“Un día un taxista me coge, yo llevaba las gafas de sol puestas; él aparentaba unos cuarenta años. Me doy cuenta de que me mira por el retrovisor, curioso, hasta que me dice: '¿Es usted quien es?'. Le contesto: 'Soy quien soy'. 'En los medios de comunicación parece usted Atila —me espetó—, pero no haga caso. Siga, siga usted como ahora, que va bien, que estamos todos muy contentos, aguante usted…'". Pedro Sánchez. “Manual de Resistencia” (Península).
Pedro Sánchez no se va a ir de Moncloa –al menos hasta primeros de 2024- aunque, como el caballo de Atila, no vuelva a crecer la hierba por donde haya pasado. En este caso, aunque deje España como un erial. Y esta semana, tras la debacle del 19-J en Andalucía, se ha puesto manos a la obra y ha acelerado el asalto a instituciones y organismos clave del Estado.
Sánchez ha tocado a rebato tras llevar al peor resultado del socialismo en el granero andaluz. Las encuestas no paran de despeñar al PSOE y, con él –y ‘gracias’ a los espectáculos judiciales de Mónica Oltra y Ada Colau,- al proyecto nonato de Yolanda Díaz. “…pero no haga caso. Siga, siga usted como hasta ahora, que estamos todos muy contentos, aguante usted.”
Sánchez en el Titanic
Siguiendo al pie de la letra su ‘Manual de Resistencia’, Pedro Sánchez está dispuesto a aguantar. Y, para ello, no ha dudado en asaltar desde el Consejo de Ministros, el BOE o desde su mayoría 'Frankenstein' en el Congreso, las instituciones y empresas que necesite para aferrarse a la chimenea del Titanic mientras la orquesta toca en cubierta y el agua de la crisis y los datos sigue subiendo a nuestro alrededor.
Sánchez acaba de consumar esta semana el asalto a Indra, una empresa clave en la industria de Seguridad pero, ojo, también en la infraestructura informática para el recuento de los votos electorales. Y lo ha hecho a través de Amber Capital, curiosamente el fondo que es primer accionista de Prisa -.El País y La Ser-. Ahora, Moncloa y el PSOE –que ya tenía a Miguel Sebastián como consejero, como recuerda Rubén Arranz en su columna de ayer- han desalojado de la cúpula de Indra a los miembros que se oponían al control de la SEPI. Sembrar dudas sobre la influencia en un recuento de una Indra dependiente de Moncloa es arriesgado, sí, pero tanto como pasar a controlarla por la puerta de atrás y con la CNMV mirando para otro lado.
Moncloa ya controla así la empresa encargada de dar el soporte al recuento de los votos de las elecciones y de, entre otras muchas cosas, el software que debe abortar las intrusiones de malware espías como ‘Pegasus’ -¿se acuerdan?-. Que ayer Indra llegara a hundirse en Bolsa un 20% tras el asalto del Gobierno a sus consejo es pecata minuta para Pedro Sánchez si con ello se va cumpliendo su manual de resistencia.
Esta misma semana, el presidente del Ejecutivo reforzaba su control sobre el CIS, que pese a la ingente dedicación de José Félix Tezanos para destruirlo, aún sigue siendo el principal instrumento para conocer por anticipado la opinión pública de los españoles y, sobre todo, de los potenciales electores.
Vía Real Decreto en el BOE, Moncloa acaba de autorizar este miércoles a Tezanos –tres días después del batacazo andaluz- a contratar cuatro “personas de confianza” para “asesoramiento especial” y realizar “análisis de datos sensibles que sirvan para el asesoramiento de la Administración y Gobierno”. Es decir, trabajando directamente para informar a Moncloa. No disimulan nada.
Para completar el control de organismos que se encargan de configurar la opinión pública y la realidad que vive España, el Gobierno de Pedro Sánchez asaltaba también el Instituto Nacional de Estadística. Sus informes en los que medían la evolución de los precios de la electricidad o el cálculo del PIB no coincidían con los deseos de Sánchez ni de Nadia Calviño, así que se ha desalojado de su presidencia al ‘díscolo’ Juan Manuel Rodríguez Poo para sustituirlo por Israel Arroyo, secretario de Estado de Seguridad Social y hombre del ínclito Escrivá. El mismo que califica los informes del Banco de España de “pocos sofisticados” porque contradicen el optimismo del Gobierno…
En cinco días, Sánchez toma el control de la empresa que recuenta los votos; afianza su poder sobre el CIS; pone a uno de los suyos al frente del organismo que evalúa las previsiones económicas y lanza el asalto para tener mayoría en el Constitucional
Así, Sánchez pone bajo su control el INE, como ya lo estaba la CNMC, donde para estupor de empresarios y observadores se mantiene como consejero Mariano Bacigalupo, marido de la ministra Teresa Ribera y férreo defensor –¡oh, sorpresa!- de todas sus medidas energéticas. Hasta el punto de atacar en un coloquio como algo “inaudito, insólito y sin parangón” que “los telediarios abran a diario con los precios del mercado eléctrico”, y que “los españoles miran con indignación las noticias” cuando “la mayoría no tiene ni idea” de la factura que pagan, “ni saben lo que han pagado este mes o hace dos meses”. Ahí sigue como consejero.
Y para culminar la semana, el viernes el Gobierno filtraba su (de momento) último asalto: una reforma legislativa para poder cambiar la mayoría en el Tribunal Constitucional, algo que –mientras no se renueve el CGPJ- es imposible. Una palabra que Sánchez no conoce: se cambia la ley –gracias a su mayoría parlamentaria con independentistas y proetarras, ya les dará algo a cambio- y lo que hoy es inconstitucional, mañana será legal y en el TC habrá mayoría socialista.
Sánchez no se va
En cinco días, Pedro Sánchez toma el control de la empresa que recuenta los votos (Indra), ha afianzado su poder sobre el organismo que escruta y anticipa por dónde va la opinión pública de los españoles (CIS), ha puesto a uno de los suyos al frente del organismo que elabora los informes estadísticos de las previsiones económicas (INE) y ha sentado las bases para tener mayoría en el máximo órgano de justicia (TC).
Sánchez no se va. Está claro. Sánchez se atrinchera para poder agotar la legislatura. En su mente, resuenan las palabras del taxista: “No haga caso. Siga, siga usted como hasta ahora, que va bien, que estamos todos muy contento, aguante usted…” Eso sí, cuando salga de Moncloa, Atila se habrá quedado corto.
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