Cuando Quim Torra borró y pidió disculpas por sus famosos tuits ya se vio claramente que mentía al excusarse: las expresiones “si alguien se ha sentido ofendido” o “no era mi intención” sirven cuando lo dicho con un propósito diferente podría ser interpretado como insultante por alguien, más o menos suspicaz, pero no cuando la ofensa es clara, directa, nítida e indubitativa. Cuando es así, y los tuits ahora borrados lo eran, cuando no cabe interpretar lo claramente expresado, las disculpas no pueden ser condicionadas. Una persona honorable y sincera debería haberse disculpado sin matices, asumiendo en solitario el error. Todo lo contrario de lo que hizo Torra, que mentía.
En cambio, el que ayer fue declarado Honorable President sí ha dicho la verdad en la tribuna, cuando se ha presentado como un supremacista y un político xenófobo, orgulloso de serlo y de la misión que la historia cree que le ha encomendado.
La misión de Torra y los suyos no es gobernar Cataluña sino adueñarse de ella, pero no en el sentido práctico de la palabra adueñarse que aplicaba la familia Pujol, sino en el de hacerse con la prerrogativa de decidirlo todo, absolutamente todo, empezando por quién es o no es catalán. Cuando, el pasado sábado, la portavoz del grupo al que más catalanes votaron en las últimas elecciones, la Sra. Arrimadas, clamaba escandalizada en la tribuna “nos quieren eliminar”, no sabía hasta qué punto estaba dando en la diana.
Ante la superioridad de la raza (hay escritos por ahí de Torra que no tienen desperdicio) todo decae. La visión de una Cataluña limpia de charnegos y de traidores, salvada del idioma español, pobre al principio pero pura y dueña por fin de su propio espacio vital en solitario, es tan arrebatadora para un nacionalista, sea Torra o su gemelo político, Sabino Arana, que no hay argumento que pueda hacer tambalear su sueño, así haya transcurrido más de un siglo.
La visión de una Cataluña limpia de charnegos y de traidores, salvada del idioma español, es arrebatadora para un nacionalista excluyente, se llame Torra o Sabino Arana
Si queremos entender algo de lo que pasó y de lo que amenaza con pasar es imprescindible comprender que los secesionistas se sienten ahora ante su gran oportunidad histórica. Es el momento -piensan-, por eso les resbalan y les resbalarán los argumentos de que están partiendo en dos a Cataluña. Por supuesto que lo están haciendo ¡cómo no! si precisamente lo que ahora hace falta para ellos, que conciben la pluralidad como maldición, es cortar, dividir, separar, acallar y llegado el caso expulsar o eliminar a los desafectos a la causa, que sienten que simplemente no son catalanes, si acaso catalanes traidores y, por tanto, ex catalanes que tendrán que irse o a los que tolerarán mientras se mantengan en silencio.
El reproche de que no se ocupan de los problemas de los catalanes mueve a risa. En medio de la batalla final, la que sueñan que terminará con la presencia de España, del español y de los españoles, es simplemente ridículo que se les reproche la contaminación, la huida de empresas o el desempleo de los catalanes pobres. Fruslerías ante la cruzada que han desatado contra la España que dice Torra que les ocupa desde la guerra de sucesión española. Así que quien quiera hablar de los problemas reales de Cataluña, hoy tienen uno nuevo y bien real. Se llama Quim Torra.
No hay asomo de broma en esto. Lo que el sábado dijo el nuevo president en la tribuna no fueron sandeces, como he leído por ahí, ni tampoco, como creen otros, una posición impostada para ganarse ayer la abstención de la CUP. Fue mucho peor: era la verdad. Era lo que piensa él y muchos como él. Hablaba completamente en serio de romper Cataluña porque para ellos hacerlo no es un problema sino una oportunidad de expulsar de la vida pública a los catalanes que se sienten también españoles, la ocasión de librarse de esa “losa” que es como los ve el nuevo president. Ya me dirán si estamos o no ante un problema real.
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