Edmund Burke dejó escrito en 1770, antes de que Pedro Sánchez intentara este martes con ese ”vamos a por todas“ insuflar a los suyos un ánimo del que ahora mismo carecen, que un partido “es un cuerpo de hombres unidos para promover, mediante su labor conjunta, el interés nacional sobre la base de algún principio particular acerca del cual todos están de acuerdo”. Faltaban cien años para que en 1878 Pablo Iglesias El bueno -así le llaman en el PSOE-, fundara la sigla protagonista de los 45 años de democracia y sobre la cual cualquier observador imparcial podría concluir que ha decidido suicidarse.
Porque solo así, por esa pulsión irracional que domina cada cierto tiempo a las organizaciones, y no solo por el lógico nerviosismo que provocan el creciente deterioro de la economía y las fuertes derrotas electorales del partido desde 2019 en Galicia, Madrid, Castilla y León, Andalucía, cabe explicarse errores y decisiones aparentemente carentes del más mínimo sentido común y, lo que es peor, sobre temas fuera de la preocupación ciudadana en tiempos de gasolina a dos euros el litro.
Por citar dos ejemplos cercanos, de menor a mayor: el ataque del secretario LGTBI de la Ejecutiva Federal, Víctor Gutíerrez, a la ex vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, calificando este fin de semana de ”traspiés” su oposición a la Ley Trans abanderada por la ministra de Igualdad de Unidas Podemos, Irene Montero. Esas palabras para congraciarse con el colectivo arcoiris incendiaron no solo a la aludida -“de traspié en traspié… y así sucesivamente”-, respondía Calvo en Twitter-, también a feministas con carné socialista y ex altos cargos de anteriores gobiernos, como Laura Seara, ex secretaria de Igualdad con José Luis Rodríguez Zapatero; ella y otras se lanzaron en tromba contra Ferraz la víspera del Día del Orgullo en un tono de todo menos fraternal:
Lo más grave del ataque de Gutiérrez es que es uno de esos errores tontos, no forzados, propios de gente sin experiencia, que dan argumentos al adversario, PP y Vox, para concluir que la coalición de izquierdas PSOE/Unidas Podemos es una jaula de grillos; vamos, no es que falte unidad en el Consejo de Ministros, es que el inquilino de La Moncloa no controla lo que pasa en su propio partido.
Con todo, las escaramuzas verbales de ayer y hoy en torno a la Ley Trans y el borrado de las mujeres que denuncian Calvo y otras militantes, palidecen si se las compara con el “gran error”, en palabras de la vieja guardia y buena parte de los barones, cometido por Sánchez al pactar con Bildu la nueva Ley de Memoria Histórica. Tanto es así que han pasado a la firma de la militancia un manifiesto de rechazo porque creen que no se puede pactar la memoria democrática de España con los herederos de una organización que asesinó a más de 850 personas y dejó miles de heridos, mutilados y huérfanos en sus siniestros 50 años de historia, ETA.
Un auténtico tiro en el pie de Sánchez y los suyos contemplar que una comisión de ”estudio” investigue posibles rescoldos franquistas hasta finales de 1983… es decir, queriendo o sin querer, el propio PSOE cuestiona que la España que gobernaba Felipe González desde el apoteósico triunfo socialistas el 28 de octubre de 1982 (más de diez millones de votos y 202 diputados) fuera una democracia plena.
¿Y qué problema hay en que el Estado se investigue a sí mismo?, me preguntaba el sábado un ex dirigente socialista; Ninguno, si no es exigencia de personajes como Mertxe Aizpurúa, una de las editoras del periódico Egin responsable de aquel ominoso titular de portada: Ortega Lara vuelve a la cárcel , el 2 de julio de 1997
“¿Y cual es el problema de que el Estado ”de forma generosa” se investigue a sí mismo?”, me preguntaba el sábado un muy relevante ex dirigente socialista, atónito por una polémica que aparentaba no comprender … Ninguno, si la decisión no se hace a exigencia de personajes como Arnaldo Otegi o la portavoz de Bildu en el Congreso, Mertxe Aizpurúa, editora del periódico Egin y responsable, por tanto, de aquel ominoso titular de portada: Ortega Lara vuelve a la cárcel; era un 2 de julio de 1997 y hacía 24 horas que la Guardia Civil había liberado al funcionario de prisiones secuestrado después de 532 días de tortura en un zulo maloliente de 2 x 2 metros en una nave de Mondragón (Guipúzcoa).
Ese es precisamente el problema, la forma que es la firma de más de Bildu -y Pedro Sánchez lo sabe, prueba de ello es que en su discurso inicial en el Debate sobre el estado de la Nación pasó de puntillas por el tema-; ningún reproche a que se desentierren de una vez por todas cadáveres de la Guerra (in)Civil que quedan todavía en las cunetas 80 años después o que se deroguen leyes y títulos nobiliarios franquistas.
ETA, y ahora su sucesor en las institucionales, anhelan desde hace dećadas un relato como el que va a propiciar la ley, más o menos este: “España era una democracia, pero menos, ya que hay episodios dignos de estudio hasta 1983 porque los tribunales no actuaron o miraron para otro lado. Por tanto, ETA siguió matando después de la muerte de Franco pero, de alguna manera, estuvo justificado”.
Evidentemente, la llamada izquierda abertzale no lo va a decir así, pero la música será esa. No lo duden. Ya se ha encargado Aizpurúa de darnos un aperitivo: “Vamos a poner en jaque el relato de una Transición ejemplar”. Qué gran injusticia para dar paso a una causa justa, esta sí, la de los familiares de miles de enterrados en cunetas.
Ese es el problema de Sánchez, a quien le va a hacer falta algo más que declarar su ”orgullo” por la Transición para arreglar el desaguisado de la Ley Bildu -así la llama el PP para verguenza de mucho socialista viejo cabizbajo-, y repetir como un mantra ese ”vamos a por todas” con el que le aplaudían este martes satisfechos por el discurso de autoayuda los diputados de la bancada del PSOE puesta en pie.
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