No tengo ni la más remota idea de la vida personal de Willem Dafoe, pero le imagino como un ciudadano ejemplar, de los que paga a tiempo sus impuestos, cuida de su familia, colabora con alguna causa benéfica y visita a los mayores con relativa frecuencia. Como tengo el pálpito de que es buena gente, varias veces he pensado en el ejercicio de disociación que debe realizar cuando interpreta a alguno de sus personajes, casi siempre antagonista, de alma sucia y colmillo retorcido. Hombre bueno, hombre malo. Lo mismo se podía pensar estos días al observar el cambio de tercio de Risto Mejide, quien se ha metido en un papel distinto al que ha escenificado hasta el momento, como quien tiene una epifanía.
El presentador de televisión, al igual que quien firma este artículo, minusvaloró la importancia del coronavirus y -con suma miopía- se dejó llevar por esa corriente de opinión oficialista que denostaba los mensajes alarmistas sobre su poder de contagio y su capacidad para asesinar. En su caso, con un porcentaje bastante mayor de patetismo, como ocurrió a principios de marzo, cuando aseguró que entre el público de su programa había un infectado con coronavirus y propuso a una de sus compañeras abrazar a cada uno de los asistentes, como quien tantea con el cuchillo el roscón de Reyes a sabiendas de que puede hallar la alubia. De ese modo, quería demostrar que no había nada que temer.
Risto Mejide no es Willem Dafoe, vaya que no. Interpreta también el papel de tipo arisco e irreverente y le va bien, pues es evidente que ha sabido sacar provecho comercial del personaje. Pero esa sobreactuación resulta muchas veces paródica, de ahí que sus palabras tengan muchas veces el efecto contrario al que buscan. O, al menos, debería ser así.
Teoría de la persecución
Difundió hace unos días este publicista un mensaje en las redes sociales en el que criticaba la gestión de la crisis del coronavirus por parte de Moncloa y afirmaba: “El lunes, si volvemos, lo comentamos en Todo es mentira. Insisto. Si volvemos”.
Durante los últimos días, se ha dedicado a repartir estopa al Ejecutivo en su programa y a enumerar las verdades del barquero: “¿Denunciar que el Ministerio de Sanidad ha cometido una chapuza distribuyendo 350.000 mascarillas defectuosas entre nuestros sanitarios es ser pro-Gobierno o pro-oposición? ¿O decir que nuestro país es el número uno del mundo en porcentaje de sanitarios contagiados? (…) ¿Decir esto es ser rojo o es ser facha?”.
Pablo de Tarso se cayó del caballo cuando se disponía a 'cazar' cristianos en Damasco y Risto Mejide acaba de despeñarse desde un guindo y la ha emprendido contra el Ejecutivo. La revelación resulta curiosa. Tanto como sospechosa, dado que no deja de ser llamativo que el peso de la crítica de su grupo de medios de comunicación lo lleve este presentador. Un segundo espada desde el punto de vista informativo.
San Pablo se cayó del caballo cuando se disponía a 'cazar' cristianos en Damasco y Risto Mejide acaba de despeñarse desde un guindo y la ha emprendido contra el Ejecutivo
Su tono es muy diferente al de su principal noticiario, el nocturno de Telecinco, que es el más visto de la televisión española. El pasado 22 de abril, abría con el siguiente mensaje: “Muy buenas noches a todos. Podríamos decir que el coronavirus, causante de tantas muertes, 445 en las últimas 24 horas, tiene otras consecuencias. Por ejemplo, está provocando una corriente de solidaridad”.
Cualquiera que haya visto durante varios días este informativo ha podido apreciar que trata de buscar señales de optimismo -como aplausos a la salida las UCIs- entre las brasas de la tragedia. Lo mismo que el telediario de TVE, cuya línea editorial, evidentemente, no molesta al Gobierno. Esto, tampoco. Las buenas noticias no sobran estos días, pero, si se sobrexponen, ayudan a relativizar las malas.
Toni Soler
Mejide es lenguaraz, pero, como ejerce de personaje plano dentro de la opereta televisiva, no resulta especialmente 'molesto' para casi nadie. Del mismo modo que el dueño de la productora que co-realiza su programa, Toni Soler, irreverente en TV3 con los adversarios, pero santurrón con la Generalitat, que es la que ha puesto las decenas de millones de euros que ha ingresado por sus programas durante los últimos años.
Risto seguirá con la actitud crítica porque estos días -sin la competencia de Zapeando, en La Sexta- ha conseguido sus récords de audiencia. Y no deja de ser positivo que haya espacios que denuncien las negligencias y errores de bulto del Ejecutivo durante la gestión de esta crisis. Pero las críticas de quienes tan frecuentemente recurren al esperpento -como el tal Alvise Pérez- pueden llegar a tener el efecto contrario al deseado y convertirse en todo un favor para el Ejecutivo.
Es curioso porque ocurre algo similar en su competencia, si bien salvando las distancias. En los últimos días, Pablo Motos -atacado injustamente en no pocas ocasiones- ha lanzado algunos dardos envenenados contra el Ejecutivo desde su programa El Hormiguero que han estado bien cargados de munición. Ahora bien, desconozco si esta vez han recibido una reacción tan airada como las que protagonizaba la exsecretaria de Estado de Comunicación, Carmen Martínez Castro -chillona al teléfono con los directivos de los medios y sumamente ineficiente a la hora de dirigir su departamento en ocasiones como el 1-O- cuando Motos pronunciaba en su monólogo críticas contra casos como Gürtel, cuentan fuentes de la casa.
Pero mientras Motos se muestra punzante, el periodista más influyente del grupo, Antonio García Ferreras, ha comprado una buena parte de las tesis del Gobierno. Incluidas aquellas que sitúan en la ultraderecha 'todo aquello que no soy yo'; o las que apelaban a despotricar contra Alemania o Países Bajos. Motos es la referencia en entretenimiento. García Ferreras, en información. No duele lo mismo un perdigón que una bala de cañón.
El Gobierno tuvo un gesto con las televisiones hace unas semanas al concederles una subvención de 15 millones de euros, a repartir entre todas las empresas de la TDT. Fue una 'minucia' si se compara con lo que facturan las principales empresas del sector, pero, a fin de cuentas, toda una declaración de intenciones. No se puede decir que Atresmedia y Mediaset no tengan periodistas críticos con el Ejecutivo, pero llama la atención que una buena parte del peso de las denuncias a la gestión lo hayan asumido los Motos, las Ana Rosa Quintana o, vaya...los Mejide. Que también actúa, pero que no es Willem Dafoe.
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