Opinión

Rivera no ‘mató’ a Barberá

Rivera no mató políticamente a Barberá. Lo hicieron sus excesos, los de su equipo en el gobierno municipal y su culpa ‘in vigilando’ de todo lo que estaba sucediendo alrededor de la financiación presuntamente irregular del PP valenciano.

“Sólo conservó la amistad de Mariano Rajoy y María Dolores de Cospedal”, los únicos lazos con el partido en el que militó casi tres décadas. La frase corría por Génova después de que su partido de toda la vida deshonrase a Rita Barberá y la dejara a merced de los elementos en el grupo mixto del Senado. Entonces, nadie quería a Rita. Ni fotos, ni saludos, ni gestos, ni mucho menos autógrafos. Molestaba, y mucho, la famosa frase “Rita eres la mejor” del famoso vídeo que la hemeroteca rescataba casi a diario. Al menos, de puertas para afuera. Porque lo cierto es que la fallecida alcaldesa nunca dejó de ser “uno de los nuestros”, la frase que vuelve a escucharse de algunas gargantas que en el ocaso político (y vital) de Barberá preferían refugiarse en el silencio. La amiga está en estos momentos por encima de la dirigente señalada y presuntamente corrupta. “En España enterramos bien”, como diría Alfredo Pérez Rubalcaba.

En Génova se quiere recuperar la memoria de Rita y los gestos de sus principales dirigentes ya no se esconden. “Es mi amiga”, ha vuelto a decir Rajoy, quien reconoce, como si de un segundo capítulo del famoso SMS “Luis, sé fuerte” se tratara, que habló hace unos días con la fallecida para mostrarle su solidaridad ante el trance judicial que vivía (el caso Imelsa y el famoso pitufeo de 1.000 euros)  Guiños que, sin embargo, se desprecian desde la familia. “Los que te han abandonado te han roto el corazón”, decía el pasado jueves una de las sobrinas de Barberá.

Molestaba, y mucho, la famosa frase “Rita eres la mejor” del famoso vídeo que la hemeroteca rescataba casi a diario

La frase no es sino símbolo de las costuras rotas que deja su muerte en el PP valenciano pero también en Génova, dónde las nuevas generaciones, en sepulcral silencio, asisten a medio camino entre el sonrojo y la incredulidad al homenaje que enarbola el viejo aparato del partido a la histórica alcaldesa. Por mucho que les duela a Casado, Maroto, Maíllo o Levy, quienes llevan meses posicionados públicamente en contra de la lideresa del caloret, Rita nunca dejó de ser para Rajoy y Cospedal, como tituló Martin Scorsese, “uno de los nuestros”.

Una amiga a la que hubo que sacrificar por intereses políticos. Con Rita Barberá al calor de Génova, al menos al calor directo, hubiese sido imposible el pacto con Ciudadanos. Así se ha encargado de airear en las últimas horas Rafael Hernando culpando a Albert Rivera de ser el ejecutor del castigo del PP hacia la exalcaldesa. Flaco favor hacia las huestes peperas. Primero, porque la acusación se carga de un plumazo la teoría de la (falsa) renovación del PP.  Segundo, porque el mensaje es demoledor para cualquiera de los mandos actuales del partido: nadie se librará de la cruz si lo exige el guión. “Si lo hicieron con Rita, ¡cómo no nos lo van a hacer con cualquiera!”, sentencian desde Génova. Pero Rivera no mató políticamente a Barberá. Lo hicieron sus excesos, los de su equipo en el gobierno municipal y su culpa ‘in vigilando’ de todo lo que estaba sucediendo alrededor de la financiación presuntamente irregular del PP valenciano. Rivera sólo puso sentido común ante la apatía del PP con sus sombras.

Lo cierto es que Hernando quiere aprovechar la muerte de Barberá para remodelar el pacto anticorrupción de la política española. El consenso con Ciudadanos es que todo imputado debe dimitir. La bandera que ahora enarbola Hernando pretende cambiar lo de imputado, o investigado, por lo de condenado o, al menos, retrasarlo hasta la apertura del juicio oral. El trasfondo de la propuesta pretende relacionar directamente la muerte de la exalcaldesa con su calvario judicial. Con la presión a la que venía sometida por los medios de comunicación. Y más sí iba a ser exculpada por Conde Pumpido como se viene deslizando abiertamente, en los últimos días, desde las filas del PP. Otro castigo a la separación de poderes.

Las nuevas generaciones, en sepulcral silencio, asisten a medio camino entre el sonrojo y la incredulidad al homenaje que enarbola el viejo aparato del partido a la histórica alcaldesa

Esta relación entre su calvario judicial y su muerte en un hotel madrileño es de todo punto de vista extemporánea. Lógicamente, la imputación por el ‘pitufeo’ preocuparía a Barberá, eso es humano, pero su fallecimiento no puede utilizarse partidistamente para solicitar árnica a los ciudadanos hacia los políticos investigados por corrupción. Con independencia del color político. Quien la hace que lo pague. Tanto judicial como mediáticamente.

La presunción de inocencia de un imputado no puede ser una línea roja para frenar el derecho a la información. Cierto es que los titulares negativos llegan a incomodar como son balsámicos los positivos. Y de esos, Barberá gozó a tutiplen en sus 24 años de alcaldesa. Entonces, en el cénit, gustaba rodearse de cámaras para inaugurar esas obras faraónicas en Valencia que tanto han podrido de corrupción a su partido. Las mismas cámaras que hasta hace unos días, menos benévolas, aguardaban a Rita delante de la puerta de su casa para interrogarle sobre la trama Imelsa. Las mismas cámaras que han perseguido a Rato, a los Pujol, a Bárcenas… Y todos ellos han sabido convivir con ese entorno mientras preparaban sus defensas.

Rita era el foco porque quería ser el foco. Porque nunca quiso dejar su dimensión política. Nunca se sabrá si por convicción, porque no nació para gobernar con geometría variable, o porque seguir amarrada como un clavo ardiendo al aforamiento del  Senado le concedía ese especial trato de favor del Supremo. Otro síntoma nocivo para un país que lo que menos necesita es seguir viendo a políticos acusados de graves casos de corrupción apoltronados en su escaños.

Su fallecimiento no puede utilizarse partidistamente para solicitar árnica a los ciudadanos hacia los políticos investigados por corrupción

Barberá no estaba siendo investigada únicamente por una donación de 1.000 euros, como vienen repitiendo a modo de argumentario muchos líderes del PP. Eso es una simplificación falaz. Barberá tuvo que declarar hace una semana ante el Supremo por un presunto blanqueo de capitales. Es una pieza separada del caso Taula, uno de los grandes escándalos de corrupción de la Valencia del absolutismo pepero, en la que hay medio centenar de imputados, incluido el PP como persona jurídica y casi todo el equipo de su etapa como alcaldesa.

Hace justo una semana, Barberá se cayó al hacer entrada en la sala del Supremo que la investigaba por el caso del ‘pitufeo’. Salió del edificio judicial entre gritos de “borracha” y “ladrona”. Ensimismada, con la mirada perdida, un rictus de sonrisa enajenada en el rostro y muchas prisas por sumergirse en el taxi rumbo al refugio de un hotel madrileño. Allí murió el pasado miércoles.

La noticia de su muerte obliga al respeto. Todo lo que ha venido después han sido ejercicios de sobreactuación fuera de lugar. Tanto para los que pretenden canonizarla como los que han buscado vengarse de ella pretendiendo que no tenga derecho a un minuto de silencio. Unos y otros se equivocan.

@miguelalbacar

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