La invasión de Ucrania nos ha devuelto de repente a las horas más oscuras del siglo XX y a la posibilidad real de una nueva Guerra Fría: décadas en las cuales el miedo de un devastador ataque nuclear que destrozara el planeta, anidaba en la mente de millones de personas. Fue un peligro que estuvo a punto de hacerse realidad en varias ocasiones. Por suerte, probablemente la seguridad de una respuesta por parte del otro bando disuadió de empezar el conflicto. Pero la preocupación era enorme y algunos buscaron la forma de alertar del riesgo de la destrucción mutua.
El reloj del juicio final, también conocido como el del Apocalipsis, es como un repaso a los acontecimientos más graves que han ocurrido en el mundo desde la II Guerra Mundial. Su historia es la siguiente: Miembros del Proyecto Manhattan -los que construyeron las primeras bombas atómicas- se asustaron del poder de destrucción demostrado en Japón y en 1945 los autodenominados “científicos nucleares de Chicago” crearon un boletín advirtiendo del riesgo de una guerra nuclear: seis páginas realizadas en multicopista. En menos de dos años se creó una revista y la diseñadora decidió colocar un reloj donde aparecía marcado un cuarto y con una manecilla en siete minutos antes de medianoche. Lo curioso es que su intención fue puramente estética, pero ha sobrepasado al contenido de la revista y su principal cometido, que consiste en advertir del gran peligro que supone el comienzo de un conflicto nuclear ya que una vez iniciado, sería casi imposible parar la réplica del contrario y detener una catástrofe global de incalculables consecuencias.
En octubre de 1949 Truman declara que la URSS había explotado sus propias armas nucleares. Eso llevó a cambiar el reloj a tres minutos antes de medianoche. Una fórmula rápida y simbólica de significar el aumento del riesgo. No llegó a ser realmente popular hasta que no se creó la bomba H (de hidrógeno, cuya capacidad mortal multiplicaba a las de Hirosima y Nagasaki) y se pudieron ver por la televisión en 1952 sus efectos. En 1953 se ajustó el reloj a 2 minutos antes de medianoche tras la primera prueba soviética del mismo tipo de bombas. Quizás fue el momento en el que más fama tuvo el “reloj del juicio final” y sus creadores pasaron a considerarse “boletín de científicos nucleares”, sin el apellido de Chicago.
El optimismo duró poco, en 1964 China probó una bomba atómica: era el quinto país del “club nuclear”. También empezó la guerra de Vietnam
En 1960 se retrasó de nuevo a siete minutos porque, ante los conflictos en Oriente Medio, ambas potencias decidieron no intervenir. Y aunque en 1962 estalló la crisis de los misiles, desatada por una posible guerra con Cuba que podría implicar un conflicto total con la URSS, no se movió el reloj porque la tensión duró apenas 13 días. Además, el verse tan cerca del desastre provocó una mejora de las relaciones diplomáticas entre la URSS y los Estados Unidos. De hecho, en 1963 firmaron el fin de las pruebas nucleares exceptuando las subterráneas y eso llevó a que se atrasara a doce minutos el reloj. El optimismo duró poco, en 1964 China probó una bomba atómica: era el quinto país del “club nuclear”. También empezó la guerra de Vietnam y diversos conflictos regionales. En 1968 se volvió a adelantar a -7.
En 1969, los cinco del “club nuclear” acordaron que podían ayudar a otros países con esa tecnología siempre y cuando los demás no usaran como arma ese poder nuclear. Se comprometieron todas las naciones menos India, Israel y Pakistán. A pesar de esas excepciones, eso llevó la aguja a -10 minutos. Ese mismo año la URSS y los EE.UU. accedieron a negociar una reducción de armas nucleares y en 1972 se firmaron los primeros acuerdos para desacelerar la carrera nuclear. Pasaron a -12. En 1973 cambió la dirección del boletín por la muerte del fundador y en 1974 los miembros decidían ajustar el reloj democráticamente, y no sólo por la decisión de un sólo hombre como había ocurrido hasta ahora. El nuevo sistema se inauguró con un movimiento adelante, a -9, debido a la primera bomba nuclear de la India.
