Opinión

Sánchez y Casado: desprecio compartido

En Brighton, desde el 25 al 29 de septiembre, el Partido Laborista ha celebrado su conferencia anual y en Manchester, desde el 3 al 6 de octubre, el Partido Conservador

En Brighton, desde el 25 al 29 de septiembre, el Partido Laborista ha celebrado su conferencia anual y en Manchester, desde el 3 al 6 de octubre, el Partido Conservador celebrará la suya. Son unas citas que ninguno de los dos partidos elude desde tiempo inmemorial, y que, aunque las llamen conference tienen casi todas las características de un congreso, porque en ellas pueden participar los militantes con mociones, porque hay debates -siempre vivos, no olvidemos que estamos en Gran Bretaña- sobre todos los asuntos de actualidad y porque los líderes presentan allí sus propuestas políticas para el curso que empieza, después de analizar cómo ha sido el año pasado.

Es una iniciativa llena de lógica. En un año son muchísimas las cosas que han cambiado en el mundo y en su país y muchísimos los events, como diría Harold Macmillan, que han tenido lugar. Y ante esos cambios y esos events es evidente que un partido serio tiene que diseñar políticas y estrategias nuevas porque las viejas ya no sirven. Sin contar con que, además, estas conferencias son la mejor plataforma para que se den a conocer los nuevos y más jóvenes políticos dentro de su partido. Y, sobre todo, sirven para que los ciudadanos conozcan cuáles son las respuestas que cada partido propone ante esos nuevos problemas y circunstancias.

Si nos trasladamos a España y sin entrar en muchos detalles, la nómina de acontecimientos del último año, ante los que los partidos tienen que proponer políticas y actuaciones, es abrumadora: la marcha de la pandemia, la evolución de nuestra economía, todo lo relacionado con Cataluña y la última detención de Puigdemont, la llegada de Biden a la presidencia de los Estados Unidos, la derrota de Afganistán, el triunfo de Díaz Ayuso, la desaparición de Pablo Iglesias, y hasta la catástrofe de La Palma o las declaraciones del Papa sobre México y España.

Pues bien, ni el PSOE ni el PP, por citar a los dos hasta ahora principales partidos, son partidarios de someterse a esa higiénica disciplina británica anual de presentar públicamente sus líneas políticas y confrontarlas con la realidad cambiante.

Esas demoras hicieron que un militante del PP recurriera ante los tribunales el retraso en la convocatoria y el PP fue condenado por no cumplir con ese compromiso que figura en sus estatutos

Aunque en la derecha española no siempre fue así. Cuando Fraga fundó Alianza Popular, quizás por estar recién llegado de Inglaterra donde había estado de embajador, instituyó la regla de celebrar un congreso anual y, desde 1977 hasta la fundación del PP en 1989, la cumplió. Ya con Aznar el plazo de celebración de esos congresos se amplió a tres años, y también lo cumplió. Con Rajoy hubo congreso en 2004 para elegirle a él presidente nacional del partido, pero después los congresos fueron en 2008, 2012 y 2017; esas demoras hicieron que un militante del PP recurriera ante los tribunales el retraso en la convocatoria y el PP fue condenado por no cumplir con ese compromiso que figura en sus estatutos.

La oportunidad de aplaudir

En 2018 hubo un congreso extraordinario para elegir a Pablo Casado, que no parece muy partidario de esas conferencias o congresos en los que el partido se pone al día después de confrontar análisis y opiniones. Por eso ha preferido la convención que ha celebrado durante esta semana en la que ha habido discursos e intervenciones más o menos interesantes, pero en la que los debates -salvo el que mantuvieron Edurne Uriarte y Alejo Vidal-Quadras- no han existido y en la que a los asistentes sólo les ha quedado la oportunidad de aplaudir, teniendo cuidado de hacerlo con la intensidad adecuada porque para algo están los comisarios que valoran el entusiasmo de cada cual con vistas a su futura colocación en las listas.

Pero si en el PP hay poca afición a seguir el ejemplo británico, en el PSOE pasa tres cuartos de lo mismo. Ahora, este mes de octubre, van a tener su congreso, pero el anterior fue en 2017, de manera que Pedro Sánchez no ha tenido a bien exponer ante el órgano máximo de su partido ninguna de las grandes líneas de su política, desde su alianza con comunistas, separatistas y filoterroristas que le ha llevado a La Moncloa a sus iniciativas catalanas, con el indulto a los golpistas incluido. Claro que, dada la estructura y el funcionamiento de los partidos españoles, puede estar seguro de que ningún militante del PSOE osará criticarle, sobre todo si quiere hacer carrera y tener un sueldo de origen político.

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