Opinión

Sánchez se abraza a Bildu y el PSOE lo pagará en Andalucía

Sánchez ha elegido socio: los herederos de ETA. El mismo que no pactaría con Bildu "si quiere se lo digo 20 veces", desdeñó la mano tendida de Feijóo y cambió las reglas para sentar a los enemigos del regímen del 78 en la comisión de Secretos de Estado. Todo por sobrevivir... aunque acabe enterrando al PSOE

Pedro Sánchez ha vuelto a elegir. El mismo que repetía “Con Bildu no vamos a pactar, si quiere se lo digo 20 veces” (diciembre de 2015) ha sacado su plan anticrisis gracias a los cinco votos de los herederos de ETA y, entre otras cosas que sabremos más adelante, a cambio de sentarles en la comisión donde se dirimen todos los secretos de Estado.

Sánchez pudo elegir. Tenía desde el viernes pasado sobre la mesa un plan de medidas económicas del PP y la mano tendida de Alberto Núñez Feijóo que, al contrario de Pablo Casado y la votación de la Reforma Laboral, había ofrecido su abstención siempre que se admitiera “alguna” de esas medidas. No hubo manera: Sánchez –el mismo que no podría dormir si formaba Gobierno con Pablo Iglesias- tenía decidido (así lo habían negociado Rafael Simancas y ERC con los proetarras) sacar su plan gracias a Bildu y colocar al PP en el ‘no’.

Sánchez ha vuelto a salvarse y a ganar tiempo. Poco le importa, eso sí, las consecuencias que su permanente huida hacia adelante pueda tener no ya en el conjunto del país –una portavoz batasuna y un independentista prorruso y antizelenski sentados en la Comisión de Secretos tras retorcer a toda prisa la normativa del Congreso- sino en su propio partido.

En Francia, y como contaba en Vozpópuli Jesús Cacho tras la primera vuelta de las presidenciales francesas, se ha certificado la desaparición del PS, siguiendo la estela de otros socialismos históricos europeos como el griego o el italiano. ¿Sobrevivirá el PSOE al mandato de Pedro Sánchez, entregado a un gobierno Frankenstein y al chantaje- ora de los independentistas catalanes, ora de los bildutarras?

Sánchez y sus apoyos

La primera prueba tendrá lugar en poco más de mes y medio en Andalucía, el histórico granero de votos del PSOE que –si se cumplen todas las encuestas- va a hacer pagar la permanente apuesta de Sánchez por abrazarse a radicales, independentistas y herederos de Batasuna con tal de seguir en el machito.

La constante apelación al miedo de la llegada de la ultraderecha y las acusaciones al PP de romper el cordón sanitario –desoyendo a socialistas históricos como Ramón Jáuregi o Nicolás Redondo- para no pactar con Vox no van a dar resultado. Y el socialismo sensato –que aún queda agazapado a la espera de la caída de Su Sanchidad- lo sabe.

El propio candidato socialista a la Junta, Juan Espadas, ciñe su objetivo a movilizar los 500.000 votantes socialistas que se quedaron en casa en las últimas elecciones para, por lo menos, ser la lista más votada. Pero sabe que gobernar será imposible: la suma de PP y Vox tiene la mayoría absoluta en todos los sondeos. Por mucho que la designación de Macarena Olona como candidata de Vox pueda movilizar a parte de esos votantes socialistas que piensan abstenerse.

¿Qué sucede en Andalucía? ¿Ya no es roja, rural y obrera? Nada distinto a lo acontecido en la misma Francia. El cordón sanitario en Europa no ha impedido que dos generaciones de Le Pen hayan pasado en la segunda vuelta de las presidenciales del 17,7% de Jean Marie en 2002, al 33,9% de su hija en 2017 y al 41,4% del fin de semana pasado. Es decir, la ultraderecha no para de subir frente los cordones y el reagrupamiento de todas las fuerzas en su contra en la segunda vuelta. Y, en el camino, desaparece el PS y la derecha tradicional que respetó ese “cordón”.

