Opinión

El mensaje del Rey

La palabras del monarca han buscado, cada año, el cuerpo a cuerpo con todos los compatriotas, han estado dictadas por el afán de concordia, de paz y de buena voluntad

El rey Felipe VI dará este jueves su mensaje de Nochebuena, que ha sido siempre un mensaje de proximidad hacia quienes por necesidades del servicio público se encontraran fuera de sus hogares en el cumplimiento de su deber, atendiendo a los enfermos en los hospitales, garantizando la seguridad ciudadana, vigilando la circulación de las carreteras, pilotando los aviones, en la cabina de los ferrocarriles, de retén en el cuerpo de bomberos o, por ejemplo, desplegados con sus unidades militares a miles de kilómetros en las misiones de paz encomendadas por Naciones Unidas.

Sus palabras han buscado, cada año, el cuerpo a cuerpo con todos los compatriotas, han estado dictadas por el afán de concordia, de paz y de buena voluntad, en sintonía con lo que nos contaron en la catequesis del anuncio de Belén.

La ocasión de la Nochebuena es de celebración, de hogar, de allegados, de tregua, de aplazamiento de las diferencias, de ágape cordial, de reconciliación. Es del todo inapropiada para el ajuste de cuentas o para los torneos de limpieza de sangre. Invita a deponer las hostilidades, renuncia a humillar, reclama filiación, fraternidad.

Sabe que obras son amores y no buenas razones. Los que se han exhibido estos días como maestros ciruelas intentando dictar al Rey los temas y términos de su mensaje han cegado que pudiera seguir esas propuestas. Que Pablo Manuel, Echenique y Garzón quieran que en el menú de la cena figure el debate monarquía-república es un dislate sin sentido.

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