“Al llegar a casa, Begoña me esperaba con lágrimas en los ojos, porque no entendía bien lo que había sucedido. Empecé a cobrar conciencia de la capacidad de resistencia que yo podía llegar a tener". Así narra Pedro Sánchez en su “Manual de Resistencia” la noche en la que el PSOE le descabalgó de la Secretaría General. Hoy, muchos como Feijóo –pero también como este que suscribe- deben entonar el mea culpa: no haber sido capaces de atisbar la capacidad de supervivencia de Pedro Sánchez ni el deseo de una gran parte de españoles de seguir aferrados a un Gobierno sustentado en los peores enemigos de la Constitución española.
Pedro Sánchez acertó –para sus intereses- al convocar en pleno puente de julio las elecciones generales, como lo demuestra que la participación, finalmente, fuera del 70,34%, muy lejos de la histórica victoria del centro derecha en 1996 (77,38%), de la de Zapatero y la matanza de los trenes (75,66%) o por debajo de la primera convocatoria de 2019 (71,26%).
Pedro Sánchez acertó –para intentar seguir en Moncloa o al menos bloquear la elección del ganador que, no olvidemos, ha sido Alberto Núñez Feijóo con 136 escaños frente a los 122 del PSOE- al azuzar, junto a todos sus cañones mediáticos, el miedo a los pactos del PP con Vox. Para una buena parte de nuestros compatriotas es mucho más peligroso, todo un anatema, pactar con Vox que sostenerse con independentistas cuyos líderes han sido procesados (e indultados por Sánchez) por intentar dar el mayor golpe a la integridad territorial de España de la democracia.
Acertó Sánchez
Pedro Sánchez acertó –siguiendo su propio manual de resistencia- al pactar los Presupuestos, sacar la ley de Memoria Democrática o la ley de Vivienda, con Bildu, el partido heredero de ETA. En la noche del domingo, Arnaldo Otegi –procesado en su día por pertenencia a la banda- se vanagloriaba de haber ganado al PNV en el País Vasco y multiplicar la presencia de senadores independentistas en el Senado español. A mucha gente, la inclusión de etarras en las listas de un socio del Gobierno le importa mucho menos que la llegada de un torero -licenciado en Derecho- a la vicepresidencia valenciana.
Pedro Sánchez acertó –y los demás no lo supimos ver- cuando volvió a plantear estas elecciones generales como un nuevo plebiscito sobre su persona. Alentando el miedo de los pensionistas a que no se revaloricen sus pensiones si vuelve un Gobierno de centro derecha. A que sus mentiras eran cambios de opinión según las circunstancias.
Pedro Sánchez acertó -al perseguir una dulce derrota como una victoria- y anoche no tuvo empacho en salir al balcón de Ferraz, junto a su mujer y una eufórica María Jesús Montero, como si hubiera vuelto a ganar las elecciones. Ni siquiera felicitó al ganador. Esa escena –celebrar la derrota como una gran victoria- demuestra que se siente seguro de seguir en Moncloa y de pactar con quien haga falta para ello. Sus 123 escaños más los 31 de Sumar –la venganza de Pablo Iglesias e Irene Montero deberá esperar si Yolanda Díaz logra seguir en el Gobierno de perdedores- le permiten reeditar el gobierno Frankenstein.
Los votos de Bildu, de ERC, del PNV y del BNG ya los tiene. Le hace falta la abstención de los siete diputados de Junts, el 'nihil obstat' de Puigdemont. Ahora empieza la negociación. A ERC le dio los indultos y la reforma de los delitos de sedición y malversación; a Bildu, el reagrupamiento de los presos etarras y la reescritura de la historia democrática en la nueva ley de Memoria, además de impulsarle para superar al PNV en el País Vasco. A Puigdemont le dará lo que haga falta a cambio de su abstención. Lo veremos. Solo una abstención del PNV podría frustrar la reedición del Frankenstein.
Pedro Sánchez acertó y el PP se equivocó, como muchos de nosotros, al minusvalorar la capacidad del presidente de sobrevivir una y otra vez. El espectáculo de algunos pactos –como el de Extremadura y sus efectos, por ejemplo, en esas provincias- demuestra que Génova debió hacer cumplir lo que ordenó: no pactar los acuerdos con Vox hasta después del 23-J para que el miedo a la entrada de los de Abascal no sirviera –como ha sucedido- de movilizador del voto de izquierda. La decisión de Mazón en Valencia precipitó todo mientras el PSN retrasaba los pactos con Bildu en Navarra que ahora saldrán a la luz.
Haría bien Feijóo y todo su cuartel general en descubrir cómo el tsunami azul del 28-M se tornó en apenas una marejada en menos de dos meses: sus líderes municipales y autonómicos tiraron más de la marca que él
Y Vox, como el PP, haría bien en tomar nota de lo que algunas de las medidas –censuras absurdas de obras de teatro, retiradas de banderas, de bancos pintados de arcoíris- en vez de centrarse en lo que de verdad preocupa a la gente. Haría bien Abascal en retomar el timón de su propio partido antes de que pasen a la historia como Cs o Unidas Podemos. De momento, autocrítica cero.
Y haría bien Feijóo y todo su cuartel general en descubrir cómo el tsunami azul del 28-M se tornó en apenas una marejada en menos de dos meses. No queda bien parado el presidente de los populares: los líderes municipales y autonómicos de su partido tiraron más de la marca que el propio Alberto Núñez Feijóo hasta el punto de haber sacado solo 314.000 votos más que Sánchez (8.030.000 frente a 7.716.000). Una amarga victoria que deja el Gobierno de España en manos de ERC, de los herederos de ETA y de un independentista prófugo de la justicia. La repetición electoral, esa bicha que hace 24 horas ni se podía mentar, aparece ahora como la solución menos mala. Pobre España.
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