Ni siquiera la multa por delito contra los sentimientos religiosos la hizo interesante. Rita Maestre llegó a la política más pequeño burguesa que Pasionaria. Creció en un ambiente conservador de clase media, de ahí su ramalazo de señorita de colegio mayor que la distinguía de las ensoñaciones fabriles de sus compañeros de lista. Maestre era una de las más pijas en aquella muchachada, perdón muchedumbre, que buscaba asaltar el Palacio de Cibeles. Por algo no querrá ahora moverse del sitio que ocupa. Nadó mucho Rita Maestre para ocupar su poltrona en el edificio de Correos y no está dispuesta a soltarla. Así que primarias, las justas.
Su negativa a medirse con la plebe le ha valido la sanción primero y la expulsión después. Hubo siempre algo celiaco en esta mujer que jamás entró del todo en harina y se limitó a ejercer de portavoz de Carmena. La Siri de la alcaldesa del cambio, alguien que habla ante los suyos con la misma empatía que tendría una institutriz en un botellón en Las vistillas de La Paloma. De las feministas que asaltaron la capilla de la universidad Complutense de Madrid con el torso descubierto, ella fue la única que permaneció con sujetador. Para ser un producto del 15M, Rita iba por la vida a lo Lancôme, hasta que tocaron su feudo de papel membrete.
Para ser un producto del 15M, Rita iba por la vida a lo Lancôme, hasta que tocaron su feudo de papel membrete
La desobediencia de Rita, por poco gallarda que sea, la redime. Tiene el miedo de clase de los que se sienten distintos. Maestre se ha negado a obedecer a Pablo Iglesias y las normas del partido con el que llegó al Ayuntamiento de Madrid y lo ha hecho porque no está dispuesta a bajar del mullido cojín de su despacho al vulgar jergón de las bases. Pero la lógica se impone, siempre: dentro del partido todo, fuera nada. En la cadena trófica de Podemos, Rita es casi una duquesa de Medina Sidonia, pero no por valiente ni aristócrata, sino por práctica en su desacato. Lo de ella no son las bombas, a lo que no está dispuesta la Maestre es que estos apestados le pongan la mano en el vestido.
Aunque la Maestre lleve la pelusilla inexperta de su quinta, de tonta no tiene un pelo. Rita cumplió los 28 años cuando comenzó a ejercer de portavoz en un Ayuntamiento sin ton ni son en el que del Guatemala de Zapata pasó al Guatepeor de Celia Mayer. Hábil al momento de darle la vuelta a las preguntas incómodas, al menos para quienes la entrevistaron en sus comienzos, la Maestre suele mostrarse hoy en los telediarios como si llevara décadas como portavoz político, cuando en verdad hace algo más de ocho años que formaba parte del 15M. Es la portavoz del neopreno, por aquello de no mojarse. Elige muy bien sus palabras, como si fuera capaz de ver las comillas de titular sobrevolar sobre todo cuanto dice.
Lo de ella no son las bombas, y a lo que no está dispuesta la Maestre es a que estos apestados le pongan la mano en el vestido
Tan sosa e indolente lucía esta joven licenciada en Ciencias Políticas, hasta que le tocaron las perlas del collar. Sí, ésas, sus Majoricas ideológicas. Ésas cuentas que, sin ser las de la María Antonieta de Dumas, distinguen su pálido gaznate de los zafios y cerriles pescuezos de Iglesias y los suyos. ¿Se dejará hacer la duquesa roja Rita lo que Carolina Bescansa? ¿Aceptará por Siberia un gallinero a lo municipal? Hizo bien Rita en no quitarse jamás el sujetador, en no mostrar del todo sus cartas.
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