Este Gobierno va dejando tras de sí una retahíla de fracasos tan abultada que ya forman estela. La gestión de la pandemia ha sido un rosario; la de la candidatura de Calviño, otro y el suma y sigue de declaraciones inaceptables de Pablo Iglesias, otro más. Y los que vendrán. “Y lo que te rondaré, morena” cuando se convoquen las elecciones catalanas.
El Gobierno fracasa y lo hace sin disimulo. Sánchez e Iglesias creen que es un lujo que se pueden permitir. En sus cálculos, la corta memoria de la sociedad y la abstracción de los errores propios son suficientes para salir airosos de todo. Y si la suma de los dos factores resulta ser una suma cero, se sacan un as de la manga, sin pudor alguno, aunque afecte a la Jefatura del Estado.
Lo teórico sin rostro
Cuando Pablo Iglesias plantea sus ataques a la prensa y a la libertad de expresión, no lo hace como problema práctico, con afectación real en el desarrollo de la democracia, sino como una cuestión teórica, como un debate que él, profesoral y docto, traslada a la sociedad. Porque lo práctico tiene rostro y lo teórico, no y si el señalamiento a periodistas y medios de comunicación deja de ser una cuestión práctica y pasa a ser puramente teórica, el problema real y, sobre todo, su fuente, pierden la barba y la coleta y toman hechuras abstractas y sin facciones. Y así, los caminos que deberían estar cegados, de repente se abren debates que no deberían producirse, como el del papel de la prensa, porque llevan en su propia naturaleza un cuestionamiento peligroso, se producen con cierto jolgorio verbenero.
El problema es que ha resultado ser un intento tan burdo, de factura tan pobre, que ha caído en la nada de los intentos fallidos, salvo en el caso de los medios partidistas con los que cuenta Podemos y la turbamulta perfectamente adiestrada que tiene dispuesta en Twitter.
Fallado el primer intento, el as: el ataque a la Corona, como antes fueron los restos de Franco.
La gran obsesión
Siempre por persona interpuesta, ya sea Gloria Elizo, Pablo Echenique o La Última Hora, Iglesias desata las filias y fobias más viscerales de su partido para crear una suerte de debate exacerbado, excéntrico y falseado, con el que llenar portadas y minutos de conversación a costa la estabilidad institucional de España y de su propia continuidad histórica encarnada en la Corona. Y de paso, lograr la movilización de un electorado que, según las encuestas, apunta a retirada. E Iglesias, encantado. Porque la gran obsesión de Iglesias es Iglesias; y la gran tarea del partido de Iglesias es servir a Iglesias.
Y de Iglesias a Iglesias, Pedro Sánchez. El presidente del Gobierno, felicísimo porque seguro que Calviño iba a presidir el Eurogrupo, haciendo de comodín que acompaña al as, se descuelga con declaraciones sobre la inviolabilidad del Rey, para decirle al poco tiempo a un medio de comunicación que no es un tema que esté sobre la mesa del Ejecutivo.
Quería un titular con el que acompañar la jugada de su vicepresidente, y para los titulares no hace falta saber derecho constitucional
Se le achacó a Pedro Sánchez el haber demostrado una gran ignorancia constitucional por hablar de revisar la inviolabilidad del Rey con tanto desquite. Y la tenga o no, lo cierto es que poco le importaba. Quería un titular con el que acompañar la jugada de su vicepresidente, y para los titulares no hace falta saber derecho constitucional, incluso hay asesores que piensan que está contraindicado.
Querían un debate polarizado que rebajara la tensión sobre Iglesias y sus líos en el caso Dina, de sus líos con la prensa, de sus líos en general, que son muchos y muy variados, como puede leerse en las informaciones que va publicando Vozpópuli.
Extrañas teorías
Ambos quieren abstracciones para despersonalizar sus errores. De tal forma que el caso Dina no sea una cuestión que afecte de forma particular a Iglesias, sino que sea la marca de salida para un debate sin rostros sobre la situación de la prensa. Y si todo falla, como últimamente le sucede al Gobierno, Franco y si Franco ya no está, la Corona y cuando la Corona no esté, alguna alerta de nuevo cuño. Y así, de futilidad en futilidad, de Iglesias y sus teorías a Sánchez y sus comodines, hasta que no quede institución sin grietas ni opinión pública por emponzoñar.
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