Será el próximo viernes, día 12, cuando el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, viaje a Washington, invitado por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Queda asegurada la foto de ambos en el despacho oval delante de la chimenea pero, salvo la enumeración de asuntos a tratar, que ha hecho la portavoz de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, al inicio de la rueda de prensa del 19 de abril, se ignoran todos los demás detalles: si se alojará en la Blair House, si le acompañará su esposa, Begoña Gómez, cuál será la delegación oficial que le siga además del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, si Joe Biden prodigará a Pedro Sánchez alguna deferencia de proximidad, si le ofrecerá desayuno, almuerzo, merienda o cena, si firmarán acuerdos en el área de Defensa o en el de acogida de migrantes, o si habrá comparecencia conjunta ante la prensa. En todo caso, parecería que, habida cuenta del inglés fluent que habla Pedro, sobrarán los intérpretes
Imagínese el lector los trabajos y los días que habrá costado encontrar la fecha para el encuentro de Washington, pero, al final, la resultante ha venido a coincidir con el inicio formal de la campaña para las elecciones autonómicas y municipales, cuyo señalamiento para el domingo 28 de mayo era conocido desde hace cuatro años. De modo que al presidente Sánchez le ha nacido una excusa imbatible para comparecer en la tradicional pegada de carteles nocturna, mientras que, a sensu contrario, se garantiza el efecto bumerán que le hará brillar por su ausencia incomparablemente más. En todo caso, la escapada a Washington se inscribe en la línea de convertir las urnas próximas en un plebiscito sobre Sánchez, como anhela la oposición. Anhelo que parece así haber hecho suyo Pedro Sánchez rompiendo el empate entre las dos escuelas de pensamiento que se habían antagonizado en Moncloa.
La escapada a Washington se inscribe en la línea de convertir las urnas próximas en un plebiscito sobre Sánchez, como anhela la oposición
Una vez más, siguiendo la tradición de sus predecesores, el presidente Pedro Sánchez llega al encuentro con el presidente Joe Biden habiendo hecho los deberes y confirmándonos que la alegría del más débil es darle algo al más fuerte, según nos tenía anticipado Elías Canetti. Por eso, el pasado 28 de abril el Gobierno dijo haber acordado con Estados Unidos acoger a inmigrantes de Latinoamérica del que daría cifras “en las próximas semanas” que van pasando sin que salgamos de la oscuridad. Eso sí, un comunicado del Departamento de Estado y de Seguridad Nacional subraya que esas medidas serán aplicadas “en coordinación de cerca con socios regionales, incluidos los Gobiernos de México, Canadá, España, Colombia y Guatemala” y que España, al igual que Canadá, acogerá a migrantes latinoamericanos que serán enviados desde centros de tramitación que Washington creará en países de la región. En esos centros, las personas podrán acceder a algunas vías legales de migración como obtener el estatus de refugiado, reunificación familiar y permisos laborales en EE.UU.
En la misma línea de rendir pleitesía, la ministra de Defensa, Margarita Robles y la embajadora de Estados Unidos, Julissa Reynoso, firmaron el lunes pasado, día 8, el acuerdo por el que se autoriza el despliegue de dos nuevos destructores lanzamisiles, que se añaden a los cuatro ya asignados a la base de Rota. El Consejo de Ministros autorizó la firma el pasado 17 de enero pero nada se ha sabido hasta ahora. Tampoco el acuerdo se someterá a la aprobación del Congreso de los Diputados al contrario de lo que se ha hecho en casos análogos en 2002, 2012 y 2015. De los compromisos incumplidos por Washington de retirar el plutonio enterrado en Palomares (Almería) desde 1966, por ejemplo, nunca más se supo. ¿Pasaremos la cuenta por la ignorancia en que nos mantuvo nuestro aliado cuando decidió cambiar su posición y reconocer la soberanía marroquí sobre el Sahara del que aún figuramos como potencia administradora? ¿Sabremos qué ha sido de las limitaciones a nuestras exportaciones? ¿Qué nos apostamos? Atentos.
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