Hace una semana nos encontrábamos atrapados en una huelga de transporte que ponía en riesgo la cadena de suministro en nuestro país. Hace una semana habían pasado escasos días desde que nos enteramos por la Casa Real marroquí del cambio de postura de nuestro Gobierno respecto de la situación del Sáhara Occidental. Hace una semana también habían pasado escasos días de una manifestación de cientos de miles de personas en Madrid de sectores procedentes del campo y ganaderos, protestando contra la política del Gobierno.
Sí, los acontecimientos discurren a gran velocidad. Y hoy, tan sólo siete días después, el Gobierno viene de aprobar un decreto-ley que lleva por título inacabable “El plan nacional de respuesta a las consecuencias de la guerra en Ucrania” con una temporalidad de tres meses que, entre otras cosas, reduce el precio del combustible en 20 céntimos por litro. También, venimos de un Consejo europeo que sitúa a la península ibérica como “excepción energética” en Europa sin que sepamos cómo tal calificación nos va a afectar en la rebaja del precio de la energía, ni el tiempo de duración de tal calificación. De la misma manera, se nos comunica el incremento de la inflación hasta el 9,8% anual. Y de todo eso que sucede, el ciudadano se queda con la sensación de asistir a una situación económica desbordada, sin control, para la que el Gobierno carece de energía. Ese plan no sabemos por qué llega ahora, y no hace varios días ya, como ha sucedido en otros países de la Unión Europea. Se rebaja temporalmente el precio del combustible en 20 céntimos por litro, sin saber en cuánto puede estar ese precio la semana que viene. La excepción energética de la península ibérica no sabemos qué traducción tiene ni en control de costes ni en plazo de duración. Como sucede con el incremento de la inflación, desbocado ya por un incremento desconocido por casi cuarenta años, y del que nada sabemos sobre su previsible devenir.
Y es ahí donde se encuentra quizá la mayor falla de nuestro sistema político. Partiendo de que no es posible ir a plan nacional por semana, lo que se hace imperativo en un dirigente político es anunciar a los españoles con un mínimo de previsibilidad y de sinceridad hacia dónde nos dirigimos, cuál va a ser la ronda que nos espera en esta aciaga legislatura. Saber que hay un plan. Un ejercicio, en definitiva, de mirada clara y serena a los ciudadanos, capaz de superar el atasco permanente por unos acontecimientos que, en lo económico, sólo anuncian más empobrecimiento y más desigualdad entre los españoles. No se trata de que seamos conscientes de que este Gobierno encierra dos gobiernos en su interior; somos conscientes de ello. Como somos conscientes de que Unidas Podemos es a estas alturas una fuerza política claramente demediada, estrangulada por la política de hechos consumados a la que le somete el presidente del Gobierno, sea enviando armas a Ucrania contra sus promesas anteriores, anunciando un incremento en materia de presupuesto de defensa, modificando unilateralmente la posición en cuanto al Sáhara Occidental, o lo que sea que toque a cada momento. Saber que Unidas Podemos soportará cualquier iniciativa a la que le someta el Presidente del Gobierno sin romper el gabinete empieza a resultar un factor secundario, tal resulta la inanidad y ligereza de ese sector gubernamental.
Cómo se prosigue el rumbo con unos presupuestos del Estado absolutamente superados, que no atienden a ninguna realidad económica en estos momentos
No, no es cuestión de teloneros lo que ahora solicitamos. Muy al contrario, se trata de exigir a las primeras figuras de la política nacional en orden a que nos ilustren sobre lo que se puede esperar en materia económica, que nos ilustren sobre qué hacer con el extraordinario incremento de deuda pública que se viene produciendo, qué hacer para poner freno a la inflación que nos desborda día sí y día también, qué hacer en materia de crecimiento económico del conjunto de nuestra economía. Cómo se prosigue el rumbo con unos presupuestos del Estado absolutamente superados, que no atienden a ninguna realidad económica en estos momentos. Cómo es la actualidad y la previsión de los fondos europeos, esos ciento cuarenta mil millones de euros, que con tanta alegría se nos prometió no hace tanto tiempo.
Y un alcance de fondo que va emergiendo de forma inflexible: la necesidad, la urgencia, de que exista un acuerdo entre los dos partidos centrales de nuestra política nacional, el PSOE y el PP. La certeza de que no puede ser por más tiempo que no se pongan de acuerdo en absolutamente nada. La urgencia de que fragüen acuerdos, que nos demuestren que son posibles y necesarios.
Porque lo que ya no puede ser por más tiempo es la sensación de que se gobierne por el método de la patada adelante, unilateral, donde las medidas de la semana siguiente superan a la anterior, en una sinfonía cainita, de pura destrucción del adversario.
Hace una semana, el 23 de marzo, se cumplían ocho años del fallecimiento del Presidente Adolfo Suárez. Conviene, nos conviene a todos, recordar estas palabras por él pronunciadas en su día como homenaje de lo que la Transición supuso para España: “La Transición fue sobre todo, a mi juicio, un proceso político y social de reconocimiento y comprensión del distinto, del diferente, del otro español que no piensa como yo, que no tiene mis mismas creencias religiosas, que no ha nacido en mi comunidad, que no se mueve por los ideales políticos que a mí me impulsan y que sin embargo no es mi enemigo sino mi complementario”. Así sea, vamos a necesitar recordar esas palabras y ponerlas en práctica para salvarnos entre todos.
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