Marine Le Pen obtuvo 13,2 millones de votos. Y ha vencido en la franja de edad entre 50 y 59 años mientras que prácticamente empata en los mayores de 25. Macron solo arrasó entre los mayores de 60 y los menores de 24. En Andalucía, la última gran encuesta del 28-F avisa: Vox arrasa entre los jóvenes de 18 a 24 años con un 23,26% de las preferencias, casi 7 puntos más que el PSOE.

Pero la formación de Santiago Abascal es la preferida también en los municipios andaluces de menos de 20.000 habitantes con un 22,96% de la intención de voto, el feudo tradicional del PSOE. En Francia, Le Pen ha vencido ampliamente entre los obreros (67% frente al 33 de Macron) y los asalariados (57/43) mientras que Macron solo arrasa entre los cuadros cualificados (23/77) y los jubilados (32/68).

Está claro que quien siga creyendo que la política actual se sigue jugando en un eje de izquierdas y derechas no ha comprendido nada. La izquierda andaluza, además de por unas luchas cainitas que le impide ni acudir con una sola marca, sigue anclada en tópicos trasnochados como, por ejemplo, un ecologismo de salón que choca no solo con todo un acervo cultural sino con una de las principales formas de vida de los andaluces.

Quien quiera saber lo que piensan muchos jóvenes de izquierdas del mundo rural que lean "Sobre el hundimiento de la izquierda en el campo", artículo del extremeño Pedro Lopeh previo a las grandes movilizaciones de diciembre pasado. Lopeh, que no pisa moqueta, decía: “Nos estamos jugando el pellejo, el trabajo, el ostracismo y la muerte civil en los pueblos, pero todavía algunos colegas tienen el valor de venir con displicencia a hablar de paros patronales, cuando no a vendernos con lisérgico afán que el futuro pasa por convertirnos todos en guías de rutas ornitológicas para burguesitos domingueros”.

Y proseguía: “Déjenme que les diga a aquellos marxistas con orejeras que, desde hace décadas, el campesino profesional medio no es dueño de sus medios de producción, puesto que estamos todos endeudados hasta el tuétano, sino una suerte de falso autónomo al servicio de bancos, administraciones públicas y consumidores” y denuncia que “ya hasta nos dicen que el lobo es un gran aliado de los pastores porque ayuda a controlar las enfermedades del ganado”.

La gente del campo se siente agraviada, desprovista de toda muestra de cariño, pelele al albur de cualquier contingencia y especie amenazada de muerte (…) Desconozco en qué punto la izquierda ha pasado a ser obscenamente punitiva, pero ha pasado"Pedro Lopeh

“La gente del campo se siente agraviada, desprovista de toda muestra de cariño, pelele al albur de cualquier contingencia y especie amenazada de muerte (…) Desconozco en qué punto la izquierda ha pasado a ser obscenamente punitiva, pero ha pasado. Créanme si les digo que sobrevivimos a duras penas a una brutal persecución burocrática, que implica a múltiples administraciones (desde la local hasta Bruselas), con diferentes legislaciones (muchas veces, absurdas y cambiantes) y una digitalización forzosa de muchos trámites, todo lo cual hace que cualquier trabajador del campo pueda ser denunciado en cualquier momento porque incumple alguna normativa, del tipo que sea: ambiental, de tráfico, administrativa...”

Y termina Lopeh: “Tantos y tantos errores, fruto de la estulticia, la soberbia, el clasismo o la nula visión táctica son munición potente y gratuita para el enemigo, que no es tonto y nos está barriendo en la batalla cultural del campo. No les hacen falta gurús maquiavélicos ni dos neuronas bien puestas para lanzar eslóganes como cañonazos: “Se moviliza más gente para que no muevan un nido de cigüeña de un tejado particular que para frenar un desahucio. Sabemos que es demagogia barata, pero, por si acaso, no intenten refutar con datos la afirmación anterior, no vaya a ser que nos llevemos un tremendo chasco”.

Y mientras esto sucede en el día a día, cuando en los cientos de pueblos que malviven del campo en Andalucía ponen el telediario a la hora de la cena, escuchan que, en Madrid, independentistas catalanes y vascos siguen marcando el vaivén de la política. Que nadie se lleve las manos a la cabeza la noche del 19 de junio.

Apoya TU periodismo independiente y crítico

Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación
Salir de ver en versión AMP