Tenía prisa. Tanta prisa tenía Sánchez por desembarcar en Telefónica que ni siquiera la falta de Presupuestos para el año en curso le ha impedido meter mano con urgencia en la operadora que preside Álvarez-Pallete. El brazo ejecutor ha sido SEPI, el holding empresarial público dependiente del Ministerio de Hacienda de Marisú Montero, que este lunes anunció, en un comunicado remitido a la CNMV, la compra de acciones de Telefónica equivalentes al 3,04% de su capital social por un importe, a precio de cierre del lunes, de 698 millones. Se abre así el camino para alcanzar el 10% del capital de la compañía acordado el 19 de diciembre pasado en Consejo de Ministros. La SEPI no dispone de los fondos necesarios para iniciar esa cuantiosa inversión (de hecho su capacidad inversora no supera los 215 millones) y, al no haberse aprobado los Presupuestos, el Gobierno no había provisto los recursos financieros pertinentes para ello, pero da lo mismo: para eso está la Deuda Pública. Esa inversión se hará con cargo a deuda. La española ha escalado ya hasta los 1,6 billones y no deja de crecer, pero eso a Sánchez y a su cuadrilla les da lo mismo. Corre Juan Español con la cuenta.
El Gobierno del caudillito Sánchez vuelve a nacionalizar –renacionalizar- una Telefónica que dejó de ser pública en 1997, cuando el Ejecutivo de José María Aznar vendió el último 21% que el Estado mantenía en la operadora, después de que, dos años antes, el de Felipe González hubiera enajenado otro 12%. Y ¿cuál es la explicación para esta vuelta atrás? Supuestamente la amenaza que para las telecos patrias y el sector de Defensa supuso el anuncio, septiembre pasado, del desembarco en Telefónica de la operadora pública de Arabia Saudí STC (inversión directa del 4,9%, más otro 5% a través de derivados). Un argumento que no vale ni siquiera como excusa, porque los saudíes son amigos y no unos amigos cualquiera: son unos amigos riquísimos, a los que el Gobierno de cualquier país inteligente pondría alfombra roja si decidiera invertir en él. Su entrada en Telefónica es amistosa, a largo plazo y nada hostil, y podría ser, bien tratada, preludio de cuantiosas inversiones por parte de un Estado que literalmente no sabe cómo gastar un dinero que le sale por las orejas en proyectos elefantiásicos y de dudosa rentabilidad en pleno desierto arábigo. El Gobierno, por lo demás, dispone de la llamada “acción de oro” para limitar, por encima del 5%, la presencia de capital extranjero en aquellas empresas consideradas estratégicas. Se acabó la discusión.
Sánchez desembarca en Telefónica porque quiere meter la zarpa en Telefónica
Que nadie ha entendido el asalto del Gobierno Sánchez a Telefónica (que de eso se trata, del principio de asalto del Gobierno social comunista de Sánchez a las empresas del Ibex 35) lo explican fehacientemente las reseñas, muy críticas, con que los analistas han recibido la decisión. Valga el comentario de un reputado banco de inversión: “La entrada del Estado en Telefónica es una mala noticia por cuanto supondrá un aumento del intervencionismo público en la compañía y una notable pérdida de independencia (algo que ya hemos visto en el caso de Indra), con el riesgo añadido de que las prioridades políticas del nuevo socio prevalezcan sobre los intereses económicos-financieros de la sociedad en asuntos tales como reestructuraciones, planes de inversión, etc., etc.) Por lo demás, esa presencia hará a la compañía menos atractiva para el accionista privado y blindará a los gestores frente al escrutinio de los institucionales. Se trata, además, de una medida innecesaria, ya que el Gobierno dispone de instrumentos sobrados para proteger Telefónica de accionistas indeseados sin necesidad de entrar en su capital”.
Nada puede la SEPI, el Gobierno y su presidente aportar de bueno a Telefónica porque nada sabe del mundo de las telecomunicaciones y/o las nuevas tecnologías una gente que ha demostrado, desde junio de 2018 a esta parte, su casi total incapacidad para gestionar nada de forma razonable y no sonrojante. Sánchez desembarca en Telefónica (la decisión la ha adoptado él; es él quien personalmente toma las que tienen que ver con la asunción de cuotas de poder, nombramientos, favores, etc.) porque quiere meter la zarpa en Telefónica. Desde la muerte de Franco, la operadora ha sido para la canalla gente ese gigantesco brillante pastel que de niños veíamos tras los cristales de la confitería, que nos hacía salivar con la sola idea de poder un día hincarle el diente. No hay plataforma con capacidad para hacer favores, financiar proyectos, colaborar con Fundaciones y mantener a vividores/as que se pueda equiparar a Telefónica. Ninguna que gaste más en marketing y publicidad que Telefónica. Ninguna que apoye más a los medios. Un bocado exquisitamente tentador para un aventurero sin escrúpulos, tan escasamente democrático, como Sánchez Pérez-Castejón. Un abrevadero más del que, a partir de ahora, este mentiroso compulsivo tratará de succionar rentas y colocar a conmilitones y amigos. Una ubre de portentosa cilindrada de la que chupar mientras pueda, que esto siempre ha ido de dinero. De poder, sí, pero sobre todo de dinero.
El argumento expendido por Moncloa y pregonado por el Equipo de Opinión Sincronizada, según el cual la entrada del sector público en Telefónica aportará “estabilidad” a la compañía es de risa
El argumento expendido por Moncloa y pregonado por el Equipo de Opinión Sincronizada, según el cual la entrada del sector público en Telefónica aportará “estabilidad” a la compañía es de risa. Es precisamente “estabilidad” lo que resta una operación carente de cualquier racionalidad financiera y/o industrial. La futura presencia de SEPI como primer accionista de Telefónica con criterios de sector público, tan alejados de los que habitualmente persigue cualquier gran empresa privada, solo puede añadir “inestabilidad” a un negocio tan competitivo y en punta como el de las telecomunicaciones. La propia presidencia de Pallete, probablemente el español mejor informado de lo que hoy se cuece en ese mundo de la alta tecnología, podría estar en cuestión. La compra del 10% de la operadora que el Gobierno quiere hacer realidad “lo más rápido posible”, según susurró ayer la triste señora Alegría, le daría derecho, como poco, a un representante en el Consejo de Administración. Como resulta que el socialismo ya tiene allí instalado a otro sospechoso habitual (y tradicional go-between entre Moncloa y el Distrito C), el Gobierno Sánchez tendría dos representantes en el órgano de gobierno. Es evidente que con esa posición, en Telefónica se haría lo que dijera Sánchez. Ni siquiera necesitaría Sánchez forzar la dimisión de Pallete. Es lo que quiere Sánchez. Que el Ibex y Pallete hagan lo que a Sánchez le salga de la entrepierna. Imposible imaginar otra cosa en un Gobierno de España ocupado por un capo y su banda.
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