1.- Así que a mediodía del jueves 18 cuando la manifestación de los compañeros del metal se iba calentando en Cádiz el alcalde, José María González Kichi ha tomado el megáfono para arengar a los trabajadores en huelga indefinida congregados ante la puerta de la Subdelegación de Gobierno, equivalente a lo que llamábamos Gobierno Civil, para arengarles diciendo "hemos tenido que meterle fuego para que en Madrid se fijen en nosotros, y eso es una lástima”.
2.- Para Kichi, llevar décadas de enganchar un contrato precario con otro, es violencia sistemática que desde Cádiz no van a consentir. En Cádiz, ha subrayado, somos obreros y no delincuentes y los huelguistas ni son criminales, ni cuatro exaltados que montan barricadas y queman coches. La violencia, ha resumido, es que en Madrid sólo nos escuchen cuando arde nuestra tierra harta de aguantar fatigas".
3.- El alcalde entiende que los huelguistas defienden el plato de comida encima de la mesa y saben también que lo que está en juego es más que un convenio, que se trata del presente y futuro de la Bahía. Por eso, frente a los discursos de despachos, frente a quienes se ponen de perfil, Kichi mostraba no sólo su apoyo sino también su lucha desde el papel y la trinchera que entendía le tocaba ahora disputar y combatir. Y concluía, después de reiterarles todo su apoyo en favor de un convenio laboral digno y contra el cierre de Airbus, dando un viva a la lucha de la clase obrera.
4.- Pero el Kichi después de estas arengas, como en el poema de Cervantes, “fuese y no hubo nada”. Peor aún, siguieron las barricadas, los enfrentamientos con la fuerza pública y se contó el primer muerto. Y es el momento de preguntar, el alcalde ¿dónde estaba?
5.- A gente así, siempre dispuesta a hacer de capitán araña, de embarcar a los demás quedándose seguro en tierra, habría que ponerles aparte. Cualquiera debe saber que no se puede llegar con las palabras más lejos de lo que se esté dispuesto a llegar con los propios comportamientos.
6.- El oficial que arenga a sus soldados antes del combate tiene que saltar de la trinchera junto con ellos. En modo alguno podría optar por quedarse al resguardo. De la misma manera, quien apoye la acción de los incendiarios, si tuviera un adarme de vergüenza, debería comportarse como un pirómano para propagar activamente el fuego que está ensalzando.
7.- Es del todo reprobable, más aún cuando se ejerce una función con autoridad, comportarse como el pájaro tero de Martín Fierro, que en un lao pega los gritos y en otro pone los huevos. Alentar la bronca y convalidar a los incendiarios es una pedagogía social que conduce al desastre.