No hay nada qué hacer excepto esperar, pensaría Felipe VI cual Rufo Batalla en la novela de Eduardo Mendoza. En el palacio de Marivent no se mueve ni una hoja, en el resto de España tampoco. Es agosto y corre el reloj: el de los cien días de gobierno en funciones y los cincuenta minutos de retraso que se permitió el presidente Sánchez en su cita para hablar de la investidura que no embiste.
Más que despacho, aquello fue despecho. En la residencia de verano de los reyes en Baleares, Pedro Sánchez aseguró no estar dispuesto a tirar la toalla. Lo dijo como si alguna vez hubiese tenido el trapo en la mano. Cosas del candidato en funciones: inventarse un muletazo cuando el asunto va de verónicas. Lances y no faenas. Porque, aunque lleve lunar blanco a lo Antoñete, lo de Sánchez es pegar pases.
En el palacio de Marivent no se mueve ni una hoja, en el resto de España tampoco. Es agosto y corre el reloj
Fiel a su estilo, Pedro aterrizó en Marivent como Epi en la novela de Zanón: tarde, mal y nunca. Así llegó el socialista a Mallorca: provisional y remendón. Dice Sánchez estar dispuesto a reunirse con media España. Lo hace, sí: en modo pasarela, una especie de sistema que audiencias. No habrá elecciones, insiste, pero con Iglesias, ni a la esquina.
No se mueve una hoja en el Palacio de Marivent, pero el rey recibe, porque le toca. Traga grueso el jefe del Estado, y no como el juego ni el micuit. Se le atraganta todo al monarca, hasta su esposa, una consorte de sonrisa estreñida, casi tanto como los apoyos a una legislatura con la que el muñeco de Moncloa marea la perdiz.
El rey recibe, porque le toca. Traga grueso el jefe del Estado, y no como el juego ni el micuit
Erre que erre, ¡Santa María… Chivite! Iba en vaqueros Felipe VI cuando insistió en su versión palaciega del no es no. Ni vacaciones ni ostias: ¡eah, pues, gobierno… y cuanto antes mejor! Aquí que cada quien achique su escaño. El problema, don Felipe, no era el posado sino el pasado, que a la Corona le tienen ganas y a este paso las puntas de la diadema acaban romas. Que ni pinchan ni cortan. El rey recibe. ¡Qué nivel, Marivent!
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