La resistencia de Pedro Sánchez a sumarse a la coalición que lidera Estados Unidos en la batalla que se libra en el mar Rojo es una decisión arriesgada. Y amenaza las buenas relaciones diplomáticas que al Gobierno le está costando tanto construir con Washington.
El ataque indiscriminado y aleatorio que Irán -vía sus patrocinados hutíes- está haciendo al tráfico de mercancías en el mar rojo va a tener consecuencias para el comercio mundial en forma de subidas de precios Se calcula que un 15% de todo ese comercio pasa por el estrecho de Mandeb, que separa el cuerno de África de Asía y la península arábiga. De un lado Yemen; del otro Eritrea y Yibuti.
La mercancía más expuesta es, como no, el petróleo. Un 12% del crudo por los principales productores circula por el mar Rojo. El precio de barril se ha visto afectado pero de forma moderada, al menos de momento. La evolución de los acontecimientos determinará la escalada de su precio.
La crisis del mar Rojo roza a España
España no es uno de los país más afectados, a diferencia del Reino Unido. Se calcula que apenas el 5% del crudo que importa nuestro país llega por el mar Rojo. Otra cosa es pensar que un recrudecimiento del conflicto no nos vaya a afectar. Lo hará. De hecho, toda Europa está más expuesta al mar Rojo al haber cerrado otras vías de suministro, de gas por ejemplo, con Rusia por su invasión de Ucrania.
Sánchez ha optado por distanciarse de la misión militar que encabeza Estados Unidos, prolongando la luna de miel que España vive con Irán y el mundo árabe por su postura por el conflicto entre Israel y el grupo terrorista Hamás. Sólo esta actitud explica la liberación del español encarcelado en Teherán desde del mundial de Qatar 2022.
Lo del mar Rojo es consecuencia de la escalada tensión en Oriente Próximo. Y una respuesta de Irán a los ataques selectivos que desde Israel y Estados Unidos han golpeado a algunos de sus principales líderes militares. Pero esta guerra poco a nada tiene que ver con Gaza. Es más bien la pugna constante por el liderazgo regional que libra Teherán con Arabia Saudí.
Sánchez, entre dos aguas
Sea como fuere, Sánchez se está viendo presionado por Estados Unidos para colaborar de alguna forma en la misión. Y el asunto tiene difícil solución.
Por un lado, el compañero de coalición del PSOE y sus aliados parlamentarios están lejos de brindar su apoyo a una intervención activa del Ejército español en una zona de alto voltaje bélico. Por otro, desaires de este tipo son los que Estados Unidos ni olvida, ni perdona desde el punto de vista diplomático. Joe Biden está en año electoral con unas encuestas más bien malas y lo último que necesita el presidente norteamericano es otra escalada de precios si quiere aspirar a la reelección.
Cuando Sánchez fue a la Casa Blanca al inicio de la campaña de las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo, Biden era perfectamente consciente del favor político que le hacía. Y ahí está el papel que ha jugado España en Centroamérica apoyando y colaborando en el plan estadounidense para frenar las olas de inmigrantes que llegan a Estados Unidos desde estos países.
Washington necesita ampliar su coalición y exhibir todo el apoyo internacional que pueda no sólo para presionar a Irán, sino porque necesita que esta intervención militar sea rápida e indolora y no se convierta en un asunto interno que Trump o el candidato republicano que sea utilice en su contra en una campaña que se prevé tensa.
Sánchez se debate entre elevar su estatus de aliado de Biden y mantener el delicado equilibrio de apoyos que le sostienen en La Moncloa. Y parece que ha elegido lo segundo.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación