Opinión

Samuel y el poco respeto a la familia de un asesinado

Hay barreras que coronan afiladas concertinas, pero que es necesario saltar, pues la alternativa es hundirse en las arenas movedizas que genera la realidad manipulada. Escribir sobre la instrumentalización del

Hay barreras que coronan afiladas concertinas, pero que es necesario saltar, pues la alternativa es hundirse en las arenas movedizas que genera la realidad manipulada. Escribir sobre la instrumentalización del asesinato en La Coruña del joven Samuel requiere saltar el peligroso muro de la corrección política, pues hay quien parece haber decidido crear a partir de este hecho horrible la versión española del Black Lives Matter. Pero conviene señalar la burda maniobra que desde determinados sectores se ha organizado para tratar de obtener exposición mediática con una tragedia provocada por un grupo de malnacidos.

La estrategia es tan vieja como los juegos de poder, pues consiste en ganar en la calle, apelando a las emociones, lo que se ha perdido por hechos objetivos. En un momento en el que la izquierda flojea en las encuestas por la débil situación económica del país, sus propagandistas han tomado las agresiones homófobas como hilo conductor para tratar de organizar un movimiento social con el que levantar la moral de su tropa. Y, claro, con el que ganar adeptos.

Pidió el padre de Samuel que nadie utilizara su desgracia personal para defender causas políticas y resulta comprensible. Gestionar el dolor del asesinato de un hijo debe ser demasiado complicado como para que lo quieran aderezar con ideología, barricadas, odio y porrazos. Lejos de hacerle caso, le insultaron. “Se puede meter sus opiniones por donde le quepan”, le dijeron en las redes sociales. Los portavoces políticos tampoco fueron mucho más responsables y Juan Carlos Monedero asoció el crimen con el discurso de Vox.

Algo similar sugirió este martes en el programa de Jesús Cintora el juez Joaquim Bosch, quien quizás por su profesión suele eludir las críticas, pero quien suele pronunciarse con una sorprendente parcialidad sobre casi todo lo que le preguntan. En este caso, ha hecho referencia a "los peligros de que socialmente se estén articulando algunos discursos que generen hostilidad". Ni siquiera se ha detenido a los responsables de esa salvajada, pero ya hay quien se aventura a sacar conclusiones para alimentar a su propia opción ideológica.

Samuel y los medios

A la familia de Samuel la van a destrozar porque su muerte no sólo le servirá a la izquierda para sacar rédito político, sino que ayudará a los medios de comunicación a mejorar su audiencia, afectada, como cada año, por la pertinaz sequía veraniega. Eran varios tertulianos los que se atrevían a especular este martes sobre el crimen y a teorizar sobre la lacra de las agresiones homófobas. Que ciertamente lo son, pero que en este caso van a ser utilizadas con un fin político. Como tantas otras causas.

Resulta inquietante la capacidad que tienen determinados movimientos civiles para ponerse a los pies de la izquierda y engordar sus caladeros de votos, pese a que eso les genere desprestigio. Buenos ejemplos son los del feminismo y el colectivo LGTBI, que repudian -y así lo expresan- las muestras de apoyo de la derecha, como si la opción sexual obligara a tener el carné de un determinado partido. Entre todos han conformado un nuevo puritanismo con el que tratan de pastorear a la sociedad hacia el camino de la corrección. De 'su corrección'. De una siniestra corrección.

Entre todos han conformado un nuevo puritanismo con el que tratan de pastorear a la sociedad hacia el camino de la corrección. De 'su corrección'. De una siniestra corrección.

Cuando comienza a llover, no dudan en buscar mártires y en asustar sobre los enemigos, lo que a veces obliga a adornar la realidad con burdas mentiras. Y a veces, como en el asesinato de La Coruña, a saltarse las normas más esenciales del respeto hacia los familiares del muerto. Podrían los medios advertir de este hecho e incluso dejar de dar pábulo a estos insensatos, pero a ellos también les conviene la agitación.

Así, entre unos y otros cada vez cuesta más medirse el pulso y no notarlo acelerado. De tanto hablarnos del coco y mostrarnos la realidad alterada con relatos hiperbólicos, hemos perdido la tranquilidad y la cabeza. O casi.

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