El presidente del Gobierno miente, todo el rato, desde que se levanta hasta que se acuesta, con desparpajo y sin atisbo de vergüenza. Nada nuevo en ese personaje que lleva nuestros asuntos y que llegó cabalgando, no ya contradicciones como sus socios de gobierno, sino trolas del tamaño de su ego. Y digo esto desde la indignación que me provocó haberle escuchado en la suave entrevista que le hizo este lunes Susana Griso en Antena 3.
Podría escribir una novela de muchas páginas refiriéndome a la permanente falta a la verdad del presidente pero trataré de ceñirme a los aspectos más pegados a la economía que son, al fin y al cabo, los que más preocupan a los españoles hoy por hoy.
Miente cuando dice que la ralentización de la economía española se debe a la guerra de Ucrania. Él y todo su gobierno saben que los presupuestos aprobados en noviembre de 2021, con un crecimiento estimado del PIB en España del 7% para 2022, nacieron ya con un optimismo rayano en la alucinación, ya que en aquel momento todos y cada uno de los organismos públicos y privados dedicados a ofrecer estimaciones para la economía española daban cifras sensiblemente inferiores.
Ya en enero de este año el Fondo Monetario Internacional estimaba un crecimiento para 2022 del 5,8% y el Banco de España cifraba el mismo en el 5,4%. Es más que evidente que desde meses antes del asunto ucraniano la economía española ya daba muestras más que evidentes de que el crecimiento era mucho menos vigoroso de lo que defendían desde el Gobierno. Lo sabían entonces, lo supieron después antes de la guerra y lo saben ahora después de esta. Pero ahí siguen, sin corregir sus estimaciones y haciéndose las victimas por una circunstancia sobrevenida que les ha cogido por sorpresa y de la que no son responsables.
Afirmar que aplazar las cotizaciones sociales es una bajada de impuestos es un insulto a la inteligencia que solo se puede explicar desde el absoluto desprecio que siente Pedro Sánchez por la verdad
Miente cuando dice que la inflación desbocada en España se debe también a la guerra. Es cierto que ha sufrido un repunte estas últimas semanas, pero ya estaba en cifras no vistas desde hace decenios. La inflación en 2021 terminó en el 6,5%, lo nunca visto en 30 años, y en febrero de 2022 había escalado hasta el 7,6%. Hoy estamos en el 9,8% y es muy probable que veamos el doble dígito en los próximos meses. En septiembre de 2021, el Gobierno en su totalidad, con la ministra del ramo Nadia Calviño a la cabeza, salió en tromba a defender que la inflación era un fenómeno pasajero y que le preocupaba poco o nada.
En aquel momento la inflación estaba en niveles del 4% y no éramos pocos los que advertíamos de que la cosa iría a peor y no a mejor. Nada que no supieran ellos también, pero había que cerrar filas y negar la mayor. ¿Se acuerdan de Pedro Solbes y sus reiteradas mentiras negando la crisis de 2008? Pues déjenme que se lo recuerde; "No hay crisis. Si la hay y los ciudadanos nos dan la confianza, gestionaremos la crisis", dijo en enero de 2008, meses después del estallido de la burbuja hipotecaria en Estados Unidos y unos pocos meses antes de la caída de Lehman Brothers. Ahí estamos otra vez después de casi 15 años.
¿Cómo va a decir la verdad un Gobierno que tiene aprobados unos presupuestos con unas cifras que se encuentran en el ámbito de la ficción, con un déficit disparado y con un crecimiento cada vez más menguante?
Miente también en lo referente a los impuestos. Afirmar que aplazar las cotizaciones sociales o las retenciones es una bajada de impuestos, como dijo ayer, es un insulto a la inteligencia de todos nosotros que solo se puede explicar desde el absoluto desprecio que siente Pedro Sánchez por la verdad y por nuestros asuntos más acuciantes. Lo mismo que apelar al ingreso mínimo vital o a las supuestas ayudas directas concedidas a empresas y particulares, como el ingreso mínimo vital, que no son más que parches populistas para dar la sensación de estar haciendo algo cuando no se hace.
Tiene mucha razón Feijóo cuando dice que no hay impuesto más injusto que una inflación del 10% que afecta a todos por igual y que habría que bajar impuestos para aliviar en algo la cada vez más dañada capacidad adquisitiva de los españoles. La respuesta del presidente acusando al PP de Rajoy de subir cincuenta y tantos impuestos para mofarse de la propuesta es otra muestra de los pocos escrúpulos del presidente.
No hay más que volver a aquellos años y ver que Zapatero y los suyos dejaron una España en quiebra falseando los datos para que no se supiera la verdad. Esa es la razón, y no otra, por la que le PP de entonces se vio en la obligación de subir los impuestos. También lo sabe el presidente, por supuesto, pero para qué va a dejar de comportarse como un trilero.
Pero ¿cómo va a decir la verdad o cómo va a bajar impuestos un Gobierno que tiene aprobados unos presupuestos con unas cifras que se encuentran en el ámbito de la ficción, con un déficit disparado y con un crecimiento cada vez más menguante? Simplemente no pueden, porque saben que sus cargos, sus prebendas, sus asesores y sus chiringuitos, hoy más que nunca, dependen de los bolsillos de nosotros, sufridos contribuyentes, que somos los paganos de una fiesta a la que nadie nos ha invitado.
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