Opinión

¡Rompa ya el Gobierno, señor Sánchez!

Cambie de compañeros de viaje, señor Sánchez, proponga a los españoles un gobierno transversal, sólido, confiable, y entonces podremos hablar en serio de patriotismo

Pedro Sánchez tiene cuajo para dar y tomar. Y es que hay que tener mucho, mucho cuajo, para presentarse un lunes en un sarao diurno, al que inicialmente no habías sido invitado, y soltar allí, caracterizado de reencarnación ibérica de Mahatma Gandhi, que el único camino es el de la unidad, el que deja a un lado las rencillas, el que cierra el paso al sectarismo. Él, que ha hecho del antagonismo uno de los ejes de su supervivencia; él, que ha desdeñado sistemáticamente la búsqueda de la unidad haciendo un uso unilateral y desproporcionado del decreto-ley; él, que en un indecoroso ejercicio de nepotismo ha colocado a un puñado de amiguetes al frente de organismos y empresas públicas sin consensuar perfiles más neutros y profesionales con la Oposición. Él pide ahora unidad y que los demás renuncien a cualquier tentación de sectarismo.

Ahora, cuando todo se viene abajo, cuando hasta sus más firmes apoyos fuera del Gobierno y el partido hablan de ensimismamiento y miopía, cuando España vuelve a ser una de las principales preocupaciones de la Unión Europea, es cuando Sánchez reclama patriotismo y reivindica el acuerdo como un instrumento de utilidad pública. Tarde, muy tarde, pero bienvenido sea el presidente al club del consenso. Ocurre, sin embargo, que para que algo parecido a un gran pacto de país sea posible hay que cumplir dos condiciones previas: decir la verdad y respetar las formas. Y el rimbombante “Plan Nacional de respuesta a las consecuencias de la guerra de Ucrania” contraviene ambas premisas.

El rimbombante ‘Plan Nacional de respuesta a las consecuencias de la guerra de Ucrania’ contradice abiertamente la ortodoxia de un verdadero plan de choque frente a la crisis

No voy a incidir en las dudas sobre la eficacia de este nuevo catálogo de buenas intenciones, cuestionable desde una perspectiva progresista y desacreditada por expertos de distinta condición e instituciones tan fiables como FUNCAS. Lo que sí creo necesario poner de manifiesto es, en primer término, que no se puede utilizar el patriotismo para pedir apoyo a un plan que ni siquiera has negociado con tus socios de gobierno, en tanto que no es del todo correcto llamar negociación al catálogo de concesiones hechas a Unidas Podemos; catálogo que, abonado al gasto sin límite como única receta, contradice abiertamente la ortodoxia que recomienda la aplicación de un verdadero plan de choque frente a la crisis.

En segundo lugar, es preciso decirle al presidente que ya no cuela, que no vale repetir mil veces una falsedad para que deje de ser una falsedad; que la propaganda puede deformarla, pero no sustituye a la realidad; que cuanto más se tarde en contarle a los españoles la verdad, peor será el final. “Plan Nacional de respuesta a las consecuencias de la guerra de Ucrania”, aprobado en Consejo de Ministros el martes 29 de marzo de 2022. Otro hito de la factoría monclovita. Otra fecha histórica. Solo que en el propio enunciado está la trampa. No es Ucrania, presidente. Ucrania es solo la gota que colma el vaso. No es solo Putin, presidente. Putin es solo quien deja aún más al descubierto nuestras viejas vergüenzas. De nuestras heridas más profundas, deuda, déficit, paro y ahora inflación, nunca cauterizadas, apenas tiene culpa la guerra.

El tiempo se agota

Pronto, señor Sánchez, se cumplirán cuatro años desde que fue nombrado presidente del Gobierno. Ciertamente, no ha sido este un tiempo plácido. Pero esa no es excusa. Tampoco lo ha sido para los demás. En 2011 José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy acordaron una reforma exprés de la Constitución por la que se fijaba un límite de déficit público. Fue, ese sí, un acto patriótico y realista que probablemente evitó el rescate de España. Un rescate duro, a la griega, con pérdida generalizada de poder adquisitivo y bienestar. Hoy, señor Sánchez, estamos peor que en 2011, y el patriotismo no es una opción, sino una necesidad. Pero el patriotismo, señor Sánchez, no consiste en socializar el sacrificio; requiere coraje, generosidad, renuncia y voluntad de rectificación. 

En estos cuatro años, señor Sánchez, lo que usted ha demostrado es una gran capacidad de adaptación, resistencia y habilidad para desconfigurar la realidad. Pero la realidad se nos ha caído encima. Casi de golpe. Si no fuera por la solidaridad de nuestros socios europeos estaríamos muertos. Y ya veremos. Porque la mala noticia, para usted, no es que estemos peor que en 2011; lo peor es que lo que deja al descubierto la brutalidad de la crisis es que nuestros problemas de fondo siguen siendo los mismos, pero agravados; que en estos cuatro años apenas hay rastro de iniciativas que hayan buscado, en serio, con cirugía mayor, corregir los principales problemas del país.

No es Ucrania, presidente. Ucrania es solo la gota que colma el vaso. No es solo Putin, presidente. Putin es solo quien deja aún más al descubierto nuestras viejas vergüenzas

No sé si está aún a tiempo, señor Sánchez, pero esa reclamación de unidad, ese patriotismo al que ahora se agarra a modo de tabla de salvación, carecen de credibilidad de no mediar antes una rectificación en toda regla; de no asumirse de una vez que con un equipo en el que una parte ya solo está pendiente de su menguante clientela, de no desaparecer, y cuyos planteamientos chocan frontalmente con las exigencias de una Unión Europea que empieza a perder la paciencia, es imposible seguir. Cambie de compañeros de viaje señor Sánchez, proponga a los españoles un gobierno transversal, sólido, confiable, y entonces podremos hablar en serio de patriotismo.  

La postdata: Feijóo y la confianza

Es este un momento crucial también para Alberto Núñez Feijóo. Y no lo tiene fácil. La crisis y las decisiones políticas de Pedro Sánchez pueden entorpecer los primeros pasos del político gallego, dirigidos a consolidar la confianza de militantes y simpatizantes de su partido en su liderazgo para después intentar recuperar una porción de los apoyos que huyeron a Vox. Con Abascal al acecho, si Feijóo se muestra demasiado comprensivo con la petición de unidad de Sánchez, malo; pero con la sociedad necesitada de alternativas fiables, si le da la espalda, peor. A Feijóo no se le va a juzgar por la mayor o menor dureza que emplee el PP a partir de ahora en su labor de oposición, sino sobre todo por la confianza que los nuevos dirigentes sean capaces de transmitir a los ciudadanos. Este fin de semana en Sevilla empezaremos a salir de dudas.

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