Reproducir un tuit malo tiene más delito que contar un chiste viejo. Ya advertidos, ahí va.
-Cariño, ¿dónde está el jarrón chino que me regalaron mis padres?
-¿El de la dinastía Ming?
-Ese.
-Se me cayó y se rompió por culpa del cambio climático.
‘Es broma’ diría Cassen. Menos gracia tiene Isabel Rodríguez y le acaban de renovar el contrato para actuar cada martes como portavoz en el circo de la Moncloa. Hablando de hacer reír, bien viene la última pirueta de Pedro Sánchez, que se ha convertido en una especie del Peter Sellers de Teléfono rojo, que interpretaba tres papeles a cual más histriónico. Pues bien, Sánchez, quizás en un tímido homenaje a Kubrick, lleva ya un tiempo haciendo lo mismo. Muda de piel y de ‘rol’ (que diría un psicoanalista argentino) según convenga.
Arrancó con la monserga antifranquista cuando los huesos del generalote surcaron los cielos de Madrid, en una superproducción televisiva de la Moncloa’s Factory, dirigida por Carmen Calvo junto a Dolores Delgado, ambas ya finiquitadas del primer plano de la vida política. Pasó luego a la matraca de la ‘alerta antifascista’, con guion cojitranco de Pablo Iglesias, que obtuvo escaso éxito de crítica y público. El líder de Podemos, qué se le va a hacer, solo triunfaba cuando salía en la tele de Ferreras. Todo era ‘foto de Colón ’, ultraderecha y, por supuesto, Vox.
Conforme perdía elecciones (Galicia, País Vasco, Madrid, CyL), se modificaba el guión, al que imprimían giros espasmódicos a cual menos creíble. Intentó convertirse en el salvador de más de medio millón de vidas gracias a su virtuosa gestión de la crisis pandémica en una España que espera aún conocer la cifra real de muertos o, al menos, el nombre de quiénes componían el comité de expertos de don Simón. Íbamos a salir más fuertes y sin embargo, inopinadamente, emergimos de aquel infierno a la cola de Europa.
Con esa vocecita farisaica de taimado sacristán con vocación de pájaro espino, anunció el impuestazo a los grandes tiburones del Ibex, esto es, la banca y las eléctricas
Ahí seguimos. Luego del tortazo andaluz, Sánchez insistió en su emulación camaleónica de Sellers y se presentó en el reciente Debate del Estado de la Nación travestido de líder prometeico de la izquierda radical, un Mélenchon de Tetuán, y, con esa vocecita farisaica de taimado sacristán con vocación de pájaro espino, anunció el impuestazo a los grandes tiburones del Ibex, esto es, la banca y las eléctricas. Ese párrafo del disparatado guion le costó más de diez mil millones de euros a los sufridos accionistas. Echenique y Otegi aplaudieron la moción. Ese es su público. Esos, sus amigos.
Luego de descabezar a su equipo de Ferraz sin mover un músculo, ni apenas un adiós, este fin de semana se transformó en el sumo sacerdote del ecologismo militante, gran predicador del planeta verde, feroz combatiente de los negacionistas de la verdad y apóstol de la ‘solución socaldemócrata’ a la plaga de incendios que ha abrasado España. “El cambio climático mata”, es la nueva letanía, el último hallazgo de Moncloa para salir a los caminos a predicar el evangelio del progreso con el que salvarán su penoso presente demoscópico . Un giro de libreto algo forzado, imposible de recitar ante un grupo de agricultores y ganaderos de Losacio (Zamora), pongamos por caso, sin recibir una respuesta algo airada.
Entre Greta y San Francisco de Asís
El presidente mutante se halla tan absorto en la última fase de su mandato, en el acelerado hundimiento de su farsa, que los 800 guionistas en nómina del aparato comunicativo monclovita han sido incapaces de encontrar un mejor recurso que el de revestirle de un perfil verde candor, mezcla de Greta y San Francisco de Asís, reforzado con un eslogan oportunista sobre lo que mata y lo que deja de matar.
Quizás sea la última cabriola en el frondoso rosario de las metamorfosis del presidente. O quizás nos sorprenda disfrazándose de Pedro en su era pre-Moncloa y presente una moción de censura a este Sánchez por la condena carcelaria al muy honrado e íntegro Griñán, alias 'el de los bolsillos limpios', pero que apestan. Así lo hizo, y por causa menor, con Mariano Rajoy y lo echó de presidente en una espesa tarde on the rocks.
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