Vaya por delante que Pedro Sánchez debe comparecer, no una, sino cien veces si es necesario ante una calamidad como la que estamos viviendo con el coronavirus. Pero nunca bajo el formato que vimos este sábado por la noche en La Moncloa: interminable, tedioso y sin un titular claro -o, mejor dicho, ocultándolo para reservarse el anuncio de la prórroga del estado de alarma en la rueda de prensa al día siguiente-.
Eso devalúa la figura del presidente del Gobierno y no nos lo podemos permitir si "lo peor está por llegar", según sus propias palabras. Ver al jefe del Ejecutivo usar el primer time televisivo más importante de la semana única y exclusivamente para afianzar su liderazgo o, a lo peor, para que no se oyeran las cacerolas que a esa misma hora sonaban en muchos balcones de España, es lo menos edificante.
Con el gesto descompuesto y el hilo argumental perdido en algún momento, parecía el emperador desnudo; una especie de increíble hombre menguante enredado en estadísticas sobre el poco queroseno que gastamos porque los aviones no vuelan o lo bien que funciona Internet ahora que 47 millones de españoles confinados hacen un uso intensivo de la fibra óptica. "Españoles, Internet funciona", le faltó decir.
No, señor presidente, usted no es un tertuliano. Sus comparecencias deben medirse por los anuncios y la confianza que aportan. Sí, confianza. Sé que esto es un intangible difícil de medir. Habrá quienes el sábado se sintieran muy reconfortados con su presencia y otros muchos que no; y no solo entre los que estaban en los balcones atizando cacerolas -que le va en el sueldo aguantarles-.
Una sociedad como la española, amante de la vida, hoy encerrada entre cuatro paredes, puede acabar pensando que ninguna de las medidas que usted ha dispuesto sirve para nada y tomándosele a chirigota
Me encuentro, ya lo habrán adivinado, entre quienes creen que la comparecencia del sábado sobraba; no así la obligada del domingo para anunciar la prórroga, después de comunicárselo por videoconferencia a los presidentes autonómicos, con algunos de los cuales, y no solo con el catalán Quim Torra, se las tuvo tiesas a propósito de un confinamiento más severo del que vivimos.
Quienes le aconsejan en La Moncloa, y no me refiero solo a Iván Redondo, han de huir de la tentación de repetir semejante experiencia sabatina y tener en cuenta que quedan muchos muertos por delante; probablemente otros tantos como tenemos ya este miércoles -2.700-; es decir, muchas comparecencias por delante a prueba de liderazgos.
Cuota de pantalla
Porque si persiste en ese modelo de llenar cuota de pantalla que no está llenando la oposición so pretexto de la "unidad" que usted mismo ha reclamado, y los muertos siguen llegando por centenares al Palacio de Hielo, la sociedad que dirige, mediterránea, añorante de su vida, hoy encerrada entre cuatro paredes, puede acabar pensando que ninguna de las medidas que ha dispuesto sirve para nada... y tomándosele a chirigota, dicho con todo el respeto, salir a la calle antes de tiempo; que "de algo hay que morir" y "que sea lo que Dios quiera", diga lo que diga ese señor que sale los sábados antes de La Sexta Noche o del Sálvame Deluxe, dirán entonces muchos españolitos.
Y eso no nos lo podemos permitir ni España ni usted, señor presidente; no hasta que acabe esta pandemia que amenaza con llevarse por delante la vida de más de 5.000 compatriotas y hasta que enderece una economía que amenaza una ruina muy superior a la que produjo la caída de Lehman Brothers y la posterior década perdida 2008/2018.
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