Puigdemont sigue ocupando el Palau de la Generalitat y desde allí dirige la insurrección contra España, convertida ya en proceso revolucionario. Puigdemont goza de las mejores condiciones para hacerlo. Por una parte, sigue siendo, de acuerdo con el artículo 152 de la Constitución y el 67 del Estatut, el representante del Estado en Cataluña. Sigue siendo la máxima autoridad del Estado español en Cataluña. Pero, por otra parte, también el “el jefe del Estado” de la República independiente de Cataluña, según dispone el artículo 34 de la “ley de transitoriedad”, aprobada por el Parlamento de Cataluña el pasado 7 de septiembre. Bien es verdad que este segundo estatus tiene la condición suspensiva de la entrada en vigor de la “ley de transitoriedad”, conforme a su Disposición Final Tercera. Entrada en vigor que será automática, cuando se proclame el resultado del “referéndum de autodeterminación”. La posición del Sr. Puigdemont es envidiable: es al mismo tiempo la máxima autoridad del Estado al que pretende destruir y el “jefe del Estado” in pectore de la República catalana.
La posición del Sr. Puigdemont es envidiable: es al mismo tiempo la máxima autoridad del Estado al que pretende destruir y el “jefe del Estado” in pectore de la República catalana"
Ayer alentó y respaldó desde el Palau la huelga general revolucionaria, que pretendía mostrar al Estado español (y al mundo, también) la fuerza de las masas que secundan la insurrección. Todo proceso revolucionario necesita tomar la calle. Pero en este caso no se necesita la toma del Palacio de Invierno. Porque el líder de la revolución está ya instalado en él. Cuenta, además, con una fuerza armada, bien pertrechada, que ha mostrado ya a quién sirve por su traición en la jornada del 1 de octubre (jornada que ya forma parte de nuestra historia). El Sr. Puigdemont, desde su cuartel general, maneja la agenda y los tiempos. Es una incógnita todavía cuándo proclamará el resultado oficial del escrutinio, que le convertirá automáticamente en “jefe del Estado” de la República catalana. Lo hará el día que le convenga. Lo que ahora necesita en estas jornadas revolucionarias es afianzar su poder en contacto con las masas. Ya no puede prescindir de ellas. Constituyen un elemento esencial para lograr el triunfo.
Las masas galvanizadas y encolerizadas pueden cometer excesos, como siempre ha sucedido en la historia. Es un riesgo que tendrá que administrar. También en este caso el viento corre a favor del Sr. Puigdemont. Habrá que justificarlos, y para ello el arma fundamental de que dispone es la propaganda. Le funcionó perfectamente en la jornada del 1 de octubre. Tiene ya engrasados los mecanismos de propaganda. Basta con intensificarlos, porque ya el objetivo es tan sencillo como el de mantener el crédito a su favor del 1-O.
La acción de las masas es decisiva en estos días. Ya tienen los objetivos en los que deberán concentrar su furia: las fuerzas de seguridad del Estado y los partidos que defienden España. Respecto del primer objetivo, la finalidad de la acción es mostrar que “son fuerzas de ocupación” y que es su presencia la causa de los desmanes que se produzcan. En cuanto a los partidos, precisamente porque tienen una representación consistente en la sociedad catalana, deberán ser señalados como “enemigos del pueblo”, y de esa forma mostrar al conjunto de la población que han de someterse a la nueva realidad.
Puigdemont tiene ya engrasados los mecanismos de propaganda. Basta con intensificarlos, porque ya el objetivo es tan sencillo como el de mantener el crédito a su favor del 1-O"
¿Y qué pasa en Madrid? Que el Parlamento de la nación está missing: no se va a reunir hasta el 10 de septiembre. Que el líder del primer partido de la oposición, el partido que ha gobernado 22 años en la España constitucional, pide al Presidente del Gobierno que negocie de tú a tú con quien dirige la insurrección. Que el Gobierno no ha tomado todavía ninguna decisión. Que la sociedad española vive con angustia y ansiedad crecientes los sucesos revolucionarios. Que el mundo nos contempla atónito y desinformado y va apareciendo (¿Han leído ustedes “Imperofobia”?) la imagen tétrica de aquella “España negra”, que se superpone a la imagen de la España moderna y democrática, la que hemos labrado en los cuarenta años de España constitucional.
Cada día que pasa en tan favorables condiciones el Sr. Puigdemont va ganando terreno y posiciones y el proceso revolucionario va adquiriendo vigor, al tiempo que tantos catalanes van quedando desamparados.
El Sr. Puigdemont ha cruzado el Rubicón. Y eso tiene consecuencias. No puede seguir instalado en el Palau de la Generalitat bajo “el doble sombrero”. La Constitución tiene mecanismos para su defensa y para preservar la integridad nacional frente a la insurrección. Es lo que demandan una amplía mayoría de españoles: simplemente por dignidad.
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