Vayamos por partes. Lo primero que toca es dar el pésame a la familia y amigos de Alfredo Pérez Rubalcaba y, por supuesto, lamentar la pérdida de un político de enorme talla y uno de los artífices del final de la banda terrorista ETA.
Dicho lo cual, y pasadas ya más de 48 horas de su fallecimiento, ha llegado el momento de denunciar el lamentable y oportunista espectáculo en que se convirtió primero su ingreso en el hospital y posteriormente su deceso, en un burdo intento por sacar provecho de la luctuosa noticia y de apropiarse de su figura.
Repasemos lo acontecido por si alguien no ha reparado en algunos detalles. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que participaba el jueves en una cumbre de la Unión Europea en Rumanía, decidió ausentarse de esa cita en cuanto se enteró del empeoramiento del estado de salud de Rubalcaba y emprendió el regreso a España "para estar con la familia", según anunció La Moncloa. Fue al hospital nada más aterrizar en Madrid.
Al día siguiente, viernes, Sánchez tenía previsto acudir a Barcelona para inaugurar el Salón Internacional del Automóvil junto al Rey Felipe. Sin embargo, el presidente anunció que cancelaba sus actos de ese día y los de todo el fin de semana "para permanecer en Madrid y seguir de cerca la evolución" de Rubalcaba, también según la versión oficial.
En cuanto se conoció el fallecimiento, a las 15.30 horas del viernes, Sánchez se dirigió al hospital, facilitó a los medios un artículo elogioso sobre la figura de Rubalcaba y firmó de su puño y letra la orden para decretar 24 horas de luto en toda España. De común acuerdo con la presidenta del Congreso de los Diputados, Ana Pastor, se decidió instalar la capilla ardiente en la Cámara Baja previo ingreso del féretro por la puerta de los leones. Allí estuvo Sánchez todo el rato, junto a la viuda y los familiares más cercanos, y no dudó incluso en salir al paso de un exaltado que lanzó papeles encima del féretro: "Soy el presidente del Gobierno, acompáñeme", le dijo mientras lo sacaba de la escena.
Dos que se odiaban
Todo eso podría parecer algo normal tratándose de un presidente del Gobierno y de una figura política tan destacada como la de Rubalcaba. Sin embargo, llama la atención la sobreactuación de Sánchez cuando España entera sabe que ambos se odiaron durante años y ni se hablaban, como por otra parte le pasa a la vieja guardia socialista con el actual presidente.
Llama la atención la sobreactuación de Sánchez, cuando España entera sabe que ambos se odiaron durante años
Sánchez abandonó una cumbre europea para ir a visitar a Rubalcaba al hospital sin esperar a su fallecimiento, como si se tratase de un amigo íntimo o de un familiar directo. Desde el principio quiso hacernos creer con sus gestos exagerados que ambos eran uña y carne, tratando de apropiarse de un símbolo del socialismo y de la democracia española.
La triste maniobra del presidente del Gobierno quedó más en evidencia si cabe cuando el viernes el Rey sí fue a Barcelona a inaugurar el Salón del Automóvil. Don Felipe, que mantenía una gran relación con Rubalcaba, siguió con su agenda oficial hasta que se confirmó la noticia del fallecimiento. Luego, en cuanto pudo, se trasladó al Congreso para despedirse del político cántabro.
En su artículo enviado a los medios nada más producirse el óbito, Sánchez terminaba diciendo que Rubalcaba es "un ejemplo de inspiración y compromiso". En efecto, seguramente lo sea, pero esa frase resulta algo hipócrita por parte de quien en los últimos cinco años se ha dedicado a hacer justo lo contrario de lo que le recomendaba el difunto.
Lo de las 24 horas de luto oficial y el acceso por la puerta de los leones está muy bien, y Rubalcaba atesora suficientes méritos para ello, pero hay que subrayar que el Gobierno se ha saltado los usos y costumbres seguidos hasta ahora, pues esos honores sólo se han rendido a los expresidentes del Gobierno, expresidentes del Congreso y padres de la Constitución. Las muertes de Fernando Abril Martorell o de Manuel Gutiérrez Mellado, por poner dos ejemplos de vicepresidentes fallecidos, no se trataron igual en su momento, y eso que el segundo defendió nuestra democracia de forma ejemplar en aquel infausto 23-F de 1981. Ahora el listón se ha colocado tan alto que la familia de cualquier exvicepresidente del Gobierno podrá exigir legítimamente el mismo tratamiento, empezando por la actual, Carmen Calvo. Por no hablar del problema que se planteará con Rodrigo Rato...
