Lo presentaban como enviado de Putin para tratar el apoyo ruso a la república catalana. Un día antes de la DUI, fugaz y de consecuencias tan desastrosas, Puigdemont recibía en Palau a un pequeño grupo de personas. Se trataba de los rusos Nikolái Sadovnikov y Serguei Motín, acompañados de los catalanes Víctor Terradellas y Jordi Sardà Bonvehí. Sadovnikov no era un desconocido para los servicios de inteligencia españoles y algún país de la OTAN. Se le reconocía la potestad de hablar en nombre del mandatario ruso. Es decir, Puigdemont no se sentó a hablar con un cualquiera.
En la información de la que disponemos de Sadovnikov aparece como diplomático, en época soviética, ejerciendo en Roma entre 1984 y 1987, así como cónsul honorario en Milán desde 1991 hasta 1995, primero para el régimen comunista y luego para Rusia; su labor en el departamento de planificación de política exterior no fue menor y, tras su paso por la Duma, se dedicó a sus negocios.
El ruso que le acompañaba, Serguei Motín, venía con un encargo: convertir la Cataluña independiente en un centro mundial de las criptomonedas. Si Nikolái traía en su portafolios las ayudas millonarias para que el tránsito a nación independiente se efectuase sin problemas de caja junto con la promesa de cien mil soldados en apoyo de los golpistas, Motín exigía que la república legislara en favor de la criptomoneda rusa. “Una Suiza del sur de Europa”, dijo. Mientras los propagandistas hablaban de Cataluña como la Dinamarca del sur, los que estaban detrás pretendían un paraíso fiscal sojuzgado a los intereses del Kremlin.
Habida cuenta que David Madí, nombre recurrente en las tramas conspirativas alrededor del golpismo lazi y hombre de confianza de Artur Mas, intentó por todos los medios crear una criptomoneda para la república catalana
La parte catalana, Terradellas y Sardà Bonvehí también es digna de analizar. El magistrado del juzgado de instrucción número 1 de Barcelona, Joaquín Aguirre, incorporó un dosier acerca de Motín en el llamado Caso Voloh. Habida cuenta que David Madí, nombre recurrente en las tramas conspirativas alrededor del golpismo lazi y hombre de confianza de Artur Mas, intentó por todos los medios crear una criptomoneda para la república catalana, y ahí entraba Sardà Bonvehí. Todo un historial: en 2012 maniobró para lograr un pacto con el gobierno ucraniano a fin de instalar una planta de gas licuado en territorio catalán haciéndose pasar por un alto cargo de Gas Natural. Siguió en la senda de ese negocio, que ya se ha visto cuan importante es, hasta que en 2013 se integró en la Eurasia Group Limited.
También buscó inversores para reflotar la empresa Ros Roca Indox, filial de la multinacional Ros Roca – muchos de los contenedores que ven por las calles están fabricados por dicha empresa – para quedar, al final, en nada. Por su parte, Terradellas había sido responsable de relaciones internacionales de Convergencia, presidente de la fundación Catmon y enlace entre el separatismo y no pocos políticos. En su agenda figuraban nombres como Jordi Pujol padre, Joseba Eguibar, Josep Rull, Rufián, el cupaire David Fernández o Francesc Dalmases, hombre de confianza de la presidenta del parlamento catalán Laura Borrás. Y, por supuesto, el omnipresente Madí. Al final, todo acabó como es harto conocido.
Preguntas: ¿los rusos representaban a Putin?, ¿ fue tan solo un intento de fraude?, ¿los líderes separatistas eran tan ingenuos?, ¿realmente, estuvimos a punto de acabar en un régimen autocrático, racista y sojuzgados por una banda de aventureros? Solo existen dos respuestas: o los golpistas eran babaus, tontos, o algo peor.
No sé cual de las dos posibilidades me angustia más.
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