Opinión

Salvar al soldado Illa

Quien ha diseñado esta ‘película’ no ha medido bien las escasas tragaderas del ‘espectador’ de fuera de Cataluña para aceptar que los catalanes dispongan de más dinero que el resto

Quien haya escrito el guión de Salvar al soldado Illa no ha medido bien las graves consecuencias que va a tener esta película para el PSOE, la escasa disposición del espectador foráneo a aceptar que los catalanes dispongan de más dinero que el resto, y para los restos, a cambio de investir presidente de la Generalitat a un socialista que, además, va a morir más pronto que tarde en alguna playa de esa Normandía que sigue siendo la Cataluña independentista y atrincherada... Porque, de entrar ERC en el futuro Govern, ni hablamos.

Vano empeño el de Pedro Sánchez, Ferraz y el PSC en hacernos creer que todo -hoy el cupo catalán, ayer la Ley de Amnistía- forma parte de ese supuesto apaciguamiento, cuando a continuación uno escucha a la Esquerra Republicana de Catalunya de siempre vanagloriarse de haber logrado nada menos que salirse del sistema de financiación común, recaudar el cien por cien de todos los impuestos de quienes allí viven y trabajan, a cambio de investir a Illa antes de… ¡Pasar a la oposición!… Y luego referéndum de autodeterminación, que no acaba la cosa en el tema de la pela.

Así, como lo leen. Ahí se las componga Salvador Illa -en eso parece traducirse este intento de escarnio fiscal-, a ver si es capaz de tejer el presupuesto de la Generalitat que su antecesor, el republicano Pere Aragonès, no pudo; ya en 2025 ya nos llevaremos a la buchaca, diría un castizo, toda la recaudación en Cataluña -45.000 millones, no los 24.000 actuales-; como si los impuestos los pagarán los territorios y no los ciudadanos (IRPF) y las empresas (IVA) que tributan en cualquier autonomía.

Éste ‘Salvar al soldado Illa’ puede resultarle carísimo electoralmente a Sánchez, aunque él y su ego no se lo crean todavía; mucho más caro a la larga que su vídeo (no) declarando ante el juez Peinado sobre unos presuntos delitos de tráfico de influencias y corrupción que habría cometido su pareja, Begoña Gómez, y que, probablemente, queden en nada… Al tiempo

La reivindicación por el independentismo de un cupo catalán, algo a lo cual el votante del PSC no hace ascos, resulta veneno puro en una sociedad, la española, que 46 años después de haber tragado con el concierto y el Amejoramiento del fuero en la Constitución sigue sin digerir que vascos y navarros “coman en una mesa aparte”, como diría el veterano socialista José Bono.

Por eso este remake Salvar al soldado Illa le puede resultar tan caro electoralmente a Sánchez, aunque él y su ego no se lo crean a día de hoy porque el presidente solo quiere ver a corto plazo; mucho más caro a la larga que ese vídeo de dos minutos (no) declarando ante el juez Peinado sobre unos presuntos delitos de tráfico de influencias y corrupción en los negocios que habría cometido su pareja, Begoña Gómez, y que, muy probablemente queden en nada… Al tiempo.

A ver si se enteran el guionista de La Moncloa: somos un país históricamente atravesado por dos desigualdades: una, de nacimiento, de clase social, que lleva a a Juan español a defender con uñas y dientes en la barra del bar, en bodas, comidas y cenas familiares, a gritos si hace falta, que “quien más tiene, más paga”; y odia igualmente la otra desigualdad, más invisible, pero no menos dañina, la territorial, que le hace maldecir con igual soltura.

Los madrileños somos los primeros en aportación fiscal, los baleares terceros, y no veo a nadie en la autonomía en la que vivo desde hace 35 años ni en las islas exigiendo “la llave de la caja” (sic). Y supongo que la masificación de la sanidad pública o los retrasos y averías en los trenes de Cercanías -doy fe de esto último- serán igual en Madrid que en Barcelona.

No, en España no es lo mismo tener la desgracia de ser pobre en Bilbao que en Ciudad Rodrigo (Salamanca), Carmona (Sevilla) o Ceuta. Y ahora un partido que se dice “de izquierdas”, Partido Socialista Obrero Español -deleítese, lector, pronunciando cada palabra de esa sigla centenaria-, presionado por otro partido que se dice también de izquierdas (ERC), quiere que aceptemos cupo como animal de compañía por no sé qué lío de ordinalidad estadística; básicamente, que los catalanes son los segundos que más aportan a la caja común y los quintos en recibir… Ya.

Bueno, los madrileños somos los primeros en aportación fiscal, los baleares terceros, y no veo a nadie en la autonomía en la que vivo desde hace 35 años, ni en las islas, exigiendo de malos modos “la llave de la caja” (sic), como ERC. Y supongo que la masificación de la sanidad pública o los retrasos y averías en los trenes de Cercanías -doy fé de esto último- serán igual en Madrid que en Barcelona.

¿Qué oposición de “izquierda”?

El PSOE debe tener clara una cosa: aunque el anuncio de ERC sea una engañifa para que sus 8.700 militantes voten a favor de la investidura de Salvador Illa la semana próxima o la otra, un salir del atolladero en el que se encuentran, que ya luego vendrá la ministra de a Hacienda, María Jesús Montero, con la rebaja, el daño a la sigla ya está hecho.

¿Qué oposición “de izquierda” contra los gobiernos autonómicos del PP Juan Espadas en Andalucía; Juan Lobato en Madrid, Luis Tudanca en Castilla y León, Diana Morant en la Comunidad Valenciana o Miguel Ángel Gallardo en Extremadura, sí esos ejecutivo van a ser los defender ante los tribunales el “grave atentado a la igualdad”, que denuncia su correligionario Emiliano García Page es el acuerdo del PSC con Esquerra sobre financiación? The End… o Game Over, como prefieran

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