Queda la duda de si el presidente del Gobierno se ha movido por pura estrategia electoral, cuando quedan apenas unos días para que se celebren los comicios europeos, autonómicos y municipales, o arrastrado por el espectáculo igualmente lastimoso de algunos medios de comunicación, que desde el primer momento en que Rubalcaba ingresó en el hospital nos retransmitieron su agonía minuto a minuto como si se tratase de un partido de fútbol o de la vida del jefe del Estado.
Personaje controvertido
Solía decir Rubalcaba que "en España se entierra muy bien", y su caso lo ha vuelto a demostrar. Hemos asistido a un curioso aquelarre sólo comparable al día que murió Adolfo Suárez. Rubalcaba era un político como la copa de un pino pero, 48 horas después de su muerte, es momento de decir la verdad: fue un personaje controvertido y odiado a más no poder por la derecha y por una parte de la izquierda porque estuvo detrás de casi todas las intrigas y conspiraciones que se han producido en España y en el PSOE en los últimos 30 años.
Rubalcaba fue un personaje controvertido y odiado por la derecha y por una parte de la izquierda porque estuvo detrás de casi todas las intrigas
En el Partido Popular no olvidan su papel como portavoz del último Gobierno de Felipe González gestionando la crisis de los escándalos de corrupción que afloraron en esa época ni su decisivo protagonismo en la víspera de las elecciones de marzo de 2004, que llevaron a José Luis Rodríguez Zapatero a La Moncloa tras los atentados del 11-M. Quizás por eso José María Aznar prefirió no acudir a la capilla ardiente.
En un sector de la izquierda española, y sobre todo en la parte del PSOE hoy encarnada por el sanchismo, su figura se asocia con dos momentos traumáticos para el partido: la salida de José Borrell como candidato a la presidencia del Gobierno en 1999 tras ganarle las primarias a Joaquín Almunia y la defenestración de Sánchez como secretario general en 2016 por su negativa a abstenerse en la investidura de Mariano Rajoy.
Precisamente por eso, sonroja sobremanera que Sánchez haya elogiado ahora a Rubalcaba como "hombre de Estado" cuando precisamente su último servicio a la Nación fue conseguir que el PSOE se olvidara del "no es no" que proponía el actual presidente, y que abocaba a España a unas terceras elecciones seguidas.
El PSOE está en todo su derecho de reivindicar la figura de Rubalcaba, pero el sanchismo debería ser más prudente, y la prueba de ello es que todos los hombres y mujeres próximos al político cántabro (Eduardo Madina, Elena Valenciano...) han sido laminados durante los últimos años a excepción de Patxi López.
Y lo de los elogios unánimes en ciertos medios de comunicación ha rozado igualmente la vergüenza ajena. No es que Rubalcaba no los mereciese, es que se los negaron en vida cuantiosas veces. Por un lado, los más próximos a la derecha se han olvidado de repente de cuando hablaban del "comando Rubalcaba", por poner sólo un ejemplo, y, por el otro, los medios más progres han omitido lo mucho que le reprochaban su escaso izquierdismo y su vinculación con el 'establishment', hasta el punto de que el pasado junio fue expulsado del comité editorial de El País como consecuencia de los cambios acometidos por la nueva dirección para alinear ese periódico con el sanchismo.
Una figura como la de Rubalcaba merecía menos hipocresía y mucho más respeto por parte de esos medios y de aquellos políticos como Sánchez a los que él no tragaba y que ahora quieren hacernos ver que son sus legítimos herederos. Y no, señor presidente, Rubalcaba representa justo el modelo opuesto al suyo. Mientras a él sólo le movían el PSOE y España, usted tiene una dilatada trayectoria en la que ni lo uno ni lo otro le importan más que su propia persona.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación