La noticia saltó el pasado miércoles 1 de febrero. Salvador Illa, lider del PSC, comparecía ante la prensa para anunciar el acuerdo de su partido con el Govern de Esquerra para desbloquear los presupuestos. “Hemos antepuesto los intereses de Cataluña a lo que nos interesaba electoralmente” afirmaba, con total tranquilidad, el ex ministro de Sanidad. La reacción lógica a esa declaración en cualquier sociedad normal hubiera sido la risa unánime. Y es que, si por algo se caracteriza el PSC a lo largo de estas últimas décadas es por una admirable atención a la pelota. Nunca da un paso en falso que pueda perjudicarle en su objetivo fundamental, que no es otro que el serlo todo para todos. La suma de sus contradicciones constituye una prueba evidente de su coherencia esencial: decir y hacer lo que sea necesario para que una gran parte del electorado considere, desde ideas muchas veces antagónicas, que lo menos malo en Cataluña es votar al PSC.
En su líder actual, tras el paso por el puesto del bailarín Iceta, han encontrado los socialistas catalanes a la mejor encarnación de esa idea difusa. Illa, con su aspecto de hombre tranquilo y de orden, no molesta a primera vista a los que deberían ponerse en guardia nada más verle. Hay un adjetivo en inglés que lo describe perfectamente: Bland, que no se traduce estrictamente como blando, sino como carente de aristas, poco interesante. En Illa, el desesperado votante catalán proyecta sus deseos como sobre una pantalla en blanco. El empresariado, harto de la gestión suicida de Ada Colau y de la parálisis de los independentistas en el Palau de Sant Jaume, que tan mala es la hiperactividad de una como el bloqueo de los otros, ve en Illa la posibilidad de un interlocutor algo más receptivo a las necesidades económicas de Cataluña sin tener en cuenta el único ejemplo de gestión del personaje que conocemos: la de la pandemia.
Antiguos votantes de la difunta Convergencia, asustados por la deriva excéntrica e independentista del partido que ha heredado el legado de Pujol, incapaces de llegar en su viaje hasta los partidos que de verdad representan su ideología conservadora por considerar que son opresores y españolistas, se detienen también en el PSC, sin pararse a pensar que es el partido que también apoyó la aplicación del 155. En las veladas de la burguesía en las que un camarero perfectamente uniformado sirve la cena, la conversación gira en torno a la necesidad de que el partido que está gobernando en Madrid en coalición con Podemos llegue al poder, porque es “lo que nos interesa”. Me imagino el pasmo interior del correctísimo cuerpo de casa teniendo que escuchar una y otra vez dicha afirmación inapelable.
Ahora parece que jamás ha tenido nada que ver con la catástrofe producida por Ada Colau al frente del Ayuntamiento y se presenta ante todos como el hombre sensato y de orden
Algo similar ocurre con el candidato socialista a la alcaldía de Barcelona, hasta hace diez minutos teniente de alcalde de Colau. Ahora parece que jamás ha tenido nada que ver con la catástrofe que hemos padecido los barceloneses con esta mujer al frente del Ayuntamiento y se presenta ante todos como el hombre sensato y de orden que va a salvarnos de una gestión desquiciada y contraria a los intereses de la mayoría de los ciudadanos. Para el grueso de los votantes de la ciudad ha pasado a ser la salvación y lo menos malo de todo lo que se presenta. Hay que sacar a Colau, y el único que puede hacerlo es Collboni, se oye en taxis y en cualquier bar donde la conversación, en esta parte de España tan dada a los silencios a la hora de definirse políticamente, se permita abordar nuestra principal preocupación. Españolista pero defensor de la inmersión lingüística sin paliativos, protector de la propiedad privada pero sin abordar de verdad la ocupación, de izquierdas, de derechas y de centro, el PSC es el partido al que votan o pueden votar todos en una especie de profecía autocumplida.
Mucha gente asqueada
No importa que el centro derecha esté bien representado en la región, incluso por primera vez con candidatos para la alcaldía de Barcelona más que válidos en Valents, PP y Vox. No existen en la conversación política, no hay forma de hacer entender su importancia a ese votante que se niega a considerarlos. No todo es por su culpa, las sucesivas e innumerables traiciones del Partido Popular a su electorado catalán y el abandono de Ciudadanos cuando por única vez en nuestra historia los resultados de unas elecciones desmintieron la tesis de esta columna tampoco han ayudado y han dejado en su casa a mucha gente que asqueada y harta de estar sola frente al independentismo.
Pero hasta que los partidos constitucionalistas no consigan transmitir su utilidad a ese ciudadano que vota a Illa o a Collboni como mal menor no habrá solución posible a esta disonancia cognitiva colectiva contra la que se estrella la racionalidad catalana. Harían bien en estudiar al propio PSC, ver cómo se infiltra en todos los sectores diciéndoles a cada uno lo que quieren oír. Para ellos sería incluso más fácil porque no tienen vocación peronista y no necesitan prometer una cosa y su contraria. Pero hace falta valor y sobre todo, creérselo ellos mismos. Yo desde aquí les reto a que lo intenten, si el PSC lo ha conseguido, ello también pueden hacerlo. Convénzanme a mí, que tras escribir este texto me están entrando ganas de votar al PSC. Como mal menor, eso sí.
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