- sino el desmontaje de los principales fundamentos de nuestra constitución, junto con la demolición del Estado de Derecho que la sustenta.
A diferencia de 1812, España no es ahora vanguardia de la libertad para todos sometida a la ley, sino una triste y vulgar discípula de las peores prácticas política de la América hispana.
Aunque pudiera parecer anacrónico, viene al caso recordar a Herbert Spencer, que hacia 1884, escribía lo siguiente:
- “La gran superstición política del pasado fue el derecho divino de los reyes. La gran superstición política del presente es el derecho divino de los parlamentos”.
- “El verdadero liberalismo luchó en el pasado contra la suposición del poder absoluto de los reyes, en la actualidad debe luchar contra la admisión de una ilimitada autoridad parlamentaria”
El catedrático de la universidad de Columbia y ensayista político, Mark Lilla, en su libro El regreso liberal: más allá de la política de la identidad (2017), defiende la vigencia de la “ciudadanía en tanto concepto central de la política democrática que une a todos los miembros de una sociedad política a lo largo del tiempo, al margen de sus características individuales. Se trata de “abandonar la retórica de la diferencia, para apelar a lo que compartimos: nuestra condición de ciudadanos”·
La aleación gobernante, carente de valentía política para reformar o incluso sustituir la actual constitución por otra de acuerdo con la reglas vigentes, ha elegido la puerta de atrás para pervertirla
Por su parte, la profesora de la universidad de Copenhague, Marlene Wind, defiende los valores liberales en su ensayo La tribalización de Europa (2019), poniendo como ejemplo que “Cataluña tiene el dudoso honor de ser el único lugar en el mundo occidental donde la mayoría de la población no tiene siquiera la opción de matricular a sus hijos en escuelas que enseñen su lengua materna”. Añade que los nazis se valieron “del poder parlamentario ilimitado….sin contrapesos constitucionales”, por lo que después de su derrota “se instauró un tribunal constitucional” -que inspiró el actual español- con el grave inconveniente aquí de su descarada y extrema politización “que entra en grave conflicto con los principios de la democracia liberal”.
Frente a los sempiternos principios de la democracia liberal que nos recuerdan desde hace siglos -entre muchísimos otros filósofos políticos- Spencer, Lilla, Wind, etc, la aleación gobernante, carente de valentía política para reformar o incluso sustituir la actual constitución por otra de acuerdo con la reglas vigentes, ha elegido la puerta de atrás para pervertirla.
El principal problema nacional
El regreso, tanto institucional como económico a nuestro peor pasado, que están postulando los autodenominados progresistas, se ha convertido tras las últimas elecciones en el principal problema nacional
Frente al persistente desprecio de la ley, junto con la desigualdad ante la misma que practican los socialistas y sus aliados secesionistas, mediante pírricas mayorías parlamentarias e interpretaciones políticas anticonstitucionales de un tribunal hecho a su medida y carente de la legitimidad de su independencia -por la descarada militancia política de sus miembros-, la sociedad civil española -incluido el mudo mundo empresarial- debe alzar su voz para reivindicar un inmediato regreso al orden civilizado liberal que habíamos conquistado y la aleación “frankesteiniana” nos está arrebatando.
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