En 1979 la guerra de Afganistán echaba a perder los acuerdos de desarme y esto lleva a que en 1980 se empeore a -7. El despliegue de armas nucleares soviéticas apuntando a Europa, replicadas por la OTAN instalando por toda Europa armas similares, movió el reloj en 1981 a -4 minutos. Reagan propuso en 1983 un proyecto de paraguas anti misiles nucleares en el espacio, esto aumentó aún más la tensión y en 1984 pasó a -3 minutos. Sin embargo, ocurrió el milagro y los Estados Unidos aflojaron la presión y la URSS de Gorbachov de repente accedió a un amplio acuerdo de reducción de armas en 1987, convirtiendo a Reagan de paradigma del rearme a paradigma del desarme. No obstante, había tantas dudas que el cambio en 1988 fue limitado a -6 minutos antes del “apocalipsis”.
Afganistán y el 11-S
Los pesimistas estaban equivocados y en 1989 cae el muro de Berlín, la Guerra Fría se acercaba al final sin que nadie hubiera predicho un desenlace tan rápido y pacífico. Se aprovechó para rediseñar el reloj impresionándolo sobre un mapa de la Tierra y en 1990 pasó a -10. En 1991 se hizo efectiva la reducción del 50% del arsenal nuclear y decidieron atrasarlo a-17. Un reloj pensado en sólo un cuarto de hora, de repente se ampliaba hacia el lado optimista, incluso se pensó en eliminar el reloj. En 1995 volvió a empeorar (-14) por miedo a fugas de material y científicos nucleares desde la antigua Unión Soviética a otros países “peligrosos”. El año de 1998 marcó otro empeoramiento, -9, por la tensión Pakistán/India, ambas potencias nucleares. Entonces llegó el 11-S y en 2002 se pasó a-7 por miedo al terrorismo nuclear coincidiendo con el envío de esporas de ántrax por correo y el comienzo de la guerra de Afganistán. En 2007 las pruebas nucleares de Corea del Norte llevaron el reloj a -5.
En 2010 mejoró a -6 por el acuerdo global de reducir el arsenal nuclear pero en 2012 pasó a -5 por el «escaso esfuerzo» en luchar contra el cambio climático y por los peligros de la energía nuclear tras la catástrofe de Fukushima de 2011. Desde entonces no ha dejado de avanzar hacia la zona más peligrosa: en 2014 pasó a las 23:56, en 2015 a 23:57, en 2017 (por vez primera el cambio fue de segundos) a 23:57:30, en 2018 a 23:58.
Ahí se nota que el reloj ya no funciona correctamente puesto que fueron años tranquilos en los que siguió empeorando, sin un motivo concreto, explicándolo con las “amenazas” del cambio climático e incluso de la victoria de Trump, llegando en 2020 a 23:58:20, el punto más cercano al Apocalipsis en el que nos mantenemos. El argumento de que "la humanidad continúa afrontando dos peligros existenciales simultáneos: la guerra nuclear y el cambio climático, que se ven agravados por un multiplicador de amenazas, una guerra de información cibernética, que socava la capacidad de respuesta de la sociedad" no parecía justificar tanta amenaza, ni que la situación fuera más grave que en plena Guerra Fría del siglo XX.
La última actualización fue en enero de este año, manteniéndose a 100 segundos del Apocalipsis. En esa decisión también citaron al covid. Este reloj, más allá del simbolismo de lo que ha querido representar siempre, para mí se convierte también en la prueba de la frivolidad a la que nos ha llevado vivir tantas décadas de paz durante las que hemos considerado de alto riesgo situaciones que están muy alejadas de la realidad que supone el que una potencia agresora, como lo es hoy la Rusia de Putin, pueda amenazar con usar su arsenal nuclear contra Occidente o, como ya ha hecho, bombardee una central nuclear en Europa. Esto sí que es riesgo extremo.
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