Opinión

Ya sabemos cómo acaba

A los silentes. A todos los que callan para otorgar. A aquellos que sienten que tener una nómina merece cualquier sacrificio ajeno. A los que les da igual la noble huella de un recuerdo en sus hijos, padres o vecinos. Aquellos que saben qu

A los silentes. A todos los que callan para otorgar. A aquellos que sienten que tener una nómina merece cualquier sacrificio ajeno. A los que les da igual la noble huella de un recuerdo en sus hijos, padres o vecinos. Aquellos que saben que la historia solo recordará de ellos este triste paso por una fama fugaz y vergonzante.

A los que saben que defienden lo incorrecto y lo hacen por mantener un status que no merecen o por una ambición de despacho y coche oficial. A los que están hoy traicionando sus ideales, sus creencias. Los que traicionan los motivos por los que se metieron en política.

Los que desprecian la inteligencia del contrario y creen que cualquier mentira será comprendida. Los que llaman digestión a ceder todo honor a cambio de un plato de lentejas. A los que llaman pedagogía a lo que siempre se llamó agitprop.

A todos ellos solo les digo una cosa, no busquéis complicidad cuando todo se tuerza. Cuando la democracia se resquebraje o cuando todo termine como vosotros ya sabéis que terminará, en ese momento no busquéis comprensión.

Quien se vendió y nos vendió por una paguita, por un minuto de telediario por no atreverse a dejar de ser diputado. Aquellos que sabían que hacían mal y, aún así, lo hicieron, no merecerán consolación

Merecerá respeto aquel que siempre defendió la amnistía. Merecerá digna discusión política quien siempre creyó en la unilateralidad o los que pensaron siempre que España es plurinacional. Pero quien se vendió y nos vendió por una paguita, por un minuto de telediario por no atreverse a dejar de ser diputado. Aquellos que sabían que hacían mal y, aún así, lo hicieron, no merecerán consolación.

Porque no hay nada más reprobable que no tener los arrestos de mirarse al espejo y saber que existe un momento en el que los hombres se separan de los niños. Y cuando el olor de la comida cambie de acera y os veamos arrastrar vuestros principios al calor de la estufilla. Ese día giraremos nuestras cabezas y os daremos la espalda. Porque en soledad tendréis que sufrir haber preferido mantener vuestras posaderas cómodas al precio de romper todo un país.

Disfrutad de la digestión, que ya sabemos cómo acaba